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El camaleón, al desnudo

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALRobert Gabriel Mugabe, el padre de Zimbabue, jamás empuñó un arma contra el colono blanco; él era el líder político. Su acicalada biografía evita toda mención de Josah Tongorara, el jefe militar de la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU), que pereció en un extraño accidente de coche en Mozambique poco después de rubricar los acuerdos de Lancaster House, en 1980. Tongorara firmó su sentencia cuando estrechó la mano al líder de la minoría blanca, Ian Smith, el único que lo hizo, y le espetó: "Entre usted y yo vamos a hacer de Zimbabue el mejor país de África". No es el único cadáver en la senda. Tekere, otro de los dirigentes del ZANU, perdió la vida en Lusaka (Zambia) en un atentado con carta bomba. Como Franco en la guerra civil, Mugabe logró, afirman sus detractores, desembarazarse uno a uno de sus más lúcidos rivales dentro del movimiento de liberación y quedarse solo cuando llegó el día clave, el 18 de abril de 1980, fecha de la independencia de la antigua Rodesia del Sur.

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Mugabe, el arrogante

La otra guerrilla negra, la Unión Africana del Pueblo de Zimbabue (ZAPU), de Josua Nkono, un contrapoder a Mugabe compuesto por la etnia matabele del suroeste, quedó laminada entre 1983 y 1985 cuando la 5ª Brigada del Ejército, integrada sólo por soldados schona, la tribu del presidente, arrasó varios poblados matabeles. El obispo español Ignacio Prieto, que por aquellas fechas se hallaba al frente de la diócesis de Hwange, estimó en 10.000 los muertos. Los británicos multiplican esa cifra por tres. Tras aquellas carnicerías, el ZAPU de Nkono claudicó. Su unión al ZANU fue una absorción; con ella Mugabe se garantizó un poder sin oposición.

Mugabe tiene 76 años, los mismos dígitos de la inflación de 1999 en Zimbabue. Algunos oponentes, como la audaz Margaret Dongo, que colaboró con él en el pasado, sostienen que, de haberse retirado hace cinco años, "Mugabe estaría hoy en la misma división de ilustres de Julius Nyerere , pero va a acabar como un paria, como Mobutu Sese Seko ". Dongo cree que con la actual crisis de la tierra, Mugabe no sólo destruye el país, también su biografía.

Aquellos que le conocen bien, como un europeo que lleva más de 30 años en Zimbabue, aseguran que se trata de un hombre en extremo nervioso, "que agita las manos y las piernas constantemente"; una persona insegura y temerosa por su vida. En el 20º aniversario de la independencia de Zimbabue,Mugabe canceló las celebraciones públicas y su presencia en el estadio nacional con la excusa de reservar el dinero para las víctimas en Mozambique. Dongo afirma que fue pavor a las multitudes el motivo y por eso eligió refugiarse en la televisión para pronunciar el discurso de "los blancos son el enemigo del Estado".

El europeo con 30 años de experiencia en Zimbabue, y que exige anonimato como todo el mundo que habla del padre de la patria, le define como un ególatra enfermizo. "Es un ser endiosado, sin planes concretos para su país, sin otra ideología que él mismo, habituado a la adulación permanente". Los que le trataron en persona le tildan de "hombre poco inteligente y escasamente sofisticado, pero listo e intuitivo, que sabe por dónde sopla el viento".

Mugabe practicó en los primeros años tras la independencia una política moderada. En sus gobiernos incluyó a blancos y se entendió con los granjeros heredados de los Acuerdos de Lancaster House, en Londres. "La clave en ese periodo fue su primera esposa, Shali, quien logró suavizar sus aristas", se dice en Harare. Mugabe y Shali tuvieron un hijo antes de 1980 que falleció de viruela en Ghana. Desde entonces, Mugabe no ha logrado más descendencia. Su hermanastro Albert falleció misteriosamente, ahogado en su piscina. John Makombe, uno de los analistas clave del mugabismo en Zimbabue, recuerda los rumores de la época: "Se dijo que Albert intentó ayudar a su hermanastro en el asunto de la descendencia, una tradición muy africana, y que esa iniciativa personal logró enfurecer al presidente".

Shali murió en 1989. A partir de ese año comienza la metamorfosis del padre de la patria, dicen algunos. A su actual esposa, Grace, una ex secretaria de presidencia con quien se casó en secreto, la dibujan como una ave de rapiña dentro de un holding de ladrones. Makombe asegura: "Es la clienta por excelencia de Harrods. En Zimbabue posee varias tiendas para ropa de niños. Se trata de centros muy modernos con lo mejor de París o Londres. Acaba de vender una casa de 30 habitaciones por 20.000 millones de dólares zimbabuanos. La compró por 5.000 millones. Ya no la necesitan, porque la empresa extranjera que construye el nuevo aeropuerto de Harare le ha regalado una nueva al presidente".

Dongo afirma que las verdaderas razones por las que Mugabe se aferra al poder son dos: temor a verse acusado ante los tribunales por las matanzas de los matabeles en los años ochenta y el desfalco continuado de los bienes del país.

Después de la independencia, Mugabe manejó a su antojo un fondo de compensación para la reforma de tierras. Con los 44 millones de libras esterlinas donadas por los británicos adquirió 400 fincas, 270 de las cuales acabaron en manos de su círculo, entre ellos su actual portavoz, George Charamba. La familia de Mugabe, como el sobrinísimo Leo, relacionado con la contrata del nuevo aeropuerto; el ex ministro de Agricultura, Philippe Kumbeze (ahora en prisión) o el millonario local Chiangwa destacan entre sus más íntimos. Varios ministros, como el de Interior o Defensa, así como el generalato del Ejército, se han lucrado durante este régimen cleptocrático. Ellos son los sostenedores de Mugabe, pues sin el jefe no hay botín. El sobrino Leo Mugabe es mencionado en otros casos de corrupción, como cuando el entorno del presidente bloqueó, con amenazas de muerte incluidas, los intentos del empresario Strive Masiyiwa para hacerse con el control de Econet, la compañía de la telefonía móvil. Al final, Masiyiwa ganó su pleito en los tribunales y hoy Econet es una de las empresas tecnológicas más rentables de Zimbabue.

Derrota electoral

La guerra de Congo, en la que Mugabe entró con 7.000 soldados en 1998 en apoyo de Laurent Kabila, es otro ejemplo de putrefacción. El padre de Zimbabue y su grupo se han hecho con las concesiones de varias empresas diamantíferas congoleñas en Mbuji Maji y de cobre en Katanga. Zimbabue no se ha lucrado con esa guerra que consume el 50% del gasto de Defensa, un presupuesto que es 44 veces superior al del departamento de Desarrollo Agrícola. En este alicaído panorama, el referéndum de febrero, con el que Mugabe pretendía incrementar sus poderes, expropiar sin compensaciones las granjas de los blancos y convertirse en presidente vitalicio, fue un revés importante. Ganó el no. Fue su primera derrota en las urnas en casi 20 años. Este súbito revés a pocos meses de unos comicios legislativos (aún no convocados) y en los que la oposición parece en condiciones de vencer o de obtener un magnífico resultado, han despertado las alertas del régimen, que se ha lanzado a un campaña de intimidación sin precedentes.

María Azcárate, viuda de David Stevens, el primer granjero blanco asesinado por los veteranos, dice que el presidente ve a Zimbabue "como un juguete que sólo le pertenece a él". Makombe explica la aparente metamorfosis: "Heredó un país con infraestructuras y en el que todo funcionaba a la perfección; nuestro dólar estaba al nivel del dólar norteamericano y la inflación era baja. Ahora las cosas han cambiado. Un 76% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y la mitad de la fuerza laboral está en paro".

"Mugabe siente el peligro a su alrededor", dice Makombe, "por eso ahora es mucho más peligroso; para él la pérdida del poder es la pérdida de la impunidad". Con esta crisis económica y política, añade, "el camaleón se ha quedado sin el color de la vegetación que lo protegía, ha quedado expuesto, con su verdadero color, como el déspota que siempre ha sido".

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