Ibarrola tenía razón
Agustín Ibarrola y Mari Luz Bellido tenían toda la razón. El ataque que han sufrido en su caserío, otros atentados anteriores contra la obra del artista, así como las manifestaciones realizadas por el alcalde de Kortezubi, del PNV, lo han puesto bien de manifiesto. El ataque contra la casa de Mari Luz y Agustín no se ha producido porque sean malos vascos, porque Agustín guste llevar txapela o porque quieran pasearse por Madrid, París o Nueva York. Les han atacado porque ambos se han mostrado siempre contrarios a la imposición antidemocrática del credo ideológico abertzale, porque han defendido su libertad y la de los demás ciudadanos para pensar libremente, manifestar libremente el pensamiento y defender en libertad sus opciones políticas. Se les ataca porque son demócratas y defienden la democracia, la libertad y los derechos. Porque lo hicieron contra el franquismo, y lo pagaron caro, y porque lo hacen frente al terrorismo totalitario abertzale, y quieren quienes defienden a ETA y su proyecto que también lo paguen caro ahora, como dicen frecuentemente las pintadas y lemas de Jarrai y HB.
Tenían razón cuando dijeron que a pesar de ello seguirán defendiendo la libertad y la democracia, asistiendo el pasado sábado a la manifestación por la libertad y contra el terrorismo totalitario que se celebró en San Sebastián. Tienen la razón de la lucha por la libertad. Pero también les ha dado más razón el alcalde de Kortezubi, del PNV. Al negarse a condenar el ataque sufrido por el matrimonio Ibarrola, este alcalde se despacha contra ellos por ser malos vascos, llevar txapela sin permiso nacionalista, tener un apellido vasco sin servir por ello a la causa patriótica nacionalista, por entender el país y la ciudadanía de manera bien distinta a la doctrina oficial del nacionalismo.
El matrimonio Ibarrola se manifestó el sábado pasado para reclamar esa libertad de entender el país y la ciudadanía de manera distinta a como lo hacen los abertzales y también para protestar por la actitud de los representantes políticos del nacionalismo, que desampara a quienes como ellos quieren pensar en la nación, el país y la ciudadanía de manera distinta a la abertzale, quieren que no se les ataque por ello y quieren que se puedan encontrar libremente ante las urnas ciudadanas todas las opciones en régimen de igualdad. Pero exigen también que quienes han sido democráticamente elegidos, como este alcalde del PNV, sepan que su representación es de toda la ciudadanía, que deben anteponer siempre la defensa de los derechos y libertades a cualquier consideración sobre la txapela, el apellido o la ideología de los ciudadanos. Las manifestaciones abertzales nunca precisan protección policial; ésta, sin embargo, sí, porque los simpatizantes de Jarrai y HB atacan a quienes se manifiestan contra ETA. Ya es suficiente razón para celebrar esa manifestación. Si ETA manda que todos seamos ideológicamente iguales, que nadie se salga de la fila abertzale, resulta que hay muchas ciudadanas y ciudadanos que no sólo estamos dispuestos a salirnos de la fila, sino a mostrar públicamente nuestra insumisión a ETA y el abertzalismo. Mari Luz y Agustín tenían toda la razón al apoyar esta manifestación, porque defendían la libertad de no ser como ETA manda que seamos. Debería bastar también para que el Gobierno vasco y los partidos nacionalistas compartieran esa demanda de libertad.
Pero el alcalde de Kortezubi, del PNV, ha venido a llenar de razón, por si hacía falta aún, a la manifestación celebrada el pasado sábado. La abría una pancarta con el emblema del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco y se produjo en San Sebastián, la ciudad en la que ETA ha asesinado a más personas en su negra historia. Ese emblema lo diseñó Agustín. Tenía toda la libertad para hacerlo, pero también toda la razón. Se la otorga por añadidura este representante del PNV, así como el propio partido que no lo desautoriza públicamente. Si para este representante jeltzale es más importante arremeter contra la ideología de Agustín y Mari Luz que defenderlos ante la violencia fascista, él y su partido deberían dar explicaciones más detalladas al respecto: hasta qué punto van a anteponer éste u otros representantes nacionalistas su ideología abertzale a los derechos y libertades ciudadanas, hasta qué punto cuenta más para ellos la defensa de su idea de la patria que los derechos y libertades de Agustín Ibarrola y Mari Luz Bellido.
Se lo voy a poner fácil. Yo no comparto la ideología del PNV o de HB, porque ni soy conservador, ni nacionalista; soy socialista y federalista. El concejal del PNV de Iruña de Oca Alfredo Aberásturi padeció un ataque violento en su casa el mismo día que los Ibarrola. No me siento libre si un nacionalista como él no puede libremente defender públicamente su ideología, contraria a la mía. Exijo al ayuntamiento de esa localidad, a todos los grupos políticos del mismo, incluido por supuesto el de HB, una condena pública de quienes hayan cometido ese atentado, que muestre su solidaridad con Aberásturi y exija las medidas pertinentes al poder público para que aseguren que esta persona pueda ejercer su libertad y derechos. La condición de mi libertad es la de Aberásturi, como lo es la de Ibarrola y Bellido, la de todas y todos. ¿Puede decir públicamente lo mismo el alcalde del PNV de Kortezubi? ¿Puede retractarse de sus indignas declaraciones? ¿Puede desautorizarle su partido si no lo hace? Ahí puede estar un metro perfecto para saber cuánto mide para cada cuál la democracia y la libertad ciudadana. Mari Luz, Agustín, tenéis toda la razón, la de la libertad y la democracia; no la tienen quienes os atacan por defenderla, ni el alcalde de Kortezubi, del PNV.
José María Portillo es profesor de Historia Contemporánea de la UPV.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.