_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Loas con pluma de papagayo

JOSÉ LUIS MERINO

Analizamos dos exposiciones que se pueden ver estos días en Bilbao. Una de pintura, en la sala BBK, y otra de escultura, en la galería Windsor.

Con la probable intención de epatar a no se sabe quién se anuncia a la pintora Ida Barbarigo, nacida en Venecia en 1925, como una gran artista de prestigio internacional, que muestra por primera vez su obra en el Estado español. La realidad nos dice que eso no es más que vana palabrería, si se tiene en cuenta el valor de las obras en sí mismas. En términos objetivos, la exposición es bastante corrientita. Se salvan algunas obras fechadas en la década de los sesenta. Aquellas obras realizadas recientemente, las que van de 1993 al 2000, están preñadas de insuficiencias. Se han trazado sobre fondos oscuros, con los recurrentes trucos fáciles del emborronamiento y rascado, sin otra propuesta que enseñar al espectador cómo la figuración de los temas se hace unas veces de manera alusiva y otras de forma elusiva. Fácil es comprender que los resultados derivan en un simplismo supino. Lo cierto es que estas obras últimas ponen de manifiesto una muy endeble calidad pictórica.

En las obras ejecutadas años atrás, las de la década de los sesenta, los planteamientos también son bastante simplistas, puesto que para sus composiciones plásticas utiliza como modelos las sillas que pululan por las terrazas de los cafés. Es en el juego de respaldos, brazos y patas, todo ello arracimado entrecruzadamente, donde se "inspira" la artista para gestar ritmos gráficos; es decir, las grafías de colores discurren por los lienzos en una suerte de pintura de acción atenuada. Para "sujetar" cada cuadro, las patas se tornan puntiagudas y abiertas hacia abajo, en tanto las zonas altas aparecen como formas redondas y cerradas. Y por si esto no bastara, introduce con demasiada frecuencia la maulería socorrida de los chorretones.

No es de recibo presentar obras de los años sesenta, y dar un salto hasta las obras recientes, excepto un par de obras de 1973 y 1975. No tiene justificación alguna. Claro que mirándolo mejor, lo realmente injustificable es presentar la muestra como un hecho singular. Por cierto, las obras tituladas Seggiole di colore y Seggiole incrinate, fechadas en 1968 y 1973, respectivamente, están trabajadas bajo el mismo esquema compositivo. Al margen de que implica una empobrecida y lábil imaginación, lo sensato hubiera sido sustituir esta repetición por el muestreo de alguna obra de década anterior, como la de los ochenta, que es la que falta.

Se vive con frecuencia el todo vale. En momentos de ríos culturales revueltos, las plumas dedicadas al ditirambo se ganan el prestigio de los poderes establecidos. Eso pasa en todos los lugares, lo mismo en Nueva York, que en París, Berlín, Venecia y Bilbao. Siempre habrá críticos, catedráticos, profesores y periodistas que escriban espurias loas sobre artistas de escaso valor con la pluma que se le cayó al papagayo.

Respecto a las esculturas del gallego Manolo Paz, hay que señalar que adolecen de estar trabajadas sobre propuestas decorativas. Poseen una inclinación tendente al bibelot. Se advierte que los materiales de granito y cuarcita (roca silícea, de textura granujienta) que utiliza este artista, llevan un tratamiento suave, controlado, feble, en vez de haberse convertido en una ocasión óptima para artizar con talento, con fuerza e inteligencia expresivas. El resultado a la vista está: nos encontramos frente a un cúmulo de esculturas artísticamente correctas, pero carentes de emoción. Lo decorativo se ha impuesto a la creación auténtica.

El todo vale está reñido con el rigor de lo verdadero, pese a quien pese. La chapuza y la prisa son las armas de las que se sirven los culturamente nefastos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_