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Entrevista:CUMBRE DE LISBOA WOLFGANG SCHÜSSEL - CANCILLER DE AUSTRIA

"Las sanciones son inadmisibles"

El pasado lunes, el Gobierno austriaco fracasó en su intento de obtener el apoyo incondicional de la oposición contra las sanciones europeas desde la formación de la coalición entre los conservadores y el Partido Liberal (FPÖ) del populista de extrema derecha Jörg Haider, pero el martes próximo proseguirá sus esfuerzos con la ayuda del presidente Thomas Klestil. En esta entrevista, el canciller "admite todas las preguntas y todos los temores justificados", pero asegura que "no ambiciona transformar esta coalición en partido único" y que sus aliados "están siguiendo un cursillo acelerado para pasar de una cultura de oposición a una cultura de Gobierno".Pregunta. Esta crisis no era inesperada. ¿Le previnieron contra una alianza con Jörg Haider?

Respuesta. Durante un Consejo europeo celebrado en Finlandia, le dije a Jacques Chirac que mi intención, en la medida de lo posible, era mantener la coalición con el Partido Socialdemócrata (SPÖ). Éste hizo fracasar el acuerdo y después intentó formar un Gobierno en minoría. No lo logró. Sólo en ese momento empezamos las negociaciones con los liberales, cuando vi que la otra solución era celebrar unas nuevas elecciones que, seguramente, habrían dado la mayoría al FPÖ y habrían provocado una crisis aún más grave; es decir, que no tenía otra opción. Entiendo que haya temores y preocupaciones. Me he esforzado por tener en cuenta, desde el principio, esos miedos comprensibles, como demuestra el preámbulo que firmamos con el presidente Klestil.

P. ¿Fue idea suya?

R. Fue una idea común que pusimos juntos por escrito. Con el preámbulo queríamos mitigar esos temores. Lancé varias señales en ese sentido, y confiaba en que se entendieran. Sin embargo, todo el mundo actúa como si yo no hubiera hecho nada en absoluto, como si este Gobierno hubiera violado los tratados europeos. No es así, y me duele. Me duelen, sobre todo, las duras palabras de nuestros amigos franceses; tengo en gran estima a Jacques Chirac, Lionel Jospin y Hubert Védrine. Me extraña que no sean capaces de hacer una valoración más matizada de la situación. Austria es y sigue siendo un país europeo y democrático.

P. En el momento de formar Gobierno con el partido de Haider, ¿no tuvo usted dudas, desde el punto de vista personal?

R. La otra posibilidad que tenía era convocar nuevas elecciones, con un resultado previsible y que habría sido todavía más problemático para el país. En el Gobierno, mi partido ocupa, además de la cancillería, una serie de ministerios clave (Asuntos Exteriores, Interior, etcétera). Hemos contribuido con todo nuestro peso al programa del Gobierno que encabezamos, y creo que es aceptable tanto para nosotros como para nuestros socios europeos.

P. ¿No se han visto empañadas todas las señales que ha enviado por las declaraciones incontroladas de Jörg Haider?

R. Admito todos los temores justificados. Pero me extraña la reacción de los franceses, cuyo cartesianismo tanto valoro. Existen reglas del juego, responsabilidades, competencias. ¿Por qué personalizar toda la política austriaca en el jefe de un Gobierno regional? No lo comprendo, cuando lo que hay que hacer es examinar las actuaciones reales de la coalición. Me parece bien que se planteen preguntas, pero hace falta escuchar las respuestas. Lo que más me duele de la actitud francesa es que nosotros ingresamos en la Unión Europea para diversificar nuestras relaciones externas. Pero las medidas que se han aprobado contra nosotros pueden empujarnos de nuevo a una relación exclusiva con alguno de nuestros vecinos.

P. Usted ha declarado que consideraba inaceptables las declaraciones de Haider sobre el presidente de Francia. Pero los ministros del FPÖ en su Gobierno evitan con sumo cuidado marcar las distancias respecto a su jefe.

R. No ambiciono transformar esta coalición en partido único. Nosotros, los conservadores, somos el partido más europeo de Austria. Recientemente hemos arrastrado a los socialdemócratas a nuestra línea, y en esta coalición es posible que se dé la paradoja de que obliguemos a los liberales a hacerse europeos.

P. ¿Cómo salir de la crisis actual?

R. La pelota está en el campo de los Catorce. Yo no puedo hacer más que sugerencias. Seguiré adelante con la política europea activa de Austria, la reforma de las instituciones, la ampliación, etcétera, sin bloquear el funcionamiento de la UE. Por otro lado, en Lisboa voy a tener ocasión de hablar por primera vez con los Catorce. Explicaré que la esencia de la democracia es el diálogo. No quiero considerar los temores europeos a la ligera. Mi obligación es disiparlos. A cambio, pido que, si se aprueban sanciones contra un Estado, en clara contradicción con la solidaridad europea y con la no discriminación de ciudadanos europeos, se tenga la decencia de no tomar esas decisiones basándose en simples sospechas. No es la injerencia en nuestros asuntos lo que me preocupa; en absoluto, somos una familia en la que unos tienen derecho a ocuparse de los problemas de otros. Lo que me perturba son las sanciones contrarias a derecho. Si existe un problema, lo que hay que hacer es hablar de él. Quizá tengamos la posibilidad de emprender un diálogo cuyo resultado sea el levantamiento de unas sanciones que han sobrepasado lo que se preveía en un principio, y que son inadmisibles dentro de una familia. Lisboa puede ser la primera etapa hacia la normalización.

P. ¿Qué piensa plantear para alcanzar esa normalización?

R. Podemos ver con nuestros socios europeos si es posible un procedimiento común de colaboración. Somos muy flexibles. No tenemos nada que temer, por ejemplo, si se pone en marcha un mecanismo de observación del respeto a los derechos humanos. Aunque se trata de algo que no debería aplicarse sólo en Austria. Pero, en cambio, es importante para la solidaridad europea que nuestros socios no nos hagan la vida más difícil con sus declaraciones. Hay que ser francos: este Gobierno se ganará o se perderá en Austria. Nadie va a derrocarlo desde el exterior.

© Le Monde / EL PAÍS.

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