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Ciudad global

JAVIER UGARTE

En la ciudad norteamericana de San Luis, ese gran centro del Missouri comercial y mítico, quieren canalizar las energías de su área metropolitana con vistas al futuro haciendo un puerto espacial como base de vuelos comerciales orbitales y suborbitales para toda la zona centro de Estados Unidos. ¿Es lo que viene? Mientras tanto, la ciudad se degrada y despuebla. Los barrios se segregan entre los compuestos por más del 85% de afroamericanos y los otros con menos del 2%. La clase media y alta (blanca en su inmensa mayoría) huye de la ciudad hacia los municipios residenciales alejados del centro. El ayuntamiento, dominado por gentes de color, se opone a unirse al condado de San Luis (blancos y ricos) para no perder poder político de la comunidad negra. El paro es hoy alto en los barrios negros del norte, así como la delincuencia y el narcotráfico.

La sociedad promotora, Saint Louis 2004, es optimista a pesar de ello (sus lemas son "Empleo, Educación, Medio Ambiente y Gobierno"). Espera promover un entorno positivo a través de la creación de infraestructura, vivienda adecuada y adecentamiento y limpieza de los barrios pobres. Ello permitirá la instalación de empresas de bio y nanotecnología que abrirán un horizonte prometedor. Este tipo de proyectos promovidos por empresas privadas son habituales en EE UU. Son las utopías tecnocráticas de finales de siglo. Mientras tanto, los entornos metropolitanos norteamericanos se degradan, desagregan y despersonalizan. ¿Qué prevalecerá? En todo caso, la clave está en las ciudades.

También en Europa las ciudades, se diga lo que se diga, son la clave. Red europea de ciudades, proyecto de Ciudades Durables (sic) o Ciudades de Desarrollo Sostenible, o la Agenda Urbana de la UE, son algunas de las actuaciones en marcha. La Europa real, la que sea que venga, se está construyendo sobre el eje de ciudades Londres-Norte de Italia (con derivas hacia Berlín y Barcelona-Valencia). Es el eje en el que se concentran inversiones, laboratorios y nuevas empresas, universidades, museos, auditorios, festivales y ferias del libro o las telecomunicaciones. El eje atlántico, que tanto nos concierne, no pasa de ser un eje potencialmente interesante, con oportunidades en los servicios de calidad, las infraestructuras portuarias y de comunicación trasatlántica. Pero falta un núcleo que lo lidere. Ni Bilbao ni Burdeos ni Lisboa dan la talla (siento infligir esta afrenta al orgullo del Bilbao 700). Sólo una ciudad vasca, archipiélago de ciudades realmente existentes, puede asumir esa tarea.

Situados ante esa necesidad, y para quienes preferimos la ciudad a la nación, la memoria del patio con piedras en el que jugábamos al fútbol o a las guerras, tanto da (strawberry fields, for ever), a la bandera y el culto a las montañas queridas (ara nun diran); para quienes preferimos el interior de un ruidoso café a los juegos florales, resulta alentador ver a la Consejería de Ordenación Territorial reunida el pasado 9 de mayo con los alcaldes de Bilbao, Vitoria y San Sebastián para concertar un plan para Euskadi como Ciudad Global. Buscaban determinar los puntos fuertes y débiles de las tres ciudades. Pero, sobre todo, se planteaban redimensionar sus potencialidades (abiertas a Logroño, Pamplona, Santander o Bayona) con indudable atractivo de inversión y vida social.

La cosa no es nueva (ahí están las excelentes DOT del Gobierno vasco y el Plan Territorial Parcial de la Diputación alavesa), pero reconforta pensar que los programas van adquiriendo grados de concreción, aunque todavía muy limitados. Está bien así. Pero los programas de remodelación urbana que interesan son aquéllos en los que el impulso parte desde dentro. Es urgente, pues, que se pongan en marcha los Foro-Ciudad contemplados en el proyecto.

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