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El gran día del libro

Jorge Edwards viaja al corazón de Cervantes

El escritor chileno explica la historia de su vocación literaria y su amor por el español

Jorge Edwards es un joven de casi 70 años, de una actividad y dinamismo que agotan a quienes le rodean. El domingo estuvo en Barcelona firmando libros casi hasta el último minuto, luego viajó a Madrid y ayer estaba fresco y descansado en Alcalá de Henares. Este hombre, "que es paradigma del Chile moderno, americano, pero también europeo de adopción, civilizado y pulcro, de amplios horizontes intelectuales, de humor cervantino y pleno de curiosidad por el hombre y por el mundo", como dijo el Rey, empezó a leer su discurso, emocionado, con la voz ligeramente temblorosa, pero se recuperó rapidísamente al afirmar que el premio es un reconocimiento que a través suyo se hace de la literatura chilena "en su tradición y en su rica diversidad".Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) explicó su "viaje al corazón de Cervantes", que es en buena parte la historia de su vocación literaria. Llegó al Quijote de la mano de sus grandes exégetas del 98 (Unamuno y Azorín, entre otros). Dijo: "Encontré en ese libro algo que después no he encontrado en ningún otro autor: ni en Dante, ni en Rabelais, ni en Molière, ni en el mismo Goethe. Algo que Cervantes sólo comparte, quizás, con Shakespeare, aunque de otra manera, de un modo más fantasioso, más aéreo, más bromista: un elemento de compasión profunda, de humanidad, de ironía, una distancia que consuela y redime, transmitidos con una gracia única".

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El día más feliz

El 23 de abril de 1616 murieron dos de los grandes autores de la literatura: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Es un día muy importante para las letras universales y la España democrática lo consagró en 1976 con la creación del Premio Cervantes.

Para recibirlo, Jorge Edwards viajó acompañado de su familia: su hijo Jorge, una hermana, una sobrina; su esposa, de salud algo delicada, viajó a Madrid para estar con él, pero no quiso estar en Alcalá de Henares para evitar las aglomeraciones. "Él se hubiera preocupado todo el rato de ella", explicó uno de sus allegados, "y ha querido que él disfrutara por completo de su gran día". Edwards lleva casi un mes en España, donde posee una casa en Calafell (Barcelona), donde pasó parte de su exilio, entre 1973, tras el golpe de Estado de Pinochet, y 1978, en que regresó a su país. En estos días se ha dedicado a promocionar El sueño de la historia, su por ahora última novela y quizá la más ambiciosa de todas cuantas ha escrito. Pese a que la cosa ha variado en los últimos cuatro o cinco años, el escritor se lamenta de que mucha gente le siga conociendo aún sólo por Persona non grata, su amargo testimonio de Cuba, país del que fue expulsado tras apenas 100 días de ejercer su cargo diplomático.

Estuvieron con Edwards otros dos premios Cervantes, ambos miembros del jurado: José Hierro, que lo obtuvo en 1998, y Mario Vargas Llosa, que lo recibió en 1994. Jorge Edwards es el primer escritor chileno que lo ha logrado y en su parlamento rindió homenaje a los hombres de letras de su país, desde Alonso de Ercilla, "uno de los primeros españoles chilenizados", hasta Pablo Neruda, José Santos González Vera, Nicanor Parra o José Donoso.

Ni la incierta climatología, con nubarrones amenazadores y buen sol a ratos, ni el final de las vacaciones de Semana Santa, ni el cambio de fecha arredraron al personal. No fue en absoluto un Cervantes deslucido, como algunos temieron.

Beatriz de Moura y Antonio López Lamadrid, de Tusquets, la editorial que publica a Edwards, no se perdieron el acontecimiento. Ni Gloria Gutiérrez, de la agencia de Carmen Balcells, agente literaria de Edwards. Balcells no viajó a Alcalá de Henares, pero sí estuvo hace unos días con el escritor en su casa de Calafell. Sí estuvieron los editores Francisco Pérez González, Emiliano Martínez, Fermín Vargas, José Manuel Gómez, Rafael Martínez Alés, Andreu Teixidor, Juan de Isasa, José María Latorre, Hans Meinke, Antonio Roche, Federico Ibáñez, Alejandro Sierra, entre otros. Escritores como Luis Carandell, Gonzalo Santonja o Armas Marcelo. Personalidades como Javier Pradera, Juby Bustamante, Miguel y Mari Paz Visor o José María Guelbenzu y académicos como Víctor García de la Concha o Luis Maria Anson. Asistió también al acto Soledad Becerril.

Alberto Ruiz-Gallardón, presidente de la Comunidad de Madrid, acompañó a don Juan Carlos y a doña Sofía en la mesa, en la que también se hallaba el ministro en funciones de Educación y Cultura, Mariano Rajoy.

"Celebramos a Cervantes y con él la lengua que nos une, que nos hermana en la cercanía y en la distancia. Y también en el tiempo, desde la poesía de Berceo hasta el milagro de un idioma que hablan hoy más de 400 millones de personas y cuyo crecimiento y desarrollo es una realidad evidente y con futuro", afirmó el Rey.

Mariano Rajoy analizó el concepto de libertad en Cervantes y también en Edwards. "Para Jorge Edwards, como para Cervantes, la literatura es un territorio de libertad, y la tarea fundamental del escritor es ensanchar los límites de esa libertad", dijo el ministro, que hizo un amplio recorrido por la obra del escritror.

"Repito que estoy conmovido y que mi agradecimiento es hondo y duradero. Seguiré en la ruta durante todo el tiempo que pueda quedarme, puesto que se trata de un destino, y lo haré con plena conciencia de que el Premio Miguel de Cervantes, esta gran institución de la España democrática, me dará fuerzas para el resto del viaje", finalizó Edwards.

La actuación de un cantor insospechado

La reina Sofía vestía un traje de chaqueta de color verde manzana. Se habló bastante de él en alguna radio, pero no fue lo más comentado ayer en la Universidad de Alcalá de Henares, durante la entrega del Premio Cervantes al escritor chileno Jorge Edwards.

Lo más comentado fueron las dotes de cantante del secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés. Se sumó con verdadera pasión y espontaneidad al coro que entonó, al final del acto, el Gaudeamus igitur. Su voz sobresalió por encima de las otras y ni siquiera los benditos teléfonos móviles, tan inoportunos en muchas ocasiones, consiguieron apagarla. ¿Era él de verdad el que cantaba?, le preguntaron a la hora de los canapés. Lo admitió sin vacilar. "Es que me gusta mucho", afirmó.

El cotilleo es inevitable en un encuentro de editores, escritores y políticos: el tema más recurrente ayer fue el los posibles cambios en el Ministerio de Educación y Cultura. ¿Llega la hora de los gallegos? ¿Se acaba la era de los de Valladolid? Respuestas no hubo, pero comentarios, todos. Con notable buen humor, Cortés aseguró que él de secretario de Estado en funciones, nada, que él es "secretario de Estado en globo".

Ana Pastor, subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura, suena mucho, la que más, para el cargo de secretaria de Estado. "Es una chica Rajoy", aseguran. Ella no quiso ni oír hablar del tema.

El que se divirtió de lo lindo fue don Juan Carlos. Como es habitual en él, recorrió todos los corros y dio manos y abrazos sin cesar, siempre con la sonrisa y la palabra amable a flor de labios.

El permanente buen humor de Mario y Patricia Vargas Llosa hizo que se olvidaran de un pequeño disgusto: el taxista que les llevó hasta Alcalá de Henares y que se reveló como un buen lector de la obra del escritor les dijo que no se había podido comprar La fiesta del Chivo porque le resultaba demasiado caro. Vargas Llosa se olvidó, pero antes había tomado nota: se lo enviará dedicado.

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