_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Versiones y mentiras

El espectacular despliegue informativo realizado por el diario Gara -órgano periodístico del nacionalismo radical- con los documentos suscritos y las propuestas intercambiadas a lo largo de 1998 y 1999 entre ETA y los dos partidos nacionalistas que forman el Gobierno vasco (con mando sobre una policía autonómica de más de 7.000 miembros encargada de impedir los crímenes de la banda terrorista y de perseguir a sus autores) no ha hecho sino corroborar la existencia y precisar los detalles de esos indignos tratos. Resultaba ya en si mismo asombroso que las direcciones del PNV y de EA hubieran negociado clandestinamente, a espaldas de los gobernantes electos del Estado de Derecho y de la opinión pública, un acuerdo secreto con los jefes de una organización que ha cometido más de 800 asesinatos; ahora, el jactancioso reconocimiento de ETA de que el alto el fuego de septiembre de 1998 fue una tregua-trampa echa definitivamente por tierra tanto las justificaciones defensivas de los nacionalistas moderados como sus virulentos ataques contra el inmovilismo del Gobierno -que no cayó en la celada- como causante del regreso de la violencia. En cualquier caso, el pacto de agosto de 1998 desbordó ampliamente el marco del sistema democrático: el compromiso suscrito por ETA, PNV y EA para alcanzar la territorialidad y la soberanía de Euskal Herria (esto es, la unificación irredentista del País Vasco, Navarra y los territorios ultrapirenaicos y su constitución en un Estado independiente) implicaría la exclusión forzosa de -al menos- la mitad de la población de Guipúzcoa y Vizcaya, la mayoría de los ciudadanos de Álava, las cuatro quintas partes de los navarros y el 90% de los vasco-franceses.ETA hizo público a finales de 1999 su acuerdo secreto con PNV y EA, descargando sobre sus socios la entera responsabilidad de la ruptura de la tregua: según la banda terrorista, los nacionalistas moderados eran culpables de haber incumplido su compromiso de cortar todas las relaciones con el PP y el PSOE. El colérico desmentido realizado entonces por Arzalluz exteriorizó su humillación ante el engaño: habiéndose creído lo suficientemente listo como para jugar a dos barajas y ganar en ambas mesas (contra el Gobierno y contra ETA), la banda terrorista puso al descubierto sus planes. El portavoz del PNV en el Congreso volvió a vivir el mismo sofoco en el reciente debate de investidura; la nueva difusión por Gara -esta vez con todo lujo de detalles- del texto firmado por ETA, PNV y EA en agosto de 1998 es seguramente la respuesta a los torpes intentos de Anasagasti de replicar con mentiras y medias verdades la razonable propuesta del presidente Aznar de que el nacionalismo vasco reconozca sus errores y regrese al consenso democrático. El sufriente victimismo del PNV para justificar su incomprensible presencia en el Pacto de Estella resulta tan escasamente convincente como su tentativa de negar la evidencia de su acuerdo paralelo con ETA: si las fuerzas democráticas se oponen a la exclusión y a la muerte civil de los votantes del PP y el PSOE en el País Vasco que los nacionalistas pretenden, también defienden los derechos constitucionales de los electores del PNV y de EA.

Los nacionalistas moderados utilizan los peores epítetos imaginables para descalificar a los políticos y a los periodistas que critican o simplemente mencionan el documento firmado en agosto de 1998 por ETA, PNV y EA. Aparentemente convencidos de la eficacia mágica de los conjuros verbales para suprimir las realidades molestas, sus portavoces combinan los desmentidos acerca de la firma del acuerdo con las alusiones a los anexos del PNV y EA que ETA no llegó a endosar. En la detallada reconstrucción -magistral por todos los conceptos- del bochornoso tinglado policial, administrativo, judicial e informativo montado en Barcelona durante el verano de 1997 a cuenta de una inexistente red de prostitución infantil, Arcadi Espada (Raval. Del amor a los niños, Anagrama, 2000) subraya que "las presiones de los individuos y las instituciones poderosas para que se tenga en cuenta su versión de los hechos, es decir, su saco de mentiras, no tienen otro propósito que atenuar el impacto de la verdad, reducir su superficie física y moral". Algo parecido ocurre también en este caso: aun siendo cierto que el PNV y EA intentaron sin éxito completar el cuerpo del acuerdo -escrito en el anverso- con unas notas interpretativas que deberían figurar en su reverso, el hecho es que el documento principal fue operativo para sus tres firmantes durante casi un año.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_