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Campaña de las ONG para echar al Vaticano de la ONU

El Vaticano está bajo asedio. Cientos de organizaciones no gubernamentales de todo el mundo y miles de individuos a título personal se han sumado a una campaña lanzada en Estados Unidos por Catholics for a Free Choice (CFFC, Católicos por el Derecho a Decidir) para privar a Roma de sus privilegios como observador permanente en Naciones Unidas. Los coligados consideran que la Iglesia no tiene derecho a vetar, basándose en principios religiosos, políticas que cuentan con el apoyo masivo de la organización en áreas como el control de la natalidad o los derechos de la mujer. El Vaticano reaccionó con desdén cuando esta campaña fue lanzada en marzo del año pasado, pero esta semana ha dado muestras de preocupación.CFFC es una organización con más de 25 años de vida, que siempre ha sido un garbanzo en el zapato de la curia vaticana, en particular por su patrocinio del control de la natalidad y que ahora ataca con la campaña See Change, un significativo juego de palabras, pues al oído suena como Cambio Radical, aunque escrito es Cambio de Sede.

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See Change se ha armado contra la presunta usurpación de privilegios por parte del Vaticano, que, amparándose en su calidad de observador permanente, actúa en Naciones Unidas como un Estado, cuando, a juicio de quienes buscan el cambio, debería hacerlo como una organización religiosa más. Los movilizados usan como argumento las palabras del propio Papa ante la Asamblea General de Naciones de 1979: "La naturaleza y objetivos de la misión espiritual de la Sede Apostólica y de la Iglesia hacen que su participación en las tareas y actividades de la ONU sea muy diferente a la de los Estados, que son comunidades en el sentido político y temporal".

La Iglesia ha tenido un papel muy prominente en conferencias internacionales como la del Medio Ambiente de 1992 en Río, la de Población y Desarrollo de 1994 en El Cairo o la de la Mujer de 1995 en Pekín, con criterios que en ocasiones ha creado trabas a la adopción de resoluciones al forjar el Vaticano alianzas con países como Sudán, Libia, Marruecos, Argentina y Guatemala. "La ONU se ha convertido en un importante foro para discusiones sobre políticas de salud pública, incluidas la sexualidad y la reproducción", observa Frances Kissling, presidenta de CFFC. "Pero los principios religiosos de la Iglesia hacen casi imposible la participación de la Santa Sede en estos debates siguiendo los mismo criterios de sanidad que corresponde a una política de Estado. Al contrario, la Iglesia intenta que éstas se adapten a sus puntos de vista religiosos".

A Kissling le indigna "que un llamado país, que excluye de su ciudadanía a mujeres y niños, atraiga tanta atención cuando se pronuncia sobre cuestiones que tienen que ver con mujeres y niños". Y, como gran polemista, es irreverente sobre las cualidades de ese país: "Algunos nos preguntamos si Eurodisney no tiene tantas atribuciones para ser observador permanente como el Estado Vaticano".

El Vaticano sólo puede ser privado de su estatuto de observador permanente, con acceso y voto en las conferencias internacionales, por mayoría absoluta de la Asamblea General, algo inconcebible ahora mismo. "Nunca se sabe a dónde se puede llegar. Nuestro objetivo es crear conciencia sobre el papel de la Iglesia en la ONU", dice John O'Brien, portavoz de CFFC. "No somos ingenuos. Ningún país va a votar contra otro, pero sí que cuidará las relaciones. Nosotros nos oponemos a que el Vaticano actúe como un sujeto político". Lo que CFFC y sus coligados en See Change buscan es que el Vaticano sea reducido a la categoría de observador, en paridad con instituciones como el Consejo Mundial de las Iglesias. La ONU y Kofi Annan, a quien se dirigen las postales que piden el cambio de estatuto para la Santa Sede, no tienen constancia oficial de la campaña porque CFFC no ha remitido las decenas de miles de peticiones recibidas, según O'Brien.

Roma no se molestó al principio con la campaña, presentada por Joaquín Navarro Valls, portavoz de Juan Pablo II, como "un torpe intento de silenciar a la Iglesia católica". Pero esta semana, la agencia vaticana Fides disparó su artillería al denunciar una conjura de abortistas y anticatólicos. Bernard Przewozny, consultor del Consejo Pontificio Justicia y Paz, habló de "batalla ideológica" y de que "a esas personas no les importa el futuro de la humanidad, sólo buscan eliminar la traba que supone el Vaticano para poder afirmar sus pseudovalores morales de libertad y autodeterminación".

O'Brien niega que se esté planteando un conflicto religioso. Lo que ocurre es que "la curia no representa a la Iglesia". "Nosotros somos buenos católicos y sabemos los que supone la vida en familia", replica el portavoz. "Lo que el Vaticano intenta es que sistemas de control de la natalidad a los que tenemos acceso en los países desarrollados no lleguen a África y América Latina".

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