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Fallas de Valencia

Decepcionantes 'cuadris'

Estos no son mis cuadris que me los han cambiao, musitaba la afición. Menudo chasco, los cuadris.Venían con todos los honores estos toros de la acreditada ganadería de don Celestino Cuadri Vides. Y el honor consistía en que iban a dar color torista a la feria. Sólo una tarde entre diez. Pero como dijo el sabio Salomón, una no es ninguna.

Y resultó que se comportaron tan flojos, tan fofos, tan atolondrados y desvaídos como casi todos los toros que suelen producir las factorías comerciales de la mal llamada ganadería de bravo.

El primero sacó peligro y eso no fue lo peor, si bien se mira. Reservón y desarrollando sentido, a fin de cuentas manifestaba el inquietante comportamiento que es propio de los toros reservones que sacan sentido. De todo se ha de parir en los predios de Iberia. Lo malo estaba en los otros cinco, que carecían de casta y poder, atributos esenciales de los auténticos toros de lidia.

Cuadri / Padilla, Califa, Dávila Toros de Celestino Cuadri, bien presentados, flojos -algunos inválidos- de poca casta y manejables, excepto 1º, bronco

Juan José Padilla: estocada corta muy baja y rueda de peones (aplausos y salida al tercio); estocada tendida, rueda de peones -aviso- y tres descabellos (palmas y también algunos pitos cuando saluda). El Califa: metisaca bajísimo enhebrando el costado del toro, pinchazo bajo, otro hondo, descabello -aviso- y descabello (ovación y salida al tercio), dos pinchazos -aviso-, pinchazo y dos descabellos (ovación y salida al tercio). Dávila Miura: cinco pinchazos -aviso-, pinchazo hondo, tres descabellos y se echa el toro (silencio); pinchazo y estocada caída (aplausos). Plaza de Valencia, 14 de marzo. 5ª corrida de Fallas. Dos tercios de entrada.

Juan José Padilla, con el bronco primero las pasó canutas -que también solía decir en otros azares el sabio Salomón-. Lo cual no debe significar que se amilanara, ni que dejara de intentar pases, porfiarlos dentro de un orden y, por supuesto, de banderillear, lo que hizo cuarteando los pares, indefectiblemente por la derecha. Se empieza a notar la mayoría absoluta.

Al cuarto toro lo recibió Juan José Padilla valerosamente tirándole la larga cambiada a porta gayola, le ciñó verónicas y en los pareos derechistas incluyó uno del violín, que causó sensación. Él mismo vibró de entusiasmo, se puso a pegar saltos, a levantar los brazos, a tirar puñetazos al aire. Parecía Pedro Carrasco el día que ganó el campeonato de Europa.

Y, con la muleta, alternó derechazos y naturales, muy entregado, muy bullidor, muy amigo de la galería (como si fuera de la familia) aunque las tandas carecían de fuste. Blando, atolondrado y dócil el toro, no podía haber emoción. De cualquier forma pudo Padilla cortar oreja, mas la perdió por sus desaciertos con la espada.

Los diestros estaban muy pinchauvas, esta es la realidad. Y en la desastrada especie se llevó la palma El Califa, artífice de los pinchazos y sablazos más impresentables de la tarde. No se entiende muy bien pues por no componer la cruz y echarse fuera perdió el éxito que había ganado con la muleta en sus dos toros, bastante inválidos y amodorrados ambos.

El Califa, que no es de Córdoba sino de Xàtiva, se llevó asimismo la palma en la suertes bien interpretadas; en redondos y naturales de largo recorrido y ajustada reunión. El pase cambiado que dio en el platillo al iniciar su primera faena levantó al público de los asientos, y lo volvió a levantar cuando aguantaba y mandaba las renuentes embestidas para embarcarlas en los pases de pecho de cabeza a rabo.

Toreo de buen corte le aplicó igualmente Dávila Miura al sexto toro, otro tardón descastado, y en cambio no le sacó partido al inválido tercero que tomaba resignado los engaños. La vida está hecha de contrastes, bien se ve.

De manera que Dávila Miura se sintió torero con el sexto cuadri -el de mayor peso de la decepcionante corrida- y lo pasó, corajudo y dominador, al derechazo y al natural. No hubo arte en el empeño, es cierto, pero demostrada la voluntad y tal como va el escalafón, ya puede uno darse con un canto en los dientes. Esto se le oyó decir al sabio Salomón una noche loca de vino y rosas.

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