El sentimiento teatral
Con las ideas muy claras y un fuerte acento en la percusión, así empezó el baile de Rafael Amargo y sus artistas, en tono bravío pero sin exceso, entregándose. El espectáculo es una suite sin argumento, ligada por la música y una muy dinámica puesta en escena. Destáquese en primer lugar al propio Amargo, su baile personal y limpio, tachonado de intenciones dramáticas más que festivas.Su bailarina de cabecera, Rafaela Carrasco, es una grata sorpresa entre las jóvenes del flamenco de hoy: despierta, inquieta en lo formal (firma algunas coreografías), su danza es circular, de tendencia concéntrica y bellas figuras con las que remata sus evoluciones. Su zapato es firme; su mano, aérea, y se entiende muy bien con Amargo, como demostraron en los dúos.
Amargo Coreografía: Rafael Amargo, Rafaela Carrasco y Manuel Betanzos; música: Diego Franco y Pablo Suárez; vestuario: Juan Duyos y Lorenzo Caprile; luces: Dominique You
Dirección escénica: Carlos Martín. Teatro Bellas Artes. Madrid, 4 de mayo.
La producción se desenvuelve con elegancia y buen tono a pesar de un primer efecto escenográfico fallido de colgajos vegetales. Las luces siempre atinadas de Dominique You refuerzan la intimidad que necesitan algunos de estos bailes sentidos y en buen sentido sentimentales, con la honda y honesta voluntad de usar de la danza teatral flamenca para expresarse sin titubeos ni floreos.
El vestuario de Juan Duyos es desenfadado. Actual e imaginativo en su línea y en los tejidos, sólo rechina al final cuando pretende ponerse elegante; siendo una de sus primeras experiencias en ropa escénica, son más sus aciertos que sus fallos y osadías como las lentejuelas o los tópicos topos no molestan. Otra cosa son las batas de cola de Caprile, verdaderas piezas de costura, capaces de convertir a las muchachas en pinturas y a la Carrasco en una especie de Zuloaga de pinceladas luminosamente blancas.
El número Bahía de Cádiz es de gran belleza y musicalidad, recordando estampas vernáculas y bailes de antaño. Rafaela Carrasco logra mover su bata blanca en tiempo de adagio, y da gusto verla. Por lo demás, Amargo sortea como puede las dificultades de un escenario demasiado estrecho y poco profundo que no ayuda a la danza. La plantilla entera fue recompensada con calurosos aplausos tras una velada en que primó la voluntad de entrega.