La Complutense distingue a Raymond Carr por su visión serena de la historia El historiador cree que la mayoría permitirá a Aznar afrontar mejor el problema vasco
La historiografía española rindió ayer tributo a Raymond Carr (Bath, 1919), maestro de varias generaciones de hispanistas. El espigado profesor oxfordiano, cargando con el peso de la edad a base de una cabeza llena de ironía y buen humor, recibió en Madrid el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense, distinción que premia su intensa dedicación al estudio de la España contemporánea. Contento con las elecciones ("soy un conservador"), Carr pronosticó que la mayoría absoluta permitirá a Aznar afrontar "el problema más importante, el vasco".
Como él mismo recordaba riendo poco antes del acto de investidura, en su español divertido, y tocado ya con el color naranja que distingue a los doctores de la Facultad de Geografía e Historia, Raymond Carr es un hispanista distinto a todos los demás, que, entre otras cosas, ha recorrido "pueblo por pueblo" el país, tratando de averiguar sobre el terreno las consecuencias que originó el cambio más importante que, en su opinión, ha sufrido la España contemporánea: "El descenso de la población agraria en el XIX".El XIX era la gran laguna de la historiografía contemporánea española, sostiene Carr, y quizá eso le empujó en principio a centrarse en él. "Franco dijo que era un periodo liberal, y que, como tal, debía ser borrado del mapa, así que hasta hace poco se entendía muy mal lo que significó el liberalismo. Ahora hay grandes cantidades de historiadores dedicados a esa etapa, y quizá haya que mirar más de cerca la guerra civil, sobre la que todavía existe cierta amnesia".
En su breve discurso de agradecimiento al doctorado, el premio Príncipe de Asturias hizo alguna referencia irónica a sus aportaciones ("mis anticuadas obras"), se felicitó por la explosión y la apertura de la historiografía española en los últimos 20 años y reconoció que "cada una" de las páginas que ha escrito sobre España en este tiempo debe mucho a la ayuda, la investigación y la amistad de sus colegas españoles; gente, dijo, como Gonzalo Anes, o como el doctor José María Jover, quien precisamente leyó la laudatio al nuevo doctor.
Jover habló de la "sencilla, honda sabiduría de Carr", de su "noble condición humana" y de sus "relatos sin odio"; glosó otros nombres de discípulos directos suyos en Oxford, como José Varela Ortega y Juan Pablo Fusi, y aventuró que la serenidad y el equilibrio de los escritos de Carr ayudaron mucho a que los historiadores españoles fueran llenando con libros ingleses las estanterías que antes ocupaban los libros franceses.
Carr respondió a eso con humor, congratulándose de que la historiografía sobre España haya ido perdiendo la visión romántica. Luego dijo: "España ha dejado de ser considerado un país exótico, excepcional, alejado del marco europeo. Como ha escrito Jover, la cadencia de España sigue muy de cerca la cadencia de Europa".
Siguiendo ese hilo, el autor de obras como España, 1808-1939 o La República y la guerra civil acabó hablando de las corrientes innovadoras que han marcado la moderna historiografía hispanista. Primero citó a Vicens Vives como el gran renovador que introdujo la antropología, la microhistoria y el énfasis en lo contemporáneo; luego habló de La cultura del barroco, de José Antonio Maravall, como el ejemplo de integración de las aportaciones de los politólogos y sociólogos franceses y estadounidenses; por fin, metido ya en tonos malévolamente ingleses, aludió a "la última importación, la de los posmodernistas franceses de Foucault y compañía".
"No discuto sus logros", dijo. "Por ejemplo, su inclusión de los marginados, de los excluidos en la historia. Pero discuto su esfuerzo pour épater le bourgeois, su radicalismo intransigente. Dicen incluso que la historia está en crisis como disciplina. Falsa crisis. Pero debemos asumir que tenemos un problema: somos víctimas de la abundancia. ¿Cómo incorporar las tendencias de la demografía, la sociología, la historia económica, la antropología, lo regionalista y lo local a un esquema coherente y a un discurso narrativo?".
"Es una tarea común", se respondió. "Y yo solo no puedo. Háganlo ustedes".
"No entiendo al PNV"
Fuera del aula magna de la Facultad de Medicina, donde se celebró el solemne y larguísimo acto (también fueron investidos como doctores el filólogo Bruno Gentili y el economista Keith Pavitt), Raymond Carr accedió a comentar la actualidad política de este país que su agudeza de observador ha ayudado a entender mejor.
Carr dijo que había encontrado la victoria del Partido Popular "muy agradable", y lo explicó así: "En realidad, sólo es un prejuicio político, porque yo soy un conservador liberal".
Preguntado por las posibles razones que habrían propiciado la primera mayoría absoluta conservadora, el historiador resaltó el hecho de que "nunca en el pasado de España ha habido un partido conservador liberal, moderno y sin nostalgia del pasado. Y Aznar, partiendo de Fraga, ha creado ese partido".
Carr confía en que esa holgada mayoría permita a Aznar "enfrentar con más seguridad la solución al problema más importante del país, que, sin duda, es el problema vasco". Un problema del que Carr no entiende, sobre todo, la actitud del Partido Nacionalista Vasco. "No puedo comprender cómo el PNV ha podido dar su apoyo a un partido del nacionalismo radical que tiene relaciones con el terrorismo. Es incomprensible... La mayoría de los vascos ha votado a partidos nacionales, y eso es importante".
Babelia
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