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PTA

Los andaluces somos propensos a los olvidos históricos y así nos va. Más aún, nos gusta lamernos las heridas y pocas veces somos capaces de valorar lo nuestro. Si catalanes, vascos o madrileños tuvieran el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) que existe en Málaga, hubieran sonado clarines de gloria. El PTA, muchos años antes de que a los gobiernos les diera por la innovación tecnológica, ya había iniciado la carrera de las nuevas tecnologías.Quienes ahora, desde las filas conservadoras, le echan en cara al presidente andaluz, Manuel Chaves, apuntarse a la innovación, olvidan que fue él, seguido por Zarrías, Pascual, Montaner, Aparicio, Asenjo, Luciano Alonso, Magdalena Álvarez y otros los que hicieron una apuesta porque Andalucía iniciara la revolución tecnológica hace ya tiempo. En aquellos años fue necesario invertir mucho esfuerzo, trabajo e ilusión para poner en la autopista de las nuevas tecnologías lo que era un páramo y vertedero de basuras en las afueras de Málaga.

Hoy, el PTA factura el 10% de las tecnópolis españolas y acoge el 18% de las empresas radicadas en este tipo de instalaciones. Buena parte de esta cuenta de resultados se debe a Felipe Romera, director general del PTA, un valor en alza que huye de las luminarias y las palmaditas en la espalda. Gracias al PTA, donde trabajan 2.200 personas, de las que el 50% tienen titulación universitaria, las perspectivas de trabajo para postgraduados andaluces van en aumento. La estrecha colaboración de la Universidad de Málaga con el PTA es un ejemplo a seguir. Se necesitan 400 expertos en informática y en telecomunicaciones. Es la mejor respuesta a aquella noche de octubre del 91, en el Ritz de Madrid, cuando Manuel Chaves lanzó un órdago en el que pocos creían y que ahora, con los datos en la mano, evidencian que el camino no ha sido erróneo. Airtel, Nokia, Citesa, Telecom, Cetecom, etcétera, han hecho una apuesta por nuestra tierra y ponen en valor lo que fue tildado de "megautopía" del presidente andaluz e incluso llegaron a denominar "Parque Tontológico". Somos los últimos en reconocer que en nuestra tierra se saben hacer bien las cosas.

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