Guerras
Se roba lo valioso. Para unos son las joyas, para otros las televisiones, para muchos el dinero en billetes. Pero dicen que también el agua. Tan preciada se está volviendo que la guardería fluvial se ha aumentado para que los agricultores se anden con cuidado y dejen de sustraer a hurtadillas, con nocturnidad y alevosía, unos litros con los que dar de beber a la tierra.El presidente de la federación de comunidades de regantes de la cuenca del Guadalquivir, José Fernández, ha levantado las iras de los olivareros al plantear que se ponga fin a las ampliaciones de riego. En Jaén se ha interpretado como un ataque directo a la economía. Y advierten de que están dispuestos a movilizarse si les declaran la guerra. Palabra dura que es la que aparece en la mente de Agustín Rodríguez, secretario provincial de la Unión de Pequeños Agricultores, y de Marcelo Morales, presidente de la Asociación de Regantes de Olivar de Jaén. No se van a quedar, dicen, viendo cómo pasa el agua por delante de ellos mientras sus cosechas se pierden según avanza la intensidad de los rayos de sol.
Los olivareros se defienden con argumentos sólidos. Han invertido más de 30.000 millones, sin ayudas, en modernización de riegos, gastan menos agua que otros cultivos y generan gran número de jornales.
Es la batalla que se genera una y otra vez cuando llega la sequía, un periodo de tiempo en el que surgen mil ideas para solucionar los problemas que genera y que luego se guardan en los cajones cuando llueve. Presas, trasvases, modernización de riegos... palabras que brillan bajo el sol y pierden su encanto bajo las nubes.
Así las cosas a los agricultores les queda responderse entre ellos, pelearse, hacerse reproches y amenazar con movilizaciones cuando lo que está en juego es su supervivencia. Menos mal que la agricultura es un sector al que se quiere incentivar.
Se roba lo valioso. Para unos son las joyas, para otros las televisiones, para muchos el dinero en billetes. Pero dicen que también el agua. Tan preciada se está volviendo que la guardería fluvial se ha aumentado para que los agricultores se anden con cuidado y dejen de sustraer a hurtadillas, con nocturnidad y alevosía, unos litros con los que dar de beber a la tierra.
El presidente de la federación de comunidades de regantes de la cuenca del Guadalquivir, José Fernández, ha levantado las iras de los olivareros al plantear que se ponga fin a las ampliaciones de riego. En Jaén se ha interpretado como un ataque directo a la economía. Y advierten de que están dispuestos a movilizarse si les declaran la guerra. Palabra dura que es la que aparece en la mente de Agustín Rodríguez, secretario provincial de la Unión de Pequeños Agricultores, y de Marcelo Morales, presidente de la Asociación de Regantes de Olivar de Jaén. No se van a quedar, dicen, viendo cómo pasa el agua por delante de ellos mientras sus cosechas se pierden según avanza la intensidad de los rayos de sol.
Los olivareros se defienden con argumentos sólidos. Han invertido más de 30.000 millones, sin ayudas, en modernización de riegos, gastan menos agua que otros cultivos y generan gran número de jornales.
Es la batalla que se genera una y otra vez cuando llega la sequía, un periodo de tiempo en el que surgen mil ideas para solucionar los problemas que genera y que luego se guardan en los cajones cuando llueve. Presas, trasvases, modernización de riegos... palabras que brillan bajo el sol y pierden su encanto bajo las nubes.
Así las cosas a los agricultores les queda responderse entre ellos, pelearse, hacerse reproches y amenazar con movilizaciones cuando lo que está en juego es su supervivencia. Menos mal que la agricultura es un sector al que se quiere incentivar.
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