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Pura experiencia

JAVIER UGARTE

Eran tiempos en que en cinco años nacía y moría un régimen. La Segunda República se estrenaba en Éibar el 14 de abril de 1931 y era asesinada en Ceuta y Pamplona el 17 y 18 de julio de 1936. Mientras tanto, tres ciclos de gobierno, uno de la derecha y dos de la izquierda, varias revoluciones e intentos de golpe de Estado, y miles de esperanzas y pasiones encontradas. La cosa acabó mal, muy mal; guerra, muerte y miseria, y un estado autoritario de cuarenta años. No es cosa pues de extrañarlo. En absoluto.

Si lo traigo a colación es para hacer notar todo lo que han cambiado los tiempos; lo han hecho en toda Europa, donde, por entonces, las cosas de la política iban en todas partes con el mismo apresuramiento. Hoy, todo va aún más rápido. Todo, menos la política y sus ciclos. Después de 1945, tras la segunda posguerra, las democracias europeas buscaron gobiernos estables y consiguieron gobiernos eternos. Piénsese en Margaret Thatcher o en Helmut Kohl. Pero antes fueron el socialdemócrata Helmut Schmidt, los laboristas británicos o la democracia cristiana en Italia. Todos, gobiernos eternos mientras duraron.

Aquí creímos, pobres de nosotros, haberlo descubierto con Suárez (que parecía eterno, y sólo duró seis años) y, especialmente, con Felipe González. Lo del PNV y Pujol pertenece a otra categoría. Pero cuando vimos a Aznar, su personalidad y su pírrica victoria del 96, todos esperamos o nos temimos -según nos fuera en el entierro- que de nuevo las cosas de la política iban a coger velocidad en este país. Lo creímos todos. Desde los socialistas, que se pusieron la venda y volvieron a la batalla como si lo suyo fuera un pequeño tropezón, a los populares, que no se veían despegar en las encuestas. Desde los nacionalistas del PNV, con su alarmante política de radicalismo moderado, creyendo poder jugar un tiempo con Aznar para retirarse, si hiciera falta, con Almunia, a los comentaristas de todo pelo, que llegamos a hacer todo tipo de vaticinios, salvo el que de hecho se ha dado. Craso error, a la vista está.

Aquí, contingencias imprevisibles aparte, hay gobierno del PP para cuatro, ocho o más años. Todos, de los particulares a las empresas, las instituciones y los partidos debemos tomar buena nota de ello, incluido el PP. El juego en corto, al que ha jugado más de uno esperando que "cualquier día de estos" todo será distinto, ya no tiene sentido.

Y descendiendo, si se me permite, al ámbito vasco de indecisión, todos deberán marcarse sus estrategias según la clave de los tiempos, los cambios que nos vienen de Europa y sabiendo que una derecha europeizada nos gobernará durante los próximos años. Deberán hacerlo si no quieren que las tendencias de fondo les acaben arrastrando con el tiempo. Ese anclaje del escenario político que ha supuesto la victoria por mayoría del PP, puede tener efectos beneficiosos para la sociedad siempre que sus agentes saquen las consecuencias debidas. En el País Vasco se estaba poniendo la política como en los treinta: crispación, radicalismo y revolución (hasta Egibar habla con frecuencia de "cambios revolucionarios" para pasado mañana). Cierta estabilidad en el marco de referencia, puede ayudar a un aterrizaje sobre la realidad

Si todo se llegara a sosegar, si se pensara a largo plazo y si se hiciera una política activa en todos los órdenes (mejor en el práctico que en el emotivo o fantástico), el País Vasco ganaría con ello. Esto vale para todos. El PNV deberá reformular su estrategia de alianzas si quiere aparecer como partido de gobierno, centrado y pragmático, que es lo que ha sido desde el 77 y antes; y es cuando mejor le ha ido. Por esa vía, sólo quedan los socialistas (como quedaron en 1933, pero estábamos en que los treinta habían pasado). Estos, los socialistas vascos, deberán dejarse ver, comenzar a hacer política, que uno no sabe si existen desde que Jáuregui marchara para Madrid. El PP deberá definirse entre la vocación integradora de Rabanera en Alava y la del elefante en cacharrería de Iturgaiz. Por su parte, el lehendakari debiera tomar buena nota de a dónde nos ha llevado su grisura tecnocrática y disposición subalterna respecto a su partido. HB sabe que su tarea es más ardua.

Pero, claro, todo esto deberán impulsarlo los políticos. Y uno, como usted, es un tanto escéptico al respecto. No por nada: pura experiencia.

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