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Una bomba de relojería

De los 768 inmigrantes que han llegado clandestinamente este año a Canarias, 244 están en la calle por orden judicial. Sumados a los que permanecen en las islas desde 1999, han desbordado hace tiempo la capacidad de los centros de asistencia social. La situación es dramática.Dos ejemplos en Las Palmas: las 32 camas con que cuenta el albergue de la ONG Las Palmas Acoge están ocupadas y ya hay una lista de espera de 54 personas. Cáritas da de comer a otras 120 y anuncia que no puede atender ninguna más. El resto sobrevive como puede en las calles.

Las autoridades calculan que cerca de 200 personas están deambulando por Fuerteventura. En Lanzarote el número roza el centenar. Y en Las Palmas, sólo en el céntrico parque de Santa Catalina, la policía municipal ha censado 89.

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Expertos consultados por EL PAÍS profetizan que el desamparo en que se hallan acabará empujándoles a la delincuencia ("La gente tiene costumbre de comer", recuerda el expresidente del Cabildo de Fuerteventura Gerardo Mesa). Y, como consecuencia, podría llevar a los canarios a una explosión racista.

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