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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre el collarín de la muerte

La maldad es sencilla. Tan sencilla que dan ganas de llorar y de apretarse la cabeza con las manos y cerrar los ojos esperando despertar en otra parte.Sencilla es la cobardía de buscar a una persona inocente, de involucrar a un civil en una guerra de bestias, pues sencilla es la falta de cordura a la que debe estar sometido un hombre al colocarle un collarín explosivo a una mujer llamada Elvia Cortez.

Pues ésa es la vida, o al menos así lo es en un país donde la sangre cubre los campos de café y los campos de refugiados. Ya no nace nada en Colombia, en esa misma nación donde se venden en las calles anestesias para la muerte y donde los jóvenes como yo han decidido escapar de las balas antes de que por pensar alguien los mate.

Pues horrendos asesinatos como los de Elvia Cortez, aquella mujer que cometió el gravísimo pecado de no someterse a una horda de animales, son los que nos hacen cerrar los ojos y contener la rabia. Colombia, además de ser el país de la coca, el café y las esmeraldas, es la bandera de una humanidad fracasada. Colombia representa la verdadera bestia que el ser humano guarda por dentro. Asesinos en serie, terroristas, genocidas, gobernantes corruptos, negociantes de droga y muerte, y una supuesta guerra civil que involucra a tres inmensos y temibles fuertes, forman parte de un trágico circo empapado de sangre, donde ya nadie aplaude, donde ya nadie se divierte.

Es precisamente esa guerra, como manifestación física de la crisis y del derrumbamiento del sistema social, el conjunto que conlleva a la destrucción de las garantías y de la seguridad de todo individuo y, de la misma forma, su propio equilibrio en un sistema que ya no le pertenece. Si el individuo no existe, mucho menos lo hará el futuro.

¿Ganará alguien? Sin duda, no. No se puede ganar en un tablero donde la muerte ha derretido todas las reglas. Una guerra que ha llegado mucho más bajo que el infierno, que ha decidido olvidar lo que se debió aprender con las pasadas guerras y con los horrores que la humanidad ha sufrido en otras décadas.

Niños, mujeres, periodistas, futbolistas, humoristas, adolescentes, estudiantes, jóvenes soldados, campesinos, minusválidos, ancianos, perros y vacas han sido parte de las explosiones, de la carnicería y de la barbarie.

¿Revolución? ¿Ideas marxistas o lucha contra el capitalismo? ¿Problema del consumo y la venta de estupefacientes? No; las cosas son mucho más profundas y de raíces más podridas y serias. El problema de Colombia es un problema de humanidad, es un problema de dignidad y de respeto ante la vida. Pues ya no vale nada... Ni siquiera las palabras, ni siquiera la magia o los sueños.- ,

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