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Reportaje:

La compañera de la industrialización

RETRATO ECONÓMICOPara encontrar el origen del sector del metal, habría que remontarse a las ferrerías que en el siglo XIX poblaban este territorio. Pero sin irse tan atrás, es la industrialización vasca la que marca el inicio de la metalurgia, un sector que ha sufrido altibajos y que acaba de superar con éxito un duro periodo de reestructuración y ajuste tras la crisis de mediados de los setenta. Este periodo llegó tras la etapa dorada de la metalurgia, que vivió unos ejercicios excelentes con la política autárquica de la dictadura franquista.Un ejemplo de reestructuración cercano en el tiempo es el de Altos Hornos de Vizcaya, un gigante que ha empleado a miles de trabajadores, y cuyo vestigio es la ACB, que apenas emplea a 300 personas. Más reciente es la reestructuración de Babcock Wilcox, que, en su largo proceso de privatización, ha tenido muchas novias y despechos para finalmente terminar siendo propiedad de la alemana Babcock Borsig.

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Con esta operación, se ha cerrado una de las páginas del necesario ajuste en el sector vasco de bienes de equipo, pero todavía tiene que llegar una solución para Mecánica de la Peña. Mecapeña, propiedad de la multinacional anglonoruega Kvaerner y de High Tech, lleva en suspensión de pagos más de un año y está pendiente de la respuesta del gigante estadounidense Mc Dermott. Mientras, los trabajadores no paran de movilizarse reclamando una solución que garantice la continuidad de la compañía.

El peso de este sector es indudable. Unas 4.000 empresas y 137.600 trabajadores viven de la metalurgia en Euskadi, que representa el 15% del empleo del sector español del metal y el 54,7% de la plantilla de la industria vasca. Este sector factura aproximadamente 2 billones de pesetas. La cantidad de diferentes empresas y subsectores que agrupa la metalurgia y la escasez de estadísticas sobre las ventas del sector impiden ofrecer una cifra más exacta.

De hecho, la Federación vizcaína de empresas del metal (Fvem), -con 900 empresas asociadas que emplean a 32.000 trabajadores y que facturan en torno al billón de pesetas-, es la única agrupación profesional de esta actividad en el País Vasco. En este hecho ha influido la historia de las organizaciones empresariales vascas.

En Vizcaya, las agrupaciones profesionales son un fenómeno antiguo, que comenzó hace más de 100 años con la Liga de Productores Vizcaínos y el Centro Industrial y Mercantil. Esta tradición en el asociacionismo empresarial no existe en Guipúzcoa y Álava, tanto es así que mientras la patronal vizcaína Cebek está integrada por federaciones sectoriales, la alavesa Sea y la guipuzcoana Adegi tienen como socias a las empresas y no a las asociaciones.

El metal tiene sus principales baluartes en la centenaria CAF, Marcial Ucín, GSB, Sidenor, Electrotécnica Arteche, ITP y Corporación Egaña, entre otras. Pero la característica de esta actividad es la cantidad de subsectores que agrupa. El sector incluye "a muchísimas empresas diferentes que sólo tienen en común la utilización de metales", comenta Jaime Fernández Alcedo, director general de la federación vizcaína. Por esta razón comparten la misma agrupación profesional empresas tan dispares como Desguaces y grúas Deusto, Babcock Wilcox, Industria de Turbo Propulsores (ITP), Matricerías Deusto, Ascensores Schlinder y Astilleros de Murueta.

"Las empresas que han sobrevivido [a la crisis] están muy bien situadas tecnológicamente y en el exterior", destaca Fernández Alcedo. La Unión Europea, mayoritariamente, y, en menor medida, América, África y Asia importan productos de las empresas del metal vascas. Según datos de la federación vizcaína, las exportaciones de este sector, que alcanzan los 297.410 millones de pesetas (1.787,4 millones de euros), representan el 73,7% de las ventas exteriores de la industria vasca.

Escasez de operarios

"Hay proyectos empresariales que no se llevan a cabo en el sector por falta de mano de obra. Sobran personas para puestos de administración y de dirección y falta gente para el taller", asegura Jaime Fernández Alcedo, director general de la Federación vizcaína de empresas del metal. La crisis industrial, que retiró a toda una generación de experimentados operarios, y la masiva asistencia a la universidad han provocado que ahora haya más economistas que soldadores, aunque los primeros pasen a engrosar las listas del paro y para los segundos haya numerosas ofertas de empleo por cubrir.La falta de mano de obra cualificada es un problema que afecta a numerosas empresas y que, en opinión de Fernández Alcedo, no tiene solución a corto plazo "porque sigue sin entrar gente suficiente en la formación profesional". Desde la federación vizcaína se ofrecen cursos de formación para reducir al máximo los periodos de adaptación de los nuevos trabajadores a sus puestos de trabajo. "Este tipo de empleos tienen demanda y una retribución digna", asegura el director general de Fvem, que concluye que "la gente tiene que concienciarse de que la universidad es importante pero también es importante tener trabajo".

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