El Gobierno de Israel amenaza con arrasar Líbano si Hezbolá ataca a la población civil
Tel Aviv anunció ayer que está dispuesta a arrasar los "intereses vitales" de Líbano si la guerrilla fundamentalista de Hezbolá ataca a los civiles de las poblaciones fronterizas del norte de Israel que permanecen en los refugios antiaéreos desde el lunes. "Si caen cohetes Katiusha en las localidades del norte de Israel, arderá la tierra libanesa", aseguró ayer el jefe de la diplomacia israelí, David Levy, a un nutrido grupo de embajadores convocados en Jerusalén para transmitirles información sobre los últimos acontecimientos. Ayer, y por tercer día consecutivo, continuaron los bombardeos en el sur de Líbano.
Las amenazas israelíes llenaron ayer de preocupación a los habitantes de la ciudad de Balbeek, en el corazón del valle de la Bekaa, en el este de Líbano, capital de la milicia shií, donde aún se sienten los efectos de los últimos bombardeos que destruyeron la central de suministro eléctrico y han dejado a la región sin luz.David Levy, hasta ayer un defensor a ultranza del proceso de pacificación y diálogo con los países árabes vecinos de Israel, fue contundente al afirmar que, en caso de un ataque a la población civil hebrea, "los intereses vitales de Líbano arderán en llamas y serán necesarios muchos años para reconstruir el país".
La dura advertencia del ministro israelí de Exteriores -confirmada algunas horas más tarde en un comunicado de su Gobierno que aseguraba que "no se tolerarán más violaciones" de los acuerdos de 1996 sobre protección de la población civil a ambos lados de la frontera- denota los temores a un inminente ataque de Hezbolá con misiles y cohetes contra la población del norte de Israel, que se encuentra desde hace dos días escondida en los refugios.
El primer ministro israelí, Ehud Barak, en previsión de futuras e hipotéticas agresiones de la guerrilla islamista, acabó ayer de perfilar un plan de ataque general contra Líbano en el transcurso de una maratoniana reunión del Gabinete de seguridad, celebrada en Jerusalén, que duró más de cuatro horas, en la que se pasó revista a los errores cometidos en las últimas operaciones militares, cuando no se cumplieron la totalidad de los objetivos.
El jefe del Gobierno israelí, que es además ministro de Defensa, como ya lo fue Isaac Rabin, se encuentra en estos días absolutamente sumergido en tareas militares, según se aseguraba ayer en círculos políticos de Jerusalén, lo que le ha llevado a recortar sus horas de sueño.
La escalada de declaraciones bélicas ha estado acompañada de operaciones militares intensas, que llevaron el martes a los aviones israelíes a bombardear las zonas montañosas del sur de Líbano y a adentrarse en el valle de la Bekaa, junto a la frontera con Siria, para volver a atacar una zona castigada en las últimas operaciones. Ayer, los bombardeos se centraron en la zona de Majdel Silim, fuera de la "zona de seguridad" establecida por Israel al sur de Líbano.
Balbeek, la capital política y militar de la Bekaa, acogió ayer con preocupación las amenazas israelíes, mientras trataba de curar las últimas heridas producidas por los bombardeos del lunes por la noche, que dejaron sin luz a casi toda la ciudad, mientras se anuncian nuevas y fuertes nevadas en la región. Decenas de soldados libaneses, observados de cerca por militares vestidos de civil del Ejército sirio, trataban ayer de desescombrar los restos de la central eléctrica de Balbeek, destruida con una precisión quirúrgica, sin que se dañaran ni un ápice las instalaciones de una central de distribución de gas situada a poco menos de 300 metros.
Fruto de la cooperación
Los restos aún humeantes de esta central eléctrica se han convertido en las últimas horas en lugar de peregrinaje de los diputados de Beirut, que tratan de ver con sus propios ojos lo que ha quedado de esta obra de cooperación internacional que costó hace poco menos de seis años 80 millones de dólares (unos 13.300 millones de pesetas), más del doble del valor de los daños totales provocados por los ataques israelíes del pasado junio.
En medio de esta agitada actividad bélica, el Gobierno de Estados Unidos trata por todos los medios de impulsar una reunión urgente del Comité de Vigilancia Internacional del Alto el Fuego, constituido en abril de 1996, tras la operación Uvas de la Ira, que se saldó con más de 175 muertos y 200 heridos. Este comité -en el que están presentes Israel, Líbano y Siria, como países beligerantes, y Francia y Estados Unidos, como árbi-tros- es la última esperanza para acabar con la escalada militar.
La secretaria de Estado Madeleine Albright ha mantenido conversaciones telefónicas con el primer ministro israelí, Ehud Barak, y con el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faruk al Shara, para que no lo arrojen todo por la borda y acudan a la reunión de Comité Internacional del Alto el Fuego y reconstruyan el clima de diálogo que les permitió sentarse en la mesa de negociaciones el pasado mes de noviembre.
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