La grandeza
Hace poco más de veinte años la democracia española se cimentó en lo que vino a llamarse transición, llevada a cabo con una mezcla de buena voluntad, chapuza y deseo de pasar página. Visto hoy con la perspectiva del tiempo, el resultado ofrece claroscuros, pues al lado de las saludables libertades que hoy disfrutamos hay aspectos negativos que tienen difícil arreglo. Uno de los que a mí más me preocupan, ya lo sabe el lector, es la paulatina evaporación del pasado como referencia.El enorme avance del bienestar general en Occidente ha relajado las costumbres y diluido el concepto de la grandeza humana. Para comprobarlo no hay más que echar un vistazo a nuestros actuales triunfadores del entertainment político-mediático, que en sus distintas acepciones suelen ser individuos de pacotilla, artificialmente inflados por los medios (Enrique Iglesias, Villalonga, Zaplana, Rociíto...), o bien asomarse a cualquiera de las basuras que nos ofrece la televisión (Tómbola, Gran Hermano...), donde se ensalza lo más zafio, superficial y vomitivo de la fauna ibérica, y digo fauna con perdón de la auténtica.
Qué le vamos a hacer, yo siempre me sentí atraído por el polo opuesto de ese mundo y en mis libros no hay más que perdedores, pues considero que éstos son, por así decirlo, la sal de la tierra.
Hace unos días, en la UIMP, tuve la suerte de codearme con algunos de los viejos derrotados del 39. La circunstancia no era otra que un curso de título atractivo: Memoria histórica y fuentes orales: Guerra, exilio y resistencia. La memoria, sí, esa función cada vez más anquilosada en el entorno globalizador que busca uniformizarnos a todos, fue el objetivo de este curso magnífico, en donde a las doctas enseñanzas teóricas y metodológicas de un selecto plantel de profesores universitarios se unió la praxis de quienes vivieron en sus carnes la guerra y la represión.
Especialmente emotivos fueron los testimonios de los protagonistas del exilio, tanto exterior como interior. Allí estaban, entre otros, Florián García, maquis de la Agrupación Guerrillera de Levante; Carmen Delgado y Pilar Soler, que reivindicaron la condición femenina en su lucha contra el tirano; José Boquet, un maestro represaliado, que nos habló de las insufribles humillaciones a que se libraban los vencedores; Luis Lavín y Eduardo Pons, militantes libertarios, y Adelina Kontratieva, brigadista soviética que le ofreció a la República su juventud. Oyendo las sencillas explicaciones de estos héroes desconocidos uno podía comprobar que la verdadera grandeza humana está de su lado.
A la absoluta mentecatez de buena parte de los artistas y de los politicastros actuales le opongo yo la serena dignidad de estos viejos derrotados. Nunca se pusieron de rodillas y eso los honra. Sus vidas generosas son un ejemplo que, por desgracia, pocos seguirán, pero el testimonio que nos dejan, escrito, oral, gráfico, pronto incluso en Internet, será una semilla viva e imperecedera, siempre dispuesta a fecundar a nuevas generaciones menos conformistas que las actuales. Y cuando la globalización estire tanto la cuerda que termine por romperla y esto reviente, habrá que volver la vista atrás para inspirase en ellos.
P.S. ¡Ah!, yo también me adhiero al manifiesto No nos callarán.
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