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Una exposición muestra en París 25 obras sobre papel del legado de Saura El poeta Jacques Dupin ha seleccionado trabajos de 1956 a 1993

La galería Lelong de París presenta una exposición dedicada a la obra sobre papel de Antonio Saura, que permanecerá abierta hasta el próximo 25 de marzo. Se trata de una selección realizada por el poeta Jacques Dupin alrededor de una temática reducida: los retratos, las crucifixiones, las multitudes y el perro de Goya.

Cuarenta años de trabajo creativo aparecen resumidos en 25 collages, tintas o pinturas saurianas, un modelo perfecto de evolución y de constancia, de variaciones sobre unos pocos temas y técnicas. Los retratos de mujeres son de una enorme potencia expresiva, dramáticos a la vez que cómicos; las multitudes aparecen distribuidas de maneras muy distintas, como superficies repletas de humanos-amebas, de racimos de cabezas o de confusas turbamultas que crean un horizonte negro e inquietante. "La multitud", escribía Saura, "es, en el fondo, una única y amazacotada figura". Las crucifixiones, anota Dupin, aparecen desprovistas de toda connotación sagrada, de toda referencia a la idea de una expiación sangrienta de los pecados de la humanidad. Son crucifixiones personales, individuales, como la de Bacon, sólo que sin su carácter de carnicería, de carne en el matadero. A veces, el cuerpo, ampliado, remite a una dislocación teratológica.

Goya, con un par de retratos imaginarios del pintor y la referencia al extraordinario encuadre relativo al perro motivo de varios textos y reflexiones de Antonio Saura, es protagonista directo de una obra ya de por sí muy marcada por sus pinturas negras. Saura, en uno de los textos citados, habla de ese perro como de "una eclosión" que "al mismo tiempo crea un espacio vacío".

Todo el material expuesto en la galería Lelong pertenece a la familia Saura y forma parte del legado que el pintor dejó a su muerte. Es una muestra exquisita, pero sólo una muestra, de un conjunto más importante que corresponde a la que podemos definir como la colección personal del artista. El mérito de Dupin es haber sabido poner de relieve la coherencia al tiempo que la variedad de una labor creadora que se extiende, en este caso, de 1956 a 1993.

Para Jacques Dupin, Saura era un "pintor de cabezas", y el pintor se convierte en un "cazador de cabezas", siempre al acecho de "cabezas terribles, de rostros humanos deformados por la máscara y máscaras que revelan el rostro torturado, la metamorfosis de las carnes y la trayectoria del grito". Ese grito puede transformarse en risa, en estallido de carcajadas o en intento de mordisco, de dentellada. "Sólo el ser humano retiene la atención de Saura, ya sea hombre, mujer, cabeza o cuerpo. No hay otra cosa que el otro". Los elementos que pueden contribuir a crear un paisaje aparecen apenas esbozados; los trajes o los peinados son "prolongaciones o vagas características del cuerpo".

La muestra parisiense, que ya fue presentada en Zúrich el verano de 1999, es una espléndida síntesis de una trayectoria en la que las constantes son tan importantes como las variaciones, espejo de una obsesiva capacidad de trabajar sobre unos pocos elementos y hacerlo cada vez de manera distinta, al tiempo que reconocible.

La exposición, dice Dupin, recuerda que Saura "se apoderaba de todas las imágenes que estaban a su alcance y que su avidez era inmensa. Engulle una herencia incontable, de la prehistoria a las civilizaciones sucesivas de Oriente, África y América"; nada, ninguna imagen, tanto sacada de la alta cultura como de la más simple postal turística, dejaba de ser procesado en el almacén de su memoria para aparecer luego reciclado, reconvertido, integrado dentro del mundo sauriano, aquí reducido a 25 sublimes obras sobre papel.

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