"Para los artistas españoles la naturaleza es algo cruel"
La literatura y la pintura son los dos ejes de la vida de John Berger, nacido en Londres en 1926 y residente en un pueblo perdido de la alta Saboya. De hecho, él asegura que no sabe a ciencia cierta qué fue primero, si crítico de arte o escritor. Hombre vitalista, comprometido y crítico con la realidad, John Berger es un creador polifacético que cultiva no sólo la novela, la poesía, el ensayo o el teatro (la obra El último retrato de Goya fue representada en España en 1996). También combina la crítica de arte con los guiones de cine y televisión y la fotografía.El autor de la trilogía De tus fatigas, Lila y Flag, Hacia la boda y del imprescindible Modos de ver ofreció la pasada semana sendas conferencias en los museos de El Prado de Madrid y de Bellas Artes de Bilbao a propósito de la exposición El bodegón español. De Zurbarán a Picasso, que se muestra durante esta temporada en la pinacoteca bilbaína.
Pregunta. ¿Cuáles son los bodegones de la exposición que más le han gustado?
Respuesta. Quiero ver la exposición con más calma. Ayer [por el pasado miércoles] le di un vistazo general y me paseé por ella. Es una muestra muy impresionante por lo bien colocada que está espacialmente. Cada uno de los cuadros tiene el aire necesario para que pueda respirar. Además, cada cuadro puede dialogar con los otros cuadros. De ahí que tengas la impresión de que el siglo XVII y el siglo XX dialogan. Y me parece que ninguna de las obras expuestas sobra.
P. ¿No le da la impresión de que en esta muestra falta un bodegón de Cézanne para comprender el verdadero nacimiento del arte contemporáneo?
R. La pregunta es muy interesante, pero no. Cézanne no podría estar aquí, porque nunca podría haber sido español.
P. Sin embargo, es el pintor que explicaría lo que después de él ha sido el arte contemporáneo.
R. Cézanne no puede ser español porque puede dar órdenes a la naturaleza. Y ésta es una idea muy italiana o francesa, nunca española. Para los artistas españoles la naturaleza es algo cruel, fuera de orden. Ahora bien, el rol de Cézanne podía estar representado aquí por Juan Gris.
P. ¿Existe algún motivo especial para que al final de su conferencia aludiera a El Aleph, de Jorge Luis Borges?
R. La conferencia fue como escribir un pequeño ensayo, y tardé un par de meses en terminarlo. Mientras escribía ese texto leí por casualidad la historia que cuenta Borges, un autor al que admiro, en El Aleph y la introduje en la conferencia de manera espontánea.
P. ¿El acto creativo comporta para usted situarse en una posición de receptividad hacia los influjos y estímulos que vienen del exterior?
R. Es verdad que cuando llevas un tiempo trabajando en algo las cosas vienen a ayudarte. Esto tiene que ver con la literatura. Imagínate que tienes que mover un montón de arena de aquí allí. Piensas con pesadumbre: "¿Cuándo terminaré esto?". Después hay un momento concreto en el que parece que la arena se pone de tu parte.
P. ¿En su caso qué fue primero, el crítico o el escritor?
R. En mi vida pública, antes fui un crítico de arte. Lo primero que escribí fue como crítico. Pero en realidad tampoco lo sé, ya que antes escribía poemas. Cuando tenía 40 años, y no antes, mi madre me dijo: "Cuando estuviste en mi seno, tenía la esperanza de que este hijo que llevaba en mi vientre fuera un escritor de mayor". Ahí es quizá donde empezó todo. Pero debo decir que mi madre nunca me influyó, sino que me lo contó cuando yo ya era escritor.
P. ¿Es su última novela, To the wedding (Hacia la boda), publicada en 1995 en la editorial Alfaguara, su obra más lírica?
R. Me resulta difícil hacer juicios comparativos sobre mis propios libros. Hacia la boda es un libro que espero sea lírico, porque está escrito de cara a la muerte. Si hay algún placer es el placer de la vida, precisamente por la confrontación frente a la muerte.P. ¿Al introducir poemas en sus novelas lo hace para reafirmar consideraciones muy concretas?
R. En el tercer libro de mi trilogía hay un poema de Ruyard Kipling en el que dice: "Deja las lágrimas, querida, para la próxima". Y en Hacia la boda no hay apenas lágrimas.
P. ¿El hecho de vivir en un pueblo perdido de la alta Saboya, cerca de la naturaleza, es una manera de aceptar la idea de la muerte con más naturalidad?
R. Quizás. No estoy muy seguro. Pero no sería por la naturaleza sino más bien por la cercanía de la gente que vive allí y lo ha hecho durante generaciones, para quienes la muerte es como un vecino. Los muertos para ellos son vecinos en realidad. Todos los muertos son compartidos. Cuando alguien muere en el pueblo, nunca he visto menos de 100 personas en el funeral, y normalmente acuden 800. La muerte, entonces, no es algo excepcional.
P. ¿Sigue manteniendo que el papel histórico del capitalismo es destruir la historia, cortando todo vínculo con el pasado y orientando todos sus esfuerzos y toda la imaginación hacia lo que está a punto de ocurrir?
R. Esas palabras son más reales ahora que cuando las escribí. Las mantengo más que nunca. Otra persona que ha dicho lo mismo en español es el comandante Marcos, en Chiapas. Creo que el comandante Marcos, probablemente, ha estudiado algo de historia del arte. Y no es una broma.
P. ¿Por qué en un mundo cada vez más globalizado en lo económico y lo militar se siguen produciendo casos de genocidio?
R. Hoy en día hay mucho fanatismo. Fanatismo de ciertos terroristas, de grupos islámicos... Esos fanáticos están siempre en los márgenes del mundo, en las esquinas. Parece que vivimos en un orden económico a escala mundial que se basa en la creencia más fanática que ha existido: pensar que obteniendo cada vez más y más beneficios económicos los hombres y el mundo estarán a salvo.
P. ¿Qué próximos proyectos aparecen en su vida literaria?
R. El proyecto futuro más inmediato es la salida de una novela que se titulará Rey. Es el nombre de un perro, y este perro cuenta una historia que es la de los sin techo que viven en las calles. Volveré a España en septiembre, con ocasión de la publicación de este libro en la editorial Alfaguara.
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