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Washington da por muerta la Destrucción Mutua Asegurada

Al Bill Clinton que ayer alcanzó modestos acuerdos sobre armamentos con Vladímir Putin le quedan apenas siete meses de presidencia. Aunque Clinton será, hasta el último segundo de su mandato, el comandante jefe de las Fuerzas Armadas de EE UU, con poder para ordenar cualquier cosa, desde un nuevo castigo a Irak o Serbia hasta una guerra nuclear, Putin lidiará durante la mayor parte de su estancia en el Kremlin con otro hombre: el demócrata Al Gore o el republicano George Bush. Jesse Helms, el poderoso líder del Comité de Exteriores del Senado, le recordó recientemente a Clinton, con mucha crudeza, su condición de pato cojo. Helms le pidió a Clinton que no suscribiera ningún acuerdo militar de envergadura con Putin y que le dejara esa tarea a su sustituto en la Casa Blanca. De modo específico, Helms anunció que el Senado vetaría cualquier modificación del tratado ABM de 1972 que pudieran alcanzar Clinton y Putin.

La propuesta de Bush

Bush, el candidato republicano, ya ha adelantado los elementos estratégicos de la política militar que aplicará de ganar las presidenciales de noviembre. Recogiendo la opinión de una amplia gama de expertos norteamericanos, Bush sostiene que la política de Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en sus siglas inglesas) es obsoleta. La política MAD, cuyo paradigma caricaturesco fue el personaje del Doctor Strangelove encarnado por Peter Sellers en el filme de Stanley Kubrick, es la que llevó a que Moscú y Washington construyeran en la guerra fría miles de cabezas nucleares. Se trataba de impedir una guerra nuclear por el procedimiento de garantizar que, fuera quien fuera el que la comenzara, los dos rivales quedarían destrozados.

El resultado fue que nunca estalló la guerra, pero hoy existen 30.000 armas nucleares en el planeta. Con el apoyo de Henry Kissinger y Colin Powell, Bush propone una reducción drástica y unilateral del arsenal nuclear estadounidense.

"Nuestra seguridad ya no depende de un equilibrio del terror nuclear", dice el candidato presidencial republicano. A cambio propone construir un gran escudo protector contra misiles de largo alcance que casi deja pálido el sueño de la guerra de las galaxias de Ronald Reagan.

Los asesores de Bush están convencidos de que el Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares, que rechazó la mayoría republicana del Senado de EE UU, es irrelevante. Ningún papel, piensan, va a impedir que países como India y Pakistán, por no hablar de Irak y Corea del Norte, intenten dotarse de armas nucleares.

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