_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sean lo que sean

El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, ha dicho que los culpables de los sucesos de la madrugá del Viernes Santo son grupos de "niños pijos". Los supone el alcalde vinculados a la extrema derecha, pero cree que su forma de actuar tiene más que ver con una manera de ser que con una ideología. No es todo, también dice el alcalde que los chicos actuaron "sin ánimo delictivo".Y dicho todo eso nos deja donde estábamos, sin saber qué pasó. Pero pasó y fue grave, aunque pudo ser mucho más. Por eso, porque pudo pasar mucho más, y porque lo que pasó fue suficientemente grave, es por lo que están sobrando las palabras, las declaraciones, y está faltando eficacia para encontrar la solución al caso. Necesitamos ya, sin más palabras, saber qué pasó y quiénes fueron los autores del delito que puso en peligro la noche.

Hasta este momento lo único que está ocurriendo es que el suceso provoca todo tipo de rumores y estupideces sobre otras posibles actuaciones de los cretinos que actuaron en la madrugada, o de otros cretinos que se hayan podido sentir motivados con la aventura. Ahí está, señor alcalde, no son ni pijos ni macarras. Son, si es que los hechos los provocaron grupos de jóvenes en estado de diversión estúpida, unos cretinos. Eso es justamente lo que son, unos cretinos deseosos de protagonismo, unos pobres cretinos que acaso anden todavía dispuestos a cualquier otra "heroicidad" en vista de la ineficacia que hasta ahora están demostrando las autoridades.

Estamos en plena feria y nos aseguran que el dispositivo de seguridad es sólido y todo está controlado para que no se puedan repetir los sucesos. Nos intentan tranquilizar anunciando lo que es obligado que funcione y si no funciona ya se lo demandaremos. Como le demandamos el descubrimiento del por qué, el cómo y el quién puso a la gente a correr y dejó en evidencia el exceso de confianza en la suerte, que hasta ahora han exhibido los responsables del orden en unos días y noches tan al filo de lo imposible. Lo que por cierto no quiere decir que pidamos que nos cierren las calles con guardias de seguridad como porteros, que también pasó y fue otro de los disparates que han hecho de la Semana Santa de 2000 un punto y aparte.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_