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Reportaje:

El rastro imborrable del acuerdo de paz

Berna González Harbour

Hay signos que lo dicen todo, y uno de ellos es éste: lo primero que uno se encuentra al entrar en el Royal Ulster Constabulary, la temida policía armada de Irlanda del Norte, es un retrato de Bill Clinton con una dedicatoria a los servicios prestados durante su última visita a Belfast, en 1998. Que el RUC vaya a perder su nombre, su insignia y que la corona británica se caiga de sus hombreras es algo que levanta ampollas entre los agentes. Pero que acojan al visitante con el retrato de Clinton, el amigo de los católicos del Ulster, es algo que simplemente ocurre, y que no estaba escrito en el acuerdo de paz.Aunque unionistas y republicanos no se ponen de acuerdo, aunque el proceso de paz esté bloqueado -y realmente lo está-, lo cierto es que las cosas ha cambiado en Irlanda del Norte. El Acuerdo de Viernes Santo, que en abril de 1998 fijó la agenda de la reconciliación, ha descarrilado en el capítulo más agrio, el del desarme, y con él, otros temas han ido saliendo de la agenda como vagones arrastrados en el mismo desastre: se ha parado la Asamblea autónoma del Ulster, el Ejecutivo compartido y los Consejos de las Islas y de toda Irlanda. Pero otros temas avanzan con éxito. Son éstos:

TROPAS BRITÁNICAS

La reducción de tropas británicas en el Ulster es una de las promesas de Londres mientras se desarticule la amenaza terrorista, y una exigencia que los republicanos siempre ponen en la mesa para hablar de desarme. "Si ellos tienen su Ejército, nosotros también debemos tener el nuestro, aunque nadie dispare", decía hace días a este periódico un ex preso del IRA. En los últimos años el Ejército ha cerrado 34 de las 105 instalaciones de que disponía, ha reducido a 14.000 el número de tropas, que llegó a sumar 30.000 hombres en los peores momentos del conflicto, en 1970, y las fuentes aseguran que "sólo patrullan en una tercera parte del territorio". El mismo jueves se anunció la vuelta a casa de otros 500. "Hemos hecho cambios significativos, pero el resto dependerá de los terroristas. Seguiremos reduciendo fuerzas conforme ellos reduzcan su amenaza", asegura Roger Goodwin, oficial en jefe de información.

Para los republicanos, no es suficiente. John Hume, líder de los católicos moderados del Ulster, aseguraba a este periódico que un gesto británico para reducir tropas en este momento facilitaría enormemente el desbloqueo del proceso de paz. Y el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, ha dicho que la presencia de tropas británicas en la frontera es "una fuente de acoso y molestia". Pero David Trimble, principal líder unionista, no aceptaría ahora un recorte en esa zona. El acuerdo prevé "la reducción del número y papel del Ejército a niveles compatibles con una sociedad normal pacífica".

POLICÍA

Éste es uno de los temas en el que más progresos se han hecho, junto a la liberación de los presos, y que más satisface a la minoría católica. El Gobierno británico aprobó recientemente la mayor parte de las recomendaciones realizadas por Chris Patten, que presidió la comisión sobre la reforma del RUC, para espanto de los unionistas más acérrimos. Los agentes van a cambiar de uniforme, van a perder la insignia de la corona real y su nombre y van a ver reducidos sus efectivos de 13.500 a 7.500 hombres. Pero lo más impresionante es que, a partir del otoño, deberán albergar en sus filas igual número de católicos y protestantes. Ahora mismo tienen un 92% de protestantes frente a un 8% de católicos (en la sociedad, los protestantes son algo más del 50%), y una terrible imagen como fuerza de represión.

"Hay cierto grado de dolor, de decepción y de ansiedad ante la pérdida de la insignia y del nombre", cuenta Roy McCune, comisario jefe del RUC. "Aquí hemos perdido 302 hombres durante el conflicto, y es normal que los agentes se sientan así. También muchos se verán afectados por la reducción, pero estamos contentos con la paridad. Es el único camino". El Gobierno aceptó la reforma de Patten, pero se encargó cuidadosamente de rechazar una recomendación que les hacía hervir la sangre. El nombre propuesto: Northern Ireland Police Service, NIPS, algo así como el nombre de un snack, bastante ridículo para una fuerza policial armada antes tan poderosa. Se quedará en PSNI. La reforma de la policía pasará a la Cámara de los Comunes este mes para su entrada en vigor en otoño, pero el Partido Unionista del Ulster rechaza los aspectos más controvertidos y quiere volver a colarlo en la agenda. Pero Londres y Dublín, y por supuesto los católicos, rechazan reabrir ese tema.

PRESOS

La excarcelación anticipada de los convictos de terrorismo es la gran queja de los unionistas: el IRA no ha iniciado el desarme, mientras sus presos ya se han beneficiado de las salidas anticipadas de la cárcel previstas en el acuerdo. El argumento es fácil para los republicanos: también los lealistas han salido, y tampoco se han desarmado.

Desde que se firmó el Acuerdo de Viernes Santo, 313 presos han abandonado la cárcel antes de cumplir su condena: 159 republicanos y 144 lealistas. 95 de ellos, que cumplían cadena perpetua, están sometidos a una licencia vitalicia que les será retirada sólo con la sospecha de que han reanudado su actividad terrorista. Ya que el programa ha beneficiado a ambos bandos, ahora hay en Belfast más preocupación por los 1.100 funcionarios de prisiones que perderán su empleo cuando cierre la cavernaria cárcel de Maze que por los cerca de 700 presos que al final de este año serán libres.

JUSTICIA

En Irlanda del Norte aún está en vigor la legislación antiterrorista de 1973, que recoge una definición "demasiado amplia" del terrorismo, según Denise Magill, investigadora de la Comisión de Derechos Humanos de Irlanda del Norte. Aún es posible la detención sin cargos durante siete días, por ejemplo, o imputación de delitos de terrorismo por una simple protesta. Este mes, la Cámara de los Comunes tiene previsto aprobar la nueva legislación prometida en el Acuerdo de Viernes Santo.

DERECHOS CIVILES

Éste es un lugar en el que sólo tres de cada cien niños van a colegios de integración. El resto se relaciona sólo con niños de su propia comunidad hasta que entran en la universidad, si es que llegan. Viviendas, colegios y hasta hospitales están separados. Hay dos veces más paro entre católicos que entre protestantes. Superar estos lastres es el gran reto del acuerdo de paz. En la práctica parece imposible, pero en muchas conciencias ha calado ya la necesidad de eliminar el apartheid. En muchas ciudades se están promoviendo zonas mixtas de viviendas y ocio que, aunque de momento no dejan de ser un gancho sólo apto para jóvenes de clase media, todos coinciden en que al menos es un comienzo. El objetivo en educación es que un 10% de los niños vaya a escuelas de integración en 10 años. Diversas comisiones supervisan además las condiciones de igualdad en cuestiones de empleo, vivienda y otros derechos, y numerosos fondos apoyan proyectos de reconciliación.

PAZ

El capítulo no escrito en el Acuerdo de Viernes Santo, pero objetivo al fin de todo esto, es decir, la paz, funciona. A pesar de los problemas para conseguir el desarme, que provocaron la suspensión de las instituciones autónomas el pasado 11 de febrero por parte del Gobierno británico, el IRA y los principales grupos lealistas mantienen un alto el fuego indefinido que ha cambiado la atmósfera y la economía de la provincia en los últimos años. 51 personas han muerto desde la firma del acuerdo, 29 de ellas en el terrible atentado de Omagh, cometido por republicanos disidentes del IRA. El resto son sobre todo lealistas en ajustes de cuentas internos. En los casi treinta años de guerra hubo cerca de 3.600 muertos.

Pruebas que desaparecen

Paralelamente al acuerdo de paz, Tony Blair ordenó en 1998 una nueva investigación sobre el Domingo Sangriento, el mayor símbolo de la represión de la minoría católica que luchaba en los setenta por sus derechos. La anterior había resuelto que la matanza de 14 civiles desarmados en Londonderry en 1972 a manos de paracaidistas británicos fue "responsabilidad" de los organizadores de la protesta pacífica. El 26 de marzo empezarán las audiencias de la nueva investigación, pero ésta ya se ha visto empañada por la desaparición de pruebas. De los cinco rifles que quedaban de todos los utilizados aquella tarde, tres han sido destruidos recientemente, reconoció el Ejército. "No vamos a olvidar", cuenta el hermano de Michael Kelly, muerto entonces con 17 años. "Queremos justicia".

www.nio.gov.uk

www.ruc.police.uk

www.uup.org

www.hihrc.org

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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