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Los litigios callejeros acaban con el degüello de una gallina

Juan Jesús Aznárez

La postergación electoral, lejos de calmar los ánimos, exaltó las bajas pasiones del activismo más violento y pagó las consecuencias una gallina ponedora, descuartizada a mano por un grupo de energúmenos. El ave de corral, utilizada en una cuña propagandística por Francisco Arias para llamar cobarde a Hugo Chávez por rechazar un debate televisado, sufrió un calvario en las inmediaciones del Consejo Nacional Electoral y, cacareando de terror, perdió la vida."El espectáculo de la gallina lo que demuestra es el clima lamentable en el que nosotros estamos. Fue un acto de salvajada, un acto de primitivismo puro", lamentó el Fiscal General, Javier Elechiguerra. "Hay un clima de violencia, de rencillas y odios, y hasta en las paradas (de autobús) los venezolanos se caen a golpes, y eso hay que evitarlo".

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Militantes del Movimiento Quinta República (MVR) toparon con otros de la oposición a las puertas del CNE, en Caracas, y la policía debió interponerse para evitar que una trifulca que comenzó con insultos de arriero acabara cuerpo a cuerpo. "¡Fuera Carter! ¡Gringos fuera, fuera la mano peluda, Chávez ya ganó", vociferaba el oficialismo de andamio. "¡Gracias Centro Carter, la sociedad venezolana lo agradece!", respondían sus homólogos en la oposición. Los boinas rojas mentaban la madre de imperialismo yanqui, y los contrarrevolucionarios a la de aquéllos. La bronca acabó con el sacrificio del animal y la intervención de la Policía Metropolitana para desalojar la zona.

Al cruce de imprecaciones por encima de la barrera policial siguió el desgañitado vuelo del ave de corral, enarbolada en alto por la gente de Arias para mortificar al chavismo con equívocas referencias al suministro de huevos. Atrapada por las filas gubernamentales, el más bruto entre ellas le retorció el cuello hasta quedarse con él en la mano, un trofeo que la turba de primera fila aplaudió a rabiar. Cuajos de carne y plumas fueron utilizados como munición arrojadiza, y la cabeza de la degollada a punto estuvo de acertar en Alfredo Ramos, cabecilla de las huestes que pedían un nuevo Consejo Electoral.

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