Brisa malgache
Juegan una baza importante desde el primer instante: la voz magnífica de Monika. Y enseguida aparecen en escena esas armonías vocales malgaches que han sampleado sin remordimientos algunos modernos espeleólogos del mestizaje sonoro. La historia del grupo comienza en la costa suroeste de Madagascar, en una familia con 15 hijos -cinco de ellos forman el grupo actual- que huye de la guerra y el hambre. Tienen unos juegos de voces que podrían evocar a los de Crosby, Stills, Nash & Young de la década de los setenta con el apoyo de guitarras acústicas. Crean unas polifonías al estilo de los coros búlgaros o corsos y otras en las que obtienen la rítmica a partir de una respiración entrecortada. Canciones con alma, aparentemente sencillas, e impregnadas de soul, reggae o soukous.El director de un prestigioso mensual británico aventuró la hipótesis de que marineros de otras tierras habían llevado sus músicas hasta Madagascar y que allí, aisladas del mundo, éstas evolucionaron de forma diferente. Y esa mezcla sorprendente de lo malayo-polinesio y lo africano se hace visible en la gestualidad de Monika: mueve los brazos como una bailarina oriental mientras que el tren inferior expresa poderío negro a base de golpes de cadera. Para el final dejaron una extraña letanía acelerada y ese canto a cinco voces que ha encantado a Bobby McFerrin y Zap Mama.
Njava Monika (voz principal), Lala (segunda vozy katsa), Pata (percusión), Maximin (bajo y guitarra acústica) y Dozzy (guitarra acústica)
Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Madrid, 28 de febrero.
Babelia
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