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Reportaje:

Las diferencias culturales dificultan la integración

La integración de los alumnos gitanos es más complicada que la de los inmigrantes, explica el sociólogo de la educación y autor del libro Alumnos gitanos en la escuela paya, Mariano Fernández Enguita. "A un adolescente gitano le resulta difícil aceptar la autoridad de una maestra (porque a esa edad él manda sobre su madre y sus hermanas), separarse de sus hermanos en clase o reunirse en el patio con gitanos de diferentes clanes cuando están en conflicto. Los niños payos no están acostumbrados a determinadas actitudes de la cultura gitana". Pero matiza que "nada de esto es insalvable con el apoyo necesario".Fernández Enguita propone que sean las juntas de escolarización, y no los centros, las que asignen a los niños a los colegios, que se establezca un porcentaje mínimo y máximo de aceptación de minorías por centro y que se retire el concierto a los colegios que no lo cumplan.

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El absentismo escolar afecta al 66% de los 180.000 estudiantes gitanos españoles. Asociaciones y expertos exigen apoyo a la integración para evitar sucesos como el de Barakaldo

Algunas asociaciones de gitanos (de las 300 que hay) hacen lo imposible: editan materiales escolares de apoyo para los niños gitanos y actúan de intermediarios entre los centros y las familias por falta de profesionales. El presidente de Expresión Gitana (que agrupa a unos 300 jóvenes), Mariano González, señala que las condiciones económicas de los gitanos influyen en que muchos chavales jóvenes no acaben la escuela: "La prioridad para muchas familias es la supervivencia y, aunque esto está cambiando, es un proceso lento. Es importante que las administraciones preparen mediadores sociales que sean gitanos, como en Andalucía, donde hay unos 600".

El director del Secretariado Gitano, José Manuel Fresno, afirma que los niños gitanos son la minoría más rechazada socialmente. "Hay mucho trabajo pedagógico que hacer en la sociedad, de reducción de prejuicios y estereotipos, y con los profesores. Hay que evitar la concentración de minorías en los centros y crear mesas de escolarización para planificar la distribución. La dispersión, unida a la ayuda de profesores de apoyo, es la clave porque garantiza que el nivel del centro no baje".

Francisco Santiago, de Unión Romaní, insiste en la necesidad de mediadores, un papel que hacen ellos, pero que se debería institucionalizar. Esta asociación ha puesto en marcha un programa con 180 niños gitanos de siete colegios de Barcelona a los que imparten clases de refuerzo después del colegio.

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