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Un perturbado provoca una matanza en Valencia

Causa una explosión de gas y mata a tiros a dos policías, un bombero y una vecina antes ser abatido

Ramón Tatay Zanón, un vecino de Valencia de 62 años que tenía las facultades mentales perturbadas, provocó ayer, poco después de las seis de la mañana, una explosión de gas en su casa del barrio marítimo de El Cabanyal. Luego, se apostó en la terraza, entre las ruinas, con su escopeta de caza, y durante una hora y media protagonizó una matanza. Con los cartuchos de postas de cazar jabalíes acabó con la vida de una vecina, dos funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía y un bombero antes ser abatido por los agentes. Los vecinos relataron que este hombre, que vivía solo, sufría paranoias y sólo hablaba de que la policía, los jueces y los médicos querían matarle. A un vecino le advirtió de que "un día iba a armar una que iba a ser menuda".

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Tatay provocó un escape de gas, en opinión de la policía, cortando la espita de una bombona de butano. Luego, le prendió fuego a la vivienda y se produjo la explosión. El delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Carlos González Cepeda, explicó que a las 06.15 un vecino de El Cabanyal telefoneó al 091 alarmado porque acababa de producirse una explosión en la calle de Escalante, junto a la avenida del Mediterráneo. Otros vecinos, como María Ángeles Navarro, pensaron que el ruido procedía de los petardos falleros.Una patrulla del distrito Marítimo comprobó que la casa de dos alturas, en el número 147 de la calle de Escalante, estaba en llamas y alertó a los bomberos. Mientras se encontraba en la calle, a pocos metros de la vivienda, uno de los dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía, Francisco Pascual Martínez García, de 43 años, recibió un "impacto brutal en la cabeza y cayó fulminado", según relataron los vecinos.

Su compañero, dos agentes de la Policía Local y los vecinos que estaban junto a él pensaron que había sido alcanzado por "cascotes de la explosión, porque el cartucho de postas le desfiguró el rostro". No sospechaban que el dueño de la casa, escondido entre las ruinas, le había abatido con su escopeta de caza. En un coche policial lo trasladaron al Hospital Clínico, donde ingresó inconsciente a las 06.30 y falleció minutos después, según informó la jefa de la guardia, Inmaculada Navarro.

Tendida en el rellano

Los bomberos, que ignoraban la existencia del francotirador, se dedicaron a extinguir el fuego. Una vez apagadas las llamas, entraron a la vivienda y se encontraron a una mujer, Vicenta Darder Dubón, de 80 años, inquilina de la casa contigua, "tendida en el rellano de la escalera", en palabras del delegado del Gobierno. Los bomberos pensaron que era una víctima de la explosión y la sacaron a la calle para atenderla. Tampoco imaginaban, como detalló después la policía, que la mujer había acudido a la casa al oír la explosión y que Ramón Tatay la convirtió en la primera víctima de la carnicería. José García, vecino del barrio, comentó que Tatay "estaba con la manía de que a la vecina se la tenía que cargar, hasta que se la ha cargado".

A las 06.45, durante los trabajos de retirada de escombros dentro de la vivienda, el bombero Vicente Sivera Cervera, de 40 años, recibió un disparo por la espalda procedente de la buhardilla. Los bomberos y los policías desalojaron a toda prisa la casa.

En ese momento llegaron al lugar tres furgones de la Unidad de Intervención Policial (UIP), los antidisturbios. Estos policías se habían concentrado antes del amanecer en sus dependencias para partir hacia la localidad almeriense de El Egido, donde iban a ayudar a sofocar los incidentes entre vecinos e inmigrantes magrebíes. Pero al conocer los sucesos de El Cabanyal se dirigieron allí con celeridad. Cepeda contó que, tras acordonar la zona, los agentes de la UIP entraron a la casa "para averiguar lo que estaba ocurriendo". Entró el jefe de la unidad (el inspector jefe Ignacio José Moreno Arroyo, de 41 años) acompañado por varios policías, y fueron "recibidos por varios disparos que se realizaron desde la buhardilla", según González Cepeda. "Nuestro jefe se agachó al oír los disparos y un cartucho le alcanzó en la cara y se la destrozó; los compañeros lo sacaron de la casa, pero ya no había nada que hacer", narró uno de los policías. Otro agente sufrió rasguños en la cabeza por los disparos.

Los antidisturbios se lanzaron a la caza del francotirador, que intentó huir por el tejado y se refugió en una zona de difícil acceso. Hasta que le abatieron de un disparo en la cabeza. El SAMU, servicio de atención de urgencias dependiente de la comunidad autónoma, lo evacuó a las 09.15. La jefa de la guardia del Hospital Clínico detalló que ingresó allí a las 09.52 "en estado crítico", sedado, intubado y con ventilación mecánica. Tenía una herida de arma de fuego con orificio de entrada en la región maxilar izquierda y posible orificio de salida en el occipital izquierdo. La gravedad de las heridas no permitía operarle y falleció a las 11.45.

Diversos vecinos coincidieron ayer en señalar el carácter "paranoico" de Tatay y su "manía persecutoria", causadas, en su opinión, por el alcoholismo que sufría, aunque no recibió tratamiento psiquiátrico por "su aversión a los médicos". Tatay era un trabajador portuario jubilado que nació en el barrio y de joven se trasladó a Francia, donde residen su ex mujer y sus cinco hijos. Desde hacía varias décadas vivía solo en la casa y tenía licencia de armas de tipo 1 para utilizar su escopeta de caza, deporte al que era aficionado, según relató uno de sus hermanos, con los que no mantenía buenas relaciones, que se personó ayer en el lugar de la matanza.

"Ya la ha liado"

"Era muy raro, hablaba con muy poca gente y siempre decía que la policía y los jueces le perseguían", comentaba una vecina.

Antonio López, un vecino que trataba a Tatay desde hace treinta años, comentó que muchas veces le decía que "iba a armar una que iba a ser menuda; sólo tenía un tema de conversación, que la policía, los jueces y los médicos lo perseguían y querían matarlo. Decía que un día se iba a hartar, pero no lo tomábamos en serio. Lo dijo tantas veces que creíamos que nunca iba a pasar nada". Cuando ayer oyó los tiros, Antonio pensó: "Ya la ha liado".

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