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FERIA DE SAN ISIDRO

Una birria

"¡Tooros, tooros!". El grito de guerra del tendido 7 saltó como un trallazo durante la lidia del sexto, una birria con los pitones de juguete. Que en una corrida en la que van saliendo por la puerta de toriles unos toros que hasta hace tres años pertenecían a la legendaria divisa de Pablo Romero el tendido 7 tenga que lanzar el clarín de su grito de guerra no deja de resultar chistoso, absurdo, paradójico y, si quieren ustedes, surrealista.Pero los aficionados tenían razón. Allí no había un toro, teníamos una birria. Una birria pobre de cabeza, inválida, a la que Juan José Padilla andaba dándole mantazos con el capote por todos los terrenos de la plaza.

Antes habíamos tenido más birrias. Un total de cuatro más, porque el sobrero de Criado Holgado más que birria fue un espantajo. Tuvimos dos toros debiluchos, aborregados y bobos, que correspondieron a José Antonio Campuzano. Tuvimos un toro manso, que anduvo durante toda su lidia con la cara alta parándose y con pinta de no tener ni idea de dónde se encontraba. Y tuvimos un inválido más, que hizo quinto, al que El Tato se empeñó en torear, empeño imposible, porque hasta el más iletrado sabe de sobra que los tullidos no se pueden torear. Vaya favor que le han hecho esos seño-res que dicen que quieren mantener la semilla de Pablo Romero a los tres toreros de la terna..

Partido / Campuzano, Tato, Padilla Toros de Partido de Resina (uno devuelto por inválido), de aceptable presencia, mansos y muy flojos

5º y 6º, inválidos. 2º, sobrero de Criado Holgado, escurrido de carnes, manso, descastado. José Antonio Campuzano: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo, media y tres descabellos (silencio). El Tato: cuatro pinchazos, metisaca, pinchazo y estocada (algunos pitos); dos pinchazos, media delantera y atravesada y descabello (silencio). Juan José Padilla: estocada al encuentro (oreja); media y dos descabellos (silencio). Se guardó un minuto de silencio por la muerte en atentado de Jesús María Pedrosa. Plaza de las Ventas. 5 de junio. 26ª corrida de abono. Cerca del lleno.

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Nadie exigió a José Antonio Campuzano que hiciera faena a los dos bovinos estúpidos que le tocaron en suerte porque hubiera sido pedir ciruelas al ciprés. Le embistió el primero con poquísima fuerza y mucha sosería y Campuzano se lo fue llevando con la muleta muy templadito, muy despacito, pero aquello no podía gustar a nadie y nadie se entusiasmó. Lo mismo le ocurrió con el cuarto, un toro tonto de baba y medio muerto. Más parecía oveja de dulce redil que bravo toro de lidia.

A Juan José Padilla le correspondió un bicho que, tras mansear en el caballo, se dedicó a corretear sin rumbo fijo y con la cara alta. Torear con lucimiento aquel regalito era imposible, pero Padilla se empeñó en hacerlo y optó por quedarse quieto y dejar que el andarín le pasara los pitones por debajo de la barbilla.Aguantó al manso sin pestañear y le dieron una oreja que no pasará a la historia.

El Tato pretendió parar al fugitivo manso a derechazo limpio.Vano empeño, claro. Por su desconocimiento de otros recursos habría que castigarlo cara a la pared.

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