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FUEGO MORTAL EN VALLECAS

Cinco indigentes mueren calcinados en el incendio de un edificio abandonado de Entrevías

Cinco indigentes murieron calcinados mientras dormían, a las dos de la madrugada de ayer, en un inmueble abandonado de Entrevías. Un sexto ocupante de la vivienda, Bartolomé Rodrigo, se salvó de las llamas saltando a la calle. "Les vi abrasarse vivos y no pude hacer nada", se lamentaba Rodrigo, mientras miraba la ventana enrejada de la primera planta junto a la que quedaron abrazados Juan Beltrán y su compañera Patrocinio Gil. El inmueble tenía que haber sido demolido, pero lo había impedido un litigio entre la Comunidad de Madrid y la dueña de un local de loterías.

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El siniestro se originó posiblemente por una fogata hecha por los propios inquilinos para combatir el frío que se colaba por las ventanas sin cristales. Las llamas prendieron rápidamente en los numerosos colchones, cartones, maderas y ropas acumulados en la casa, sita en la calle de Hornachos, 3, en el barrio de Entrevías (Puente de Vallecas).Bartolomé Rodrigo, Tolo, de 37 años, fue el primero en advertir el peligro. Dormía en un habitáculo sin ventanas de la planta baja cuando escuchó un par de golpes, "como pedradas", y olió el humo. Se levantó del camastro, retiró la cortina que puso a modo de puerta de su habitación y se topó con una humareda negra. Echó a correr escaleras arriba para llamar a los cuatro hombres y la mujer que dormían en la planta superior.

Rodrigo, un ex toxicómano que actualmente sigue un programa de desintoxicación con metadona en el barrio de San Blas, trató de entrar en el cuarto donde dormían sus cinco compañeros. No lo consiguió. "Habían cerrado con colchones y trozos de puertas rotas la entrada. No pude entrar y sólo les pude gritar: '¡Vamos, levantaos, que se quema la casa!".

Nadie le contestó. Entonces Tolo se dio la vuelta para salir del inmueble y vio que estaba rodeado por las llamas. Bajó dos peldaños de la escalera interior, pero el fuego se le acercaba. "No me quedó otra salida que saltar al rellano de la escalera, que hay un trecho desde arriba, y desde ahí salté a la calle", comentó. Una quemadura en el jersey probaba lo cerca que estuvo de las llamas.

Desde la calle, Tolo presenció la dramática escena en la planta superior. Los cinco que vivían en la habitación trataban de protegerse de las llamas. Uno de ellos, Miguel Ángel, al que Rodrigo conocía como El Cojo, golpeaba la pantalla de maderas y colchones que cegaban la ventana de la habitación para que no entrara el frío. Logró tirar abajo las maderas, pero él no pudo escapar: "Se quemó"´, afirmó Rodrigo.

"Después vi a la chica y a su novio quitándose la ropa porque se les estaba quemando", explica. "La chica se quedó en bragas agachada, en cuclillas, en una esquina de la habitación, pegada al enrejado de la ventana. Su novio la abrazaba para protegerla del fuego. Luego vi que él se arrancaba la ropa envuelta en llamas. De repente, le perdí de vista. Ya no estaba. Sólo quedaba la chica. Se abrasó. Les vi quemarse uno a uno", comentó Tolo con la mirada perdida.

La mujer y su novio fueron identificados por la policía como Juan Beltrán, de 41 años, y Patrocinio Gil Soto, de 40, informa Luis F. Durán. Ésta, según los vecinos, era madre de tres hijos, aunque no vivían con ella, sino con los abuelos. Actualmente también seguía un programa de desintoxicación de heroína en un centro de San Blas.

Bartolomé Rodrigo recuerda cómo los gritos de socorro de sus compañeros se fueron apagando poco a poco mientras él observaba, impotente, la escena desde la calle. "Yo les dije: 'Tranquilos, que voy a buscar un palo o una cuerda para que bajéis", explica Rodrigo. Pero no le dio tiempo. El fuego fue más rápido y fatídico. "Me dio mucha rabia, porque vi cómo se quemaban, pero no pude hacer nada para ayudarles; sentí mucha impotencia cuando vi cómo ardían desde la calle", afirmó.

Cuatro de los fallecidos quedaron carbonizados "al cien por cien", según informaron ayer los bomberos. La policía científica les seccionó un dedo de la mano para reconstruir las yemas y obtener las huellas para identificarlos. Uno de ellos era conocido en el barrio como El Malospelos.

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