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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Motivos de zozobra

La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), como todas las instituciones que necesitan el acuerdo político de sus países miembros para sostener sus informes o recomendaciones, utiliza un lenguaje diplomático, amable, que tiende a resaltar las alabanzas y a endulzar las críticas. Por eso está fuera de lugar la satisfacción desmedida con que el Gobierno ha recibido la cuota de elogios incluida en el último informe anual de la organización sobre España. En él se resalta que España se encuentra en una fase de fuerte crecimiento, se destaca la reducción del déficit público y, en fin, se atribuye la mejora de los indicadores económicos registrada en los últimos años a una "buena gestión macroeconómica".Más que solazarse con los parabienes genéricos del informe, cuya atribución al Gobierno de turno es convencional y muy matizada, después de saber que el Gobierno del PP presionó a la OCDE para que borrase del texto la afirmación (correcta) de que la mejora de los fundamentos de la economía española empezó a gestarse en 1994, el equipo económico y sus exégetas deberían estudiar a fondo las recomendaciones contenidas en él; porque mientras gran parte del ajuste de algunos indicadores se ha producido gracias a la mejora de la economía internacional, los problemas que señala la OCDE son responsabilidad total e intransferible del Ejecutivo. Los autores del informe detectan riesgos de calentamiento de la economía y rigideces en el mercado de trabajo, un sistema de pensiones con "considerables compromisos futuros no provisionados", un mercado eléctrico excesivamente concentrado en dos grandes empresas y un sistema tributario plagado de deducciones y desgravaciones. Con independencia de que se esté de acuerdo o no con las soluciones propuestas -es evidente que su análisis de las pensiones es economicista y no tiene en cuenta el bajísimo nivel de las prestaciones mínimas-, su diagnóstico es acertado y ofrece al Gobierno actual o al que salga de las elecciones una tarea considerable.

La evolución del paro registrado en el mes de enero ha venido a confirmar, además, que los discursos sobre la excelencia de la situación económica empiezan a estar pasados de moda y que el espejo del círculo virtuoso se está resquebrajando. El aumento del desempleo en más de 58.000 personas, después de los pobres resultados de meses anteriores, es una seria advertencia de que sólo el crecimiento de la economía no garantiza la prosperidad.

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