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Cataluña y la economía digital MIQUEL BARCELÓ

Durante estos últimos meses se ha popularizado el término nueva economía como sinónimo de grandes operaciones financieras en bolsa, que moviliza miles de millones de pesetas y que parece que va a desplazar a la supuesta vieja economía. En realidad, en Estados Unidos, que es donde se ha iniciado este proceso, también utilizan un término que se ajusta más a la realidad de las cosas: la economía digital emergente. Se trata de un nuevo sector de actividad basado en las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), con un ámbito todavía impreciso y que incluye a fabricantes de equipos y sistemas, operadores de telecomunicaciones, empresas de contenidos digitales y servicios de todo tipo relacionados con el mundo digital.Este nuevo sector económico emergente, que representa actualmente alrededor del 40% del crecimiento de la economía norteamericana, ha introducido una nueva dinámica innovadora en el mundo empresarial y está movilizando una parte cada vez más importante de los fondos de capital riesgo a escala internacional.

Probablemente no resulta del todo apropiado referirse a una nueva economía, puesto que en realidad se trata de una nueva base tecnológica con un enorme potencial de transformación de los distintos sectores económicos -industria y servicios- y con capacidad para generar un nuevo sector emergente. Las leyes económicas de la oferta y la demanda, los criterios de valoración de inversiones y, sobre todo, la necesidad de generar beneficios para mantener estructuras empresariales viables, siguen gravitando sobre cualquier iniciativa empresarial en el mundo digital.

Es cierto que en la fase actual de guerra de posiciones y de conquista de nuevos mercados con importantes expectativas futuras, el capital inversor acepta participar en proyectos deficitarios durante los primeros años. Pero no es menos cierto que si no se confirman las previsiones, estas iniciativas serán inviables, como ya está ocurriendo en algunos proyectos lanzados alegremente sin mucha reflexión ni conocimiento sobre la lógica del nuevo sector.

La economía digital emergente está basada en el valor del conocimiento y en los valores de la creatividad y del trabajo en equipo de los miembros de una organización -en esto no es diferente de los sectores llamados tradicionales-, pero dispone de un nuevo instrumento que transforma radicalmente las formas de producción y distribución de los productos y la estructura de costes de las diferentes fases de la producción. Se trata de Internet, no ya como nuevo medio de comunicación, sino como nuevo medio de producción a escala global que conecta, sin limitaciones de tiempo y espacio, a todos los agentes que intervienen en las distintas fases del sistema productivo.

Situación en Cataluña. En este contexto de cambio acelerado, los distintos países están intentando situarse correctamente para no quedar relegados de esta importante carrera que va a determinar su futuro económico y su equilibrio social. El mundo empresarial, generando iniciativas de adaptación y de cambio positivo para aprovechar el potencial del nuevo escenario. Los gobiernos, aplicando políticas públicas que favorezcan dichas iniciativas.

En Cataluña, los sectores llamados tradicionales, en general, están haciendo esfuerzos de adaptación incorporando tecnologías como Internet o definiendo nuevos modelos de negocio en la red. Aunque han empezado tarde y de una forma desigual, el principal problema radica en las dificultades que tienen -sobre todo los directivos- para efectuar el necesario cambio cultural y que éste impregne al conjunto de la organización. La realidad de cada sector es distinta pero, en general, deberán realizar un gran esfuerzo de adaptación durante los próximos meses si no quieren verse desbordados por la dinámica de la economía digital.

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Por su parte, las empresas del sector digital están naciendo y se están desarrollando, pero a un ritmo excesivamente lento comparado con lo que ocurre en otros países. En este aspecto corremos el riesgo de perder el tren si no se produce a corto plazo una enérgica reacción. Simplificando un poco, se puede afirmar que las actividades de producción de equipos y sistemas digitales tienen hoy un peso marginal en la economía catalana, posiblemente con la única excepción de las empresas de electrónica de consumo que se concentranen la región metropolitana de Barcelona. En cambio, las empresas de software de aplicación y servicios asociados, sobre todo estas últimas, están teniendo un desarrollo espectacular durante los últimos años debido al tirón de la demanda de las empresas industriales y de servicios llamados tradicionales. Su principal problema es la falta de personal especializado. Se estima que a finales del año 2001 en Cataluña puede haber un déficit de unos 50.000 expertos en tecnologías de la información que no podrán cubrir las demandas de las empresas de todos los sectores productivos.

En cuanto a las empresas de Internet, durante la reciente celebración de BIT 2000 y del Internet Global Conference, se ha podido constatar el crecimiento del número de iniciativas empresariales con algunos casos interesantes. Destaca como elemento positivo la presencia en Cataluña de numerosas empresas de capital riesgo, la mayoría de las cuales no existían o no estaban presentes en el mercado catalán hace tan sólo un año. El punto débil del sector sigue siendo la falta de proyectos de gran dimensión y la poca implicación de los inversores tradicionales de Cataluña en el mundo digital. Sería importante que estos dos aspectos negativos, asociados en buena parte a la cultura empresarial existente en nuestro país, se superasen lo antes posible.

En este contexto, los Operadores de Telecomunicación tienen su mercado preferente en Madrid y en Cataluña y, a pesar de algunas limitaciones del proceso de liberalización del sector, se están empezando a notar los efectos de la competencia en beneficio de los usuarios. Cabe destacar, sin embargo, la ausencia de inversiones productivas en este sector que podrían generar un tejido empresarial hoy prácticamente inexistente en Cataluña. Para las operadoras de telecomunicación, con independencia de donde tengan su sede social, Cataluña representa un gran mercado pero nada más. Parece que los poderes públicos catalanes no han sabido o no han podido pactar ningún plan industrial ni de investigación con estas empresas, prácticas por otra parte habituales en los restantes países. Para terminar esta rápida panorámica, veamos la situación de las infraestructuras de banda ancha, en general relacionadas con las redes de cable. A pesar de los esfuerzos que realiza el Consorcio Localret, que agrupa a la práctica totalidad de los ayuntamientos de Cataluña, las inversiones van más lentas de lo que se podría esperar. Esta es una infraestructura básica para el desarrollo del sector digital y sin ella será muy difícil, sino imposible, alcanzar a los países más desarrollados.

Hace ahora un año, la Generalitat y Localret presentaron ante el Parlament el Plan Estratégico de la Sociedad de la Información, realizado con la participación activa de la sociedad civil catalana, que hasta ahora no ha tenido el desarrollo previsto. Por otra parte, los Presupuestos de la Generalitat, aprobados recientemente, no siguen las recomendaciones presupuestarias que se hacían en dicho documento, con lo que difícilmente se podrán llevar a la práctica las acciones programadas.

Para terminar, y a pesar de que algunos aspectos de la situación actual no invitan al optimismo, la sociedad catalana ha demostrado a lo largo de su historia su gran capacidad de trabajo para superar las dificultades y hacer frente a los retos que se han ido presentando, y estoy convencido de que, entre todos, sabremos aprovechar la gran oportunidad que representa la economía digital para Cataluña.

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