Alberto Schommer recorre en 100 imágenes la vida cotidiana de Madrid
'Autobiografía de un madrileño' es la obra más personal del fotógrafo
Alberto Schommer acaba de publicar el álbum Autobiografía de un madrileño. No porque él lo sea (que es vitoriano), sino porque se lo dedica a esa ciudad "destartalada" donde lleva viviendo más de media vida. En este álbum, que hace el número 30 de este fotógrafo y poeta que lo ha retratado casi todo (flamenco, toros, políticos, artistas, La Habana, Bilbao...), pasea con cierta nostalgia por un Madrid entrañable que no se resigna a perder su singularidad. Para Schommer, se trata de su libro "más personal e intransferible".
Poner madrileño al título del álbum ha sido también una concesión que ha tenido que hacer Alberto Schommer (Vitoria, 1928) a quien se lo edita, la Obra Social de Caja Madrid. El fotógrafo y académico, que considera Autobiografía de un madrileño su obra más universal ("podía haber sido la autobiografía de alguien intemporal"), hubiera querido tachar ese adjetivo. Y poner, por ejemplo, "biografía de Trujillo, la de Vargas Llosa, un dictador que se cepilló a todo el mundo".Porque en las más de cien imágenes de este álbum aparece poca gente, pero muchos lugares por donde pasea este fotógrafo, que conserva de su padre, alemán, el apellido y ciertos rasgos físicos.Le gusta caminar y captar la luz de media mañana y media tarde, y saltar de la Gran Vía ("aun a riesgo de jugarte la vida") a la plaza Mayor y las cavas, Alta y Baja, y la zona de las Cortes.
Y poco más pasea, salvo el Retiro y el cogollo del barrio de Salamanca, donde el fotógrafo y académico vive en una inmensa casa de 500 metros cuadrados y adonde pronto trasladará su estudio, atestado de muebles art déco, objetos de arte negro antiguo y precolombino que compra cuando viaja y láminas en la pared con escritos dedicados de Andy Warhol, Tàpies, Chillida, Cela, Oteiza y de todos los poetas desde Aleixandre en adelante.
"Los fotógrafos tenemos esa ventaja; ofreces un retrato y él, como contrapartida, te da algo suyo, y eso suele ser un manuscrito", cuenta. Claro que también fotografió a símbolos con pies de barro, como Roldán y Conde, para el álbum Un día en la vida de España. Pero Conde no le engañó, dice Schommer. "Aún no había pasado nada con él, pero intuí algo; por eso le saqué con la mirada baja, mirando hacia la silla".
Obra nostálgica
Inaugura el álbum Autobiografía de un madrileño una imagen de una incubadora como símbolo del nacimiento de la vida y lo cierra una silla de ruedas vacía. "Es una obra más nostálgica que pesimista. La vida te hace darte cuenta de que es patética; uno vive con los periódicos, la televisión, y no pasa un día sin que ocurra algo patético en el mundo". En medio de esas dos imágenes, Schommer capta momentos de la vida cotidiana: viejas calles, balcones, boticas, porterías, cafés, Chicote, una sastrería, una peluquería y escaparates con figurines de los que ya no existen ataviados con ropa imposible.
Y también aparecen muchos anuncios de publicidad. Como uno de ropa interior masculina en el que ya figura la dirección electrónica de la marca, testigo de esta era de las tecnologías. "Los anuncios marcan mucho más las épocas que la gente o la ropa, y también las carteleras de cine", opina este fotógrafo, que lleva 45 años con la cámara al hombro.
Para Schommer, las ciudades se muestran al visitante según como se miren. De Madrid coincide con la acepción general de que es una ciudad acogedora, pero critica que se vayan perdiendo "algunos lugares encantadores y su singularidad"; que, salvo el centro, está desorganizada, y no le interesa nada a Schommer más allá de la plaza de Castilla o la desembocadura de Arturo Soria, ni los aspectos de la ciudad masificada.
Autobiografía de un madrileño está prologado por el poeta José Hierro, quien defiende la hipótesis de que la fotografía es anterior a la pintura. Este nuevo libro de Schommer también es el antecedente de otro sobre Madrid que está elaborando. Esa vez será un retrato del Madrid "duro y atormentado".
Babelia
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