Solo ante el peligro
El Gobierno del Partido Popular puede presentar algunos avales incuestionables, sobre todo en política económica. Pero hay que reconocer en su estrategia una profunda torpeza, que acaso se origina en la soberbia. Poseídos por la borrachera del éxito, los populares se están tapiando las salidas, lo cual les obliga a la mayoría absoluta para no humillar la testuz. Cuando se obra con la suficiencia con que está obrando el PP, toda negociación para formar Gobierno será vista como un retroceso, una concesión o una derrota. Descartado definitivamente cualquier acuerdo con el contubernio de rojos formado a su izquierda, lo que les queda es aún peor: una caterva de partidos separatistas.Cuando se declara por decreto la intrínseca perversión moral, social y política de los nacionalismos resulta difícil explicar por qué al final siempre se pacta con ellos. Parece que esos locos son especialmente fuertes en Euskadi y Cataluña, pero en otras comunidades, como Galicia, Canarias, Baleares o Aragón, consiguen un respaldo cada vez más importante. Incluso en los peores momentos, el Partido Popular reconoce al partido socialista sus virtudes de gran partido nacional, cohesionador del territorio (y a lo mejor de la patria), pero las naturales leyes de la política les llevan a mirar hacia otra parte, más ahora, en que el PSOE se alía con los protervos comunistas. Sí, salvo que aúnen los votos que no pueden, los populares tendrán que manchar sus impolutas almas con el contacto negociador, echarse en brazos de alguna de esas formaciones a las que detestan en voz alta, en voz baja y en la intimidad de la conciencia.
Quizás el más firme candidato, de entre todos esos miserables separatistas, a los que el PP se acercará, si acaso con higiénica mascarilla, serán los diputados de Convergència i Unió. Parece previsible que el ala más derechista del derechista partido volverá a agachar las orejas (Vidal Quadras, ese solitario incomprendido, salvo para las iluminadas plumas del Foro de Ermua). Pero ése es el dilema al que se enfrenta el actual discurso político del Partido Popular: o rojos o separatistas. Qué vergüenza, dirán ciertos prohombres de orden, secretos pinochetistas, para los que incluso el voto al PP es un mal menor.
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