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Días de libros

Tengo la impresión de que este año la Feria del Libro de Valencia llega como de puntillas. Que sepa yo, sus promotores no han dicho una palabra acerca de la limosnera subvención que les otorga el Ayuntamiento de la ciudad, ni tampoco se ha cuestionado la idoneidad y acondicionamiento del recinto ferial, como venía siendo habitual. Igual los libreros se han cansado de poner el platillo y regañar con el concejal de turno. O, lo que sería sorprendente, se han resuelto felizmente los problemas porque el grupo municipal mayoritario -el popular- se ha sentido espléndido en punto a dineros y colaboración. De ser así, y lo celebraríamos, habremos perdido la oportunidad de darle algún varapalo a los ediles renuentes y, de paso, hacerle publicidad gratis a la entrañable muestra.No teniendo que ocuparnos, pues, de estos aspectos logísticos, de momento al menos, quizá merezca la pena que nos ciñamos a los libros, y a uno de ellos en especial por la relevancia que está alcanzando en un sector de la grey socialista valenciana. Me refiero a las memorias del profesor Fabián Estapé, que ha titulado De tots colors y ha editado Edicions 62. Un libro de memorias, decimos, en el que el eminente economista relata, sin ánimo justificativo, sus singladuras y devaneos con los gobiernos desarrollistas del franquismo. Unos episodios en los que, ciertamente, algo y aun mucho tuvieron que ver unos cuantos valencianos piísimos y hasta eficientes que bien hubieran podido legarnos sus impresiones personales. Pero, como es sabido, entre nosotros no prospera el gusto memorialista.

Por distintos y no escasos motivos, el memorioso autor aflora trances y peripecias que conciernen a nuestra historia reciente y una de ellas tiene como protagonista a quien sin duda es su discípulo predilecto. Nos referimos a Ernest Lluch, quien fuera ministro de Sanidad con Felipe González y, previamente, animador de la vida académica y política valenciana desde mediados de los setenta. Un tipo que, dicho sea de paso, merece la cordial deferencia que le otorga su valedor.

Si lo evocamos aquí es por considerarlo la fuente informadora de Estapé en punto a la fundación y evolución del PSPV, creado en los citados años. En las páginas que glosamos, el ex ministro aparece como el alumbrador de ese colectivo, algo así como el enviado providencial para galvanizar y aunar la mies dispersa y despistada de los socialistas indígenas. Y no fue así, ni de coña. Sin pretender diluir la huella política que el referido Lluch dejó por estos pagos, la verdad -y de eso se trata, de restaurarla- es que el admirado estudioso se encontró con un partido vivo e implantado a tenor de aquellas circunstancias y a él le incumbe la cuestionada gloria de haberlo minado y reorientado hacia el ámbito del PSOE. Lo cual, ya decimos, puede juzgarse como se guste. Lo que no cabe es atribuirle iniciativas ajenas que, de intitularlas alguien, habrían de serle adjudicadas al finado periodista Vicent Ventura, singularmente cautivado por la personalidad del brumoso Lluch. Doy fe. Pero esta es otra historia que está pidiendo su cronista. Con estas líneas no enmendamos página alguna, sólo añadimos otra perspectiva por aquello de debe dársele a cada cual lo suyo y es de justicia.

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