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ECOLOGÍA

La foca monje pierde el miedo y vuelve a criar en las playas

Éxito del plan aplicado en Madeira para la recuperación de la especie

El ánimo de los científicos que se dedican a la conservación de la foca monje, una de las cinco especies animales más amenazadas del planeta, estaba por los suelos; la población seguía en regresión después de varios años de esfuerzos e investigación. Pero esta semana, en una reunión internacional para elaborar un plan de recuperación en la zona atlántica, "la foca nos ha hecho un guiño de esperanza", asegura Luis Mariano González, coordinador del encuentro. "Gracias al cambio de comportamiento en la reproducción de las hembras jóvenes, en un lugar donde la protección se ha hecho efectiva, ahora sabemos los pasos que tenemos que seguir", añade este biólogo del Ministerio de Medio Ambiente.En la segunda colonia de esta especie en el Atlántico situada en las islas Desertas, en el archipiélago de Madeira (Portugal), declarada reserva natural en 1990, se ha conseguido pasar de 8 a 23 ejemplares en la actualidad, según explicó Henrique Costa-Neves, responsable de esta área protegida. "Nuestra mayor alegría", añade, "ha sido ver cómo recientemente dos ejemplares de hembras jóvenes han vuelto a criar en las playas, su hábitat original".

Este hecho es completamente insólito para el conocimiento de la especie, según Luis Mariano González y el equipo de técnicos de Portugal, Marruecos y Mauritania que. Con motivo de la coordinación de todas las acciones para recuperar la especie, estuvieron dos días reunidos en el Instituto de Ciencias Marinas de Las Palmas, bajo los auspicios de MIMAM.

En las jornadas se ha establecido un plan de acción cuya primera conclusión es la necesidad de proteger las dos colonias de forma práctica y efectiva. "Eso es lo más importante; así conseguiremos que vuelvan a dar a luz en las playas y que poco a poco se recupere la especie", comenta González.

No más de 500 ejemplares

La persecución de la foca monje por el hombre desde la Edad Media hizo que esta especie se escondiera en las cuevas, y, gracias a ello, han logrado sobrevivir en los lugares más aislados. Sin embargo, en estos refugios la tasa de mortalidad de las crías es también muy elevada y es uno de los factores que limitan su recuperación. Las estimaciones más optimistas sobre el tamaño de la población mundial de foca monje del Mediterráneo (Monachus monachus), o lobo marino como también le denominan los pescadores, se cifran entre 300 y 500 ejemplares, repartidos en cuatro áreas distintas e incomunicadas: las costas del mar Egeo (Grecia y Turquía), el mar de Alborán (Marruecos, Argelia y España), el archipiélago de Madeira (Portugal) y las costas de Cabo Blanco. (Marruecos y Mauritania).

En estas dos últimas zonas atlánticas quedan alrededor de 150 animales y se encuentra la colonia más importante: la de la península de Cabo Blanco, en un lugar cercano a La Güera, donde en la actualidad hay censadas alrededor de 120 focas, después de que en 1997 una marea roja y un virus acabaran con las dos terceras partes de esta población, lo cual supuso una las peores y más tristes experiencias del equipo de biólogos español que trabaja en esta área desde 1993. Los resultados de los estudios realizados desde entonces han sido muy prolíficos. Entre otras cosas, se ha recogido información sobre nacimientos e identificación de las crías. Para ello se instalaron sendas cámaras dentro de las dos cuevas de cría para no molestarlas y, a través de un circuito cerrado de televisión, "pudimos conocer que la adopción es una costumbre habitual de esta especie; es lo que llamamos robo de leche", comenta uno de los biólogos de este equipo, Fernando Aparicio, de la Fundación CBD-Habitat.

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