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Putin intenta forjar con el presidente de Ucrania una asociación estratégica

En sólo tres días de viaje, el presidente electo ruso, Vladímir Putin, ha estrechado lazos con los líderes de los otros dos países eslavos de la antigua URSS (Bielorrusia y Ucrania) y ha forjado una relación privilegiada con el primer ministro británico, Tony Blair, que recuerda y en cierta forma sustituye a la que Borís Yeltsin mantuvo con Jacques Chirac y Helmut Kohl. Ayer, primero en Kiev y después en Sebastopol (Crimea), Putin y su homólogo ucranio, Leonid Kuchma, impulsaron una "asociación estratégica" que pretende superar contenciosos como el pago del gas ruso y el reparto de la flota del mar Negro.Con más de un 20% de población rusa, con el partido más importante (el comunista) defensor de sumarse a la unión Rusia-Bielorrusia y con una historia centenaria de fusión completa, Ucrania se hizo independiente y construyó su identidad como Estado marcando distancias con el poderoso vecino del Norte.

Sin embargo, Kuchma, reelegido en noviembre tras enarbolar la bandera nacionalista, que coquetea con la OTAN y busca potenciar un perfil occidental para su país, es consciente de que, por mucho tiempo aún, seguirá necesitando a Rusia, cuya crisis económica casi parece un boom comparada con la de Ucrania.

No puede ser casualidad que Putin llegase a Kiev justo después del aplastante triunfo de Kuchma en un referéndum para reforzar su poder. El efecto es de respaldo a un modelo del agrado del nuevo líder del Kremlin, que ayer se entrevistó con Kuchma en Kiev y viajó luego con él a Sebastopol, base de la flota del mar Negro, que ambos países se dividieron en una proporción de cinco a uno a favor de Moscú.

Fermento nacionalista

Putin, que volvió a rechazar la expansión de la OTAN a países de la antigua URSS, evitó poner el dedo en la llaga, que, más que en el reparto de los barcos, consiste en que la mayoría de la población de Sebastopol (como de toda Crimea) es rusa. Eso provoca un fermento nacionalista que incluso ha llevado a dirigentes como Yuri Luzhkov a reclamar que la ciudad sea devuelta a Rusia. Nikita Jruschov regaló Crimea a Ucrania en 1954. Oficialmente, el caso se cerró con el tratado de amistad que reconoce las fronteras actuales, pero la herida sigue abierta.

Otro conflicto se deriva del impago por Ucrania de la factura por el suministro de gas ruso, que supera los 200.000 millones de pesetas. Putin dejó en claro ayer que la superación de las diferencias debe hacerse con el objetivo de "consolidar las relaciones, la cooperación y la asociación estratégica" hasta un nivel "cualitativamente superior" al actual.

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Que Putin estaba de buen humor tras su visita a Londres se puso de manifiesto cuando leyó una pancarta en la que se decía: "Los asesinos del pueblo checheno deben ser juzgados". El presidente ruso se acercó al manifestante, sacó su pluma, tachó lo de "asesinos" y escribió en el cartel: "Rusia y Chechenia, contra el terrorismo y el extremismo".

El líder del Kremlin, por otra parte, logró ayer que el Consejo de la Duma (Parlamento) fijase para el viernes el debate y la votación de la ratificación del tratado de prohibición de armas nucleares, rechazada, por cierto, por el Senado de EEUU en 1999. Tras la ratificación la semana pasada del Start II de reducción de arsenales estratégicos, Putin vuelve a poner la pelota en el alero estadounidense y se dispone a presentar en la próxima conferencia de la ONU contra la proliferación nuclear una tarjeta de visita más limpia que la de su viejo rival en tiempos de la guerra fría.

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