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Nadia Yassin, portavoz del movimiento islamista Justicia y Espiritualidad

"Aquí sólo hay una apariencia de democracia"

Juan Carlos Sanz

Pasionaria con velo y chilaba, Nadia Yassin forma parte del reducido círculo familiar que aún puede visitar a su padre, el jeque Abdesalam Yasin, líder histórico del islamismo en Marruecos y bajo detención domiciliaria desde hace diez años. Cuando recibió a los enviados de EL PAÍS, Nadia, casada y con cuatro hijos, acababa de regresar a Salé, en la zona metropolitana de Rabat, tras haber peregrinado a La Meca. El Gobierno permitió finalmente que viajase con su familia, con un salvoconducto especial, pero sigue sin otorgarle un pasaporte oficial."No creo que se vaya a levantar el arresto de mi padre", advierte en un exquisito francés la portavoz de Al Adl wal Ihsan (Justicia y Espiritualidad), el principal movimiento político islamista marroquí, no legalizado aunque tolerado. Otros dirigentes del grupo se niegan a expresarse en una lengua extranjera, pero Nadia también acepta de buen grado posar para el fotógrafo mientras tres jóvenes barbudos rezan, las mujeres se esconden y los niños curiosean.

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"En Marruecos no se ha producido un verdadero cambio; sólo hay una apariencia de democracia, un teatro de buenas intenciones sin nada que ver con la realidad del país. No queremos participar en el juego político, porque la situación es ya irrecuperable", indica Nadia Yassin.

Su movimiento político, según dice, dobla en militantes al conjunto del resto de los partidos políticos marroquíes. Está implantado sobre todo en las grandes ciudades, donde el poder caciquil del majzén no mantiene ya tanta influencia como en el medio rural.

El pasado mes de marzo, Justicia y Espiritualidad fue la fuerza organizadora que pudo convocar a centenares de miles de manifestantes en las calles de Casablanca contra el proyecto de reformas legales sobre el estatuto jurídico de la mujer. "Si no se produce un cambio real, tendremos que trabajar en un cambio de la sociedad", asegura Nadia Yassin, que ahora considera como un "aliado natural" al Partido de la Justicia y el Desarrollo, un grupo islamista moderado con presencia en el Parlamento marroquí al que antes acusaba de colaboracionista. "Tenemos un punto común islamista, pero nos divide la visión del poder. Ellos creen que participando en el juego político se puede hacer algo. No estamos de acuerdo. Para nosotros la ley islámica está por encima de todo".

La portavoz de Justicia y Espiritualidad rechaza radicalmente el llamado proyecto de Ley para la Integración de la Mujer en el Desarrollo, que prevé, entre otros puntos, elevar hasta los 18 años la edad mínima de matrimonio para las mujeres, la prohibición de la poligamia o la instauración de un sistema equilibrado de divorcio frente al repudio, dejado al libre albedrío del marido. "Eso es puro seguidismo, una abdicación ante el dominio de los países del Norte. La manifestación de Casablanca demostró que somos una fuerza tranquila y que hay que contar con nosotros. No se puede imaginar el futuro de Marruecos sin los islamistas. Son ellos los que tienen que revisar sus tesis; nosotros tenemos ya una gran capacidad de movilización".

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Nadia insiste en que ni los matrimonios de niñas de 15 años ni la poligamia son un problema real en el Marruecos del año 2000. "Es una auténtica provocación intentar manipular al pueblo marroquí en algo que considera sagrado. Tenemos una fe, una cultura. Un sistema como el de las parejas de hecho aprobado en Francia es impensable en el islam".

Los partidarios del jeque Yassin siguen desafiando al poder de la monarquía alauí, al igual que el fundador de Justicia y Espiritualidad, que, en un carta abierta a Mohamed VI, le pidió que se desprendiera de sus palacios y de la fortuna acumulada por su padre para ayudar a los más pobres del país. Los islamistas dicen tener un proyecto de sociedad, con la participación de todas las fuerzas de la nación.

"No somos extremistas, no somos un partido nazi ni fascista. Proponemos un pacto islámico, un denominador común para un país de base tribal, frente al riesgo de que estalle la anarquía si se rompe el majzén. El islamismo reúne a todo el pueblo. No excluye a nadie. Y es el pueblo el que debe poder elegir libremente", argumenta Nadia Yassin.

"Aunque sea peligroso decir esto, hay que denunciar que nuestra Constitución es reaccionaria, y el poder está manipulado en Marruecos", añade.

Justicia y Caridad propone la revisión de la Constitución y la formación de una Asamblea Constituyente para hacer oír la voz del pueblo. "Hay que romper de una vez el sistema del majzén, una carcoma que sólo ofrece subdesarrollo y miseria".

Pero Nadia Yassin también alerta sobre los peligros que amenazan en ese camino. "Tememos que pueda producirse en Marruecos una salida a la argelina. Si hubiese elecciones libres, el país bascularía hacia nuestro movimiento. Pero tenemos miedo a lo que ocurrió en Argelia. El enfrentamiento con el sistema puede acabar en un baño de sangre. Cada vez nos resulta más fácil captar votos, pero aún tenemos que adquirir suficiente masa crítica; no tenemos otra alternativa".

"¿El nuevo rey? Soy bastante pesimista. Mohamed VI es el centro de todo el sistema del majzén. No me gustaría estar en su lugar. En la Administración no ha cambiado nada. El país apenas se mueve. Reconozco, sin embargo", admite finalmente Nadia Yassin, "que hay algo más de libertad de expresión en Marruecos".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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