Recuperación de toneladas de historia
Hace tres semanas que la barriada pesquera de Villaricos, en el municipio almeriense de Cuevas del Almanzora, le arrancó al mar 18.000 kilos de su historia, sumergida a unos 200 metros de distancia y unos 12 de profundidad. Las 18 toneladas sacadas a flote corresponden a cinco gigantescas anclas -de entre 3.000 y 4.000 kilos cada una- que amarraron algo más que barcos durante los primeros años del siglo XX: toda la vida económica y laboral de la comarca giraba en torno a ellas.La ausencia de un puerto comercial hizo indispensable la fijación de unos muertos de amarre a escasos metros de la costa en el que los buques pudieran ser cargados del hierro y plomo extraído de Sierra Almagrera. No en vano, la minería concentró en el municipio más de 40.000 almas en las primeras décadas del siglo.
"No es casualidad que Cuevas del Almanzora tenga el segundo Registro Civil creado en España, o que disfrutara de la primera red de alcantarillado. Eso da una idea de la importancia del lugar aquellos años", apostilla el concejal de Medio Ambiente, Juan José Pérez Celdrán.
Tras el declive de la industria minera sufrido en la provincia como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, el despoblamiento de la zona se hizo más que evidente. Pero las huellas de un esplendoroso pasado comercial siguen aún visibles: aún hay pozos abiertos y barracas de mineros abandonadas en el paraje El Arteal.
Sin embargo, el interés vecinal por sacar del mar las cinco anclas que en su día sirvieron de nexo de unión entre el pueblo y otros países exportadores culminó hace 20 días con la colaboración del buque Neptuno de la Armada española. "Recuperar las anclas era casi una reivindicación histórica y un sentimiento de los vecinos de Villaricos", explica el edil municipal encargo de supervisar todo el proceso.
Los trámites para llevar a cabo la farragosa operación apenas han supuesto dos meses desde que se solicitara la intervención estatal. Los lugareños hicieron las veces de guías para indicar a los buzos de la Armada la localización aproximada de las moles de anclaje, imagen grabada en las retinas de quienes veían a los buques atracados frente al pueblo. La operación, hasta depositar las reliquias marinas en el lugar donde se ahora se encuentran, en el puerto deportivo, llevó unas 12 horas.
"Se usaron pequeños explosivos para romper la cadena que unía a las anclas. Después, las fueron sacando una a una y cargándolas en el buque. La última de todas tuvieron que cortarla de la cadena de amarre con un soplete, ya fuera del agua", describe Pérez Celdrán.
El interés de general por un proyecto de marcado cariz romántico -el Ayuntamiento de Cuevas no ha hecho ningún desembolso de dinero para llevarlo a cabo- ha contado también con la altruista colaboración de empresarios de la zona. Así, tras la descarga de las anclas en el puerto comercial de Garrucha, a escasos kilómetros, un camión góndola de una empresa hizo el traslado por tierra hasta Villaricos. El destino final de las áncoras redescubiertas será el que los propios vecinos determinen, tras el pertinente tratamiento anticorrosivo y de limpieza al que deberán ser sometidas.
A modo de consuelo para los más nostálgicos o puristas, aquellos que piensen que las anclas no debían haberse movido del lugar para el que fueron destinadas, les queda la garantía de la existencia de una sexta áncora en el fondo del mar frente a las costas. Su posición, justo encima del emisario submarino, desaconsejaba su traslado.
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