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LAS VENTAS Toneladas de mansedumbre

Iban saliendo los novillos, todos con más de 500 kilos de peso y correteaban de acá para allá, abantos, fugitivos, mansos perdidos. Se topaban, de repente, con el picador que hacía puerta y se tiraban contra el caballo, poco menos que a morderle en el cuello. Luego, en el segundo encuentro, se quitaban el palo, trajinaban a cabezazos con el estribo, salían en busca de escenarios más tranquilos y llegaban al último acto más parados que sus abuelos de Guisando y más sosos que la dieta de un hipertenso.Semejante carga de género descastado, le cayó en suerte a tres novilleros animosos que sólo pudieron hacer derroche de eso, de su ánimo, de sus ganas de agradar. En algunos momentos llegaron a lograrlo. Como cuando Fernando Robleño, muy centrado con el cuarto novillo, conseguía sacarle algunos naturales de largo trazo. Cuando Álvaro Gómez pisaba terrenos de cercanía a los pitones, se cruzaba con valor e intentaba bajar la mano para someter las descompuestas embestidas de sus enemigos. Y cuando Martín Quintana, un debutante digno de mejor suerte y de mercancía más toreable, jugaba muy bien los brazos en las verónicas instrumentadas al tercero o se mostraba muy seguro en la colocación, en la oportunidad de los toques y en el buen compás de algún muletazo con el imposible, de puro buey, sexto novillo.

Vázquez / Robleño, Gómez, Quintana Novillos de Alejandro Vázquez, bien presentados, con exceso de kilos, mansos

Fernando Robleño: estocada corta atravesada y descabello (ovación y salida al tercio); dos pinchazos y dos descabellos (aplausos y también pitos al saludar). Álvaro Gómez: pinchazo, media delantera -aviso- y descabello (silencio); estocada perdiendo la muleta (silencio). Martín Quintana: nuevo en esta plaza: cinco pinchazos -primer aviso-, estocada, siete descabellos -segundo aviso- y descabello (silencio); pinchazo, media, descabello -aviso- y descabello (silencio). Plaza de las Ventas. 19 de marzo. Un tercio de entrada.

Se ve ya muy seguro a Fernando Robleño. Con la clase de bureles que le correspondieron, se movió tranquilo y con técnica. Buscó lucirse en todos los quites, con variedad y entrega. No tuvo recorrido su primer antagonista, sobre todo por el pitón derecho, con el que apenas se empleaba. Robleño porfió y porfió, le buscó las vueltas y le extrajo todos, absolutamente todos los pases que tenía. Con el cuarto ya se ha mentado su ortodoxia y buenas maneras, si exceptuamos los encimismos del final del trasteo, que no venían a cuento.

Tuvo Álvaro Gómez un novillo huido y topón y otro mansote y un tanto brusco. Aquél se quedaba muy corto y cabeceaba, por lo que no pudo acoplarse con él. Pero se mostró valiente, sin que se le fuera el pie atrás cuando el bicho se le ceñía con peligro. Con el quinto, muy bien lidiado por el peón Joaquín Jiménez, no pasó de voluntarioso. La faena tuvo más enganchones y desarmes que pases de calidad. No obstante, Álvaro estuvo en el sitio de los valientes.

Martín Quintana exhibió virtudes y defectos. Sabe manejar bien los engaños, sabe colocarse y manda y corre la mano cuando el novillo se deja. Y en lo negativo, debe reconocer que no remata los pases y que no anda muy acertado con el estoque y el verduguillo.

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