Volver a Euskadi
Esta vez, Clinton, Putin y otros personajes que lo hacen con frecuencia no aparecerán en estas líneas. Ceden el espacio a José Luis López de Lacalle. La historia también se hace desde abajo. Con una muerte noble se hace más historia que con un asesinato indigno. A José Luis lo ha matado ETA para que él y otros no escribieran más sobre Euskadi; escribir sobre Euskadi es mi respuesta a ETA. Se lo debo a José Luis, amigo de esa clase de amistad única que se fragua compartiendo la esperanza y el riesgo. Amigo desde los tiempos de la clandestinidad antifranquista. Se lo debo a tantos vascos que participaron en aquella lucha. Se lo debo a los españoles que, quizá recordando aquellos lejanos tiempos en los que ser vasco era casi sinónimo de ser un luchador por la libertad, manifiestan el buen sentido de gritar "¡vascos, sí; ETA, no!", pese a que ETA ya ha empapado en sangre no sólo su nombre falso, sino el de todo el nacionalismo vasco y el propio nombre de Euskadi. ETA (Euskadi ta Askatasuna) significó un día "Euskadi y libertad", hoy significa "Euskadi sin libertad". La libertad vasca se llama ahora "Euskadi sin ETA".No hay que darle más vueltas. La discusión es tan vieja que volver a ella me da pereza. Poco antes de la muerte de Franco pregunté a ETA: ¿se callarán las pistolas que hoy disparáis en nombre de la libertad de Euskadi, cuando el pueblo vasco pueda hablar por sí mismo? Está publicado en Hemen eta Orain, una revista que era clandestina, pese a lo cual nadie te mataba por escribir en ella. Franco se murió, el pueblo vasco ha hablado repudiando una y otra vez a ETA y ETA ha continuado matando porque dice que está en guerra. ETA se ha convertido en Franco. Eso no es un insulto forzado. Cuenta Villalonga en sus Memorias que, "durante la guerra civil, Franco le dijo a un legionario: 'Si no te gusta el rancho, no te lo comas'. El soldado tiró el rancho al suelo y Franco le pegó un tiro en la cabeza". Eso es lo que ETA le ha hecho a José Luis. Franco empezó la guerra diciendo que respetaba la República. Supongo que alguien le creyó, igual que hoy hay gentes en Euskadi que creen a ETA cuando dice que lucha por la autodeterminación. Ahora que cientos de crímenes han contestado a la pregunta que le hice a ETA hace un cuarto de siglo volveré a hacerle otra: ¿si en un referéndum la mayoría de los vascos se manifestaran contra la independencia dejaríais de matar? Y esta vez adelantaré la respuesta. No, ETA continuaría matando por la independencia. Después de seguir matando desde que hay democracia, quién puede creerse que ETA iba a responder diciendo: "¡Ah, no queréis la independencia, pues nos disolvemos!". Desde luego, no Xabier Arzalluz, que una vez me explicó que la idea de autodeterminación es ajena al nacionalismo vasco porque sus aspiraciones soberanas se asientan en derechos históricos forales, y no en el resultado que pueda arrojar una consulta electoral coyuntural. Entonces, ¿por qué situar al PNV en el terreno de la autodeterminación, llámesele "ámbito vasco de decisión" u otra cosa? ¿Quizá pensando que en un referéndum que se celebrara hoy los vascos se pronunciarían mayoritariamente por la independencia?
Xabier Arzalluz conoce de sobra Euskadi para pensar eso. Es cierto que, durante los años noventa, en Europa se han creado un puñado de Estados nuevos, algo que no había ocurrido en el medio siglo anterior, y que eso ha reverdecido las aspiraciones independentistas de algunos nacionalistas vascos. Pero también es cierto que la creación de esos Estados está costando tanta sangre, penurias y sufrimientos que otros muchos vascos (y entre ellos también nacionalistas) han comprendido que intentarlo es jugar con fuego. No puedo citarle literalmente, pero no hace mucho Xabier Arzalluz dijo que, aunque no sabía cuánta gente de su partido lo era, él es favorable a la independencia. Ahora le haré una pregunta a Xabier Arzalluz: ¿por qué no organiza un referéndum en el PNV? Así sabrá lo que opinan sus afiliados y, si le parece conveniente, podría dividir el partido en dos: el PNV-independentista y el PNV-no-independentista. Eso contribuiría a aclarar la política vasca. ¿Le parece conveniente? Hágalo. ¿No le parece conveniente? Entonces, ¿por qué quiere hacerlo en Euskadi?
Menos que Xabier Arzalluz, pero algo conozco mi país y sé que un referéndum daría un resultado ampliamente contrario a la independencia. Éste es el momento en el que Xabier Arzalluz me podría preguntar a mí: "Entonces, ¿por qué se niegan a hacerlo?". Ya lo he contestado: porque ETA no aceptaría el resultado y continuaría matando. Pero Xabier Arzalluz es un gran polemista y probablemente me diría: "Bien, supongamos que ETA ha dejado de matar, que se celebra un referéndum y que la mayoría dice sí a la independencia. ¿Aceptaría Madrid que Euskadi se separase de España?". Un político no debe pronunciarse sobre situaciones hipotéticas, pero, como yo no lo soy, contestaré con otra pregunta: ¿cómo aceptarían los vascos ese resultado? Y también voy a responder a mi propia pregunta. Esa hipotética mayoría independentista se desglosaría de la siguiente manera: mayoría en Guipúzcoa, mayoría raspada en Vizcaya y clara minoría en Álava. Los independentistas de todos los sitios argumentarían que el resultado de Álava era irrelevante y debía subsumirse en el conjunto del resultado de Euskadi. Pero los no-independentistas alaveses dirían que el resultado en su territorio les facultaba para desgajarse de la Euskadi que se independiza y, consiguientemente, para quedarse en España. A fin de cuentas, si Euskadi es una nacionalidad reconocida, Álava es un territorio con fueros igualmente reconocidos, histórica y actualmente. No sería difícil que esa discusión condujera a una pugna sobre el control del territorio y que la Ertzaintza tratara de hacerlo efectivo. Pero los alaveses no-independentistas pedirían a la Guardia Civil y al Ejército español que permanecieran en Álava. ¡Delicada situación, verdad! Tanto que se parece a lo que ocurrió con las Krajinas en Yugoslavia. Pero lo más interesante empieza cuando, en pleno litigio sobre el futuro de Álava, en Navarra, más precisamente en la zona de Alsasua, aparecen fuerzas que plantean la separación de España para unirse a una Euskadi independiente. Como reacción, en el centro de Navarra, digamos Estella, se extiende un movimiento navarrista que quiere mantener su pacto foral histórico y, como ultrarreacción, en la ribera del Ebro, digamos Tudela, se inflama un sentimiento de unión con España sin más matices. Estamos hablando de Euskadi, pero es fácil reconocer una acusada similitud con lo que pasó en Bosnia.
Todo esto es política ficción, claro, pero descubre una realidad. La realidad es que la simple posibilidad de convocatoria de un referéndum, no la convocatoria en sí, sino la simple posibilidad de que pudiera producirse, generaría una dramática fragmentación política y social del País Vasco y de Navarra en las direcciones indicadas. Yo creo que Xabier Arzalluz sabe que pasaría eso y que no le gustaría ver un enfrentamiento así entre vascos. Esperaré el día en que deje la política para que me diga si es así, porque en su posición actual no puede hacerlo. ¿O sí puede? No sé, es cosa suya. Por mi parte, y un poco por mi profesión, le diré una cosa. Un Estado democrático que no contempla la autodeterminación en su Constitución no puede aceptar la posibilidad de convocar un referéndum de autodeterminación. Ni siquiera en el caso de que en uno de sus territorios surja un movimiento respaldado durante mucho tiempo por una mayoría muy amplia reclamando la independencia. Ante una situación así, el Estado sólo tiene dos opciones. Una es la que ha seguido Rusia con Chechenia, que yo no recomendaría nunca. La otra, negociar con los independentistas la separación obteniendo garantías para los ciudadanos de ese territorio que no quieren la independencia. Si algún día en Euskadi, después de que haya desaparecido ETA, un partido nacionalista con un programa que reclame directamente la independencia gana una y otra vez mayorías muy amplias, yo recomendaría moverse por la segunda vía. Así pues, si el PNV quiere de verdad la independencia, lo primero que tiene que hacer es decirlo sin subterfugios, y lo segundo, ganar consistentemente para esa posición, digamos, a la mitad de esa mitad de vascos que hoy claramente no quieren la independencia. Entretanto, los vascos que no queremos la independencia, como es natural, trataremos de convencer a la mitad de esa otra mitad de vascos que no tienen claro si la quieren o no la quieren de que la independencia es lo peor para Euskadi. Puede resultar largo, pero entretanto tenemos una tarea que una gran mayoría de vascos podemos hacer juntos: acabar con ETA.
Carlos Alonso Zaldívar es diplomático.
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