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"Olvidamos lo difícil de su labor"

En una sala abarrotada de dolor, presidida por una gran enseña del Cuerpo Nacional de Policía, un crucifijo y una gran talla de un ángel de la guarda, el ministro del Interior, Jaime Mayor, impuso en la tarde de ayer las medallas de oro y al mérito de la Policía Nacional, a título póstumo, a los dos agentes y al bombero asesinados por un perturbado en el popular barrio valenciano de El Cabanyal.Mayor, que se desplazó expresamente a Valencia para dar el pésame a los familiares de los fallecidos, dijo tras la imposición de condecoraciones: "Creo que las familias no se consuelan con ello, pero es lo mínimo que se puede hacer por un gesto valeroso que les ha costado la vida".

"En ocasiones nos olvidamos de lo arriesgado de su misión. Su muerte es un recordatorio de lo abnegado que es su trabajo", afirmó el ministro, que insistió: "Nos olvidamos de lo difícil de su labor. En un acto que parecía normal han dejado su vida". "Ha sido el comportamiento extremadamente valeroso de unos hombres que han dado su vida en el servicio", sentenció.

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En la sala del Palacio del Temple -sede de la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana- no hubo durante todo el día de ayer espacio suficiente para dar cabida a los centenares de familiares, agentes de las fuerzas de seguridad del Estado, funcionarios municipales y autoridades que desfilaron ante los féretros. Algunos de los familiares más allegados de los dos policías y el bombero asesinados tuvieron que ser atendidos de crisis nerviosas y desmayos.

Vecinos del bombero fallecido, Vicente Sirera, intentaron arropar a su viuda, Marisa, embarazada de pocos meses y de baja médica por un problema de espalda. Uno de los vecinos de la urbanización Camp del Turia de La Pobla de Vallbona, lugar de residencia del bombero fallecido, explicó: "Hace dos días estuvo en mi casa para devolverme unas semillas que le había prestado para que Marisa se hiciese una infusión. Esto ha sido un desastre. Él acababa su turno a las siete de la mañana, cuando a eso de las seis y pico le llamaron para que realizase un servicio". "Ella todavía no ha asumido la muerte de su marido. Él se va ahora, con ella de baja por un problema de columna y embarazada cuando pensaban que ya no tendrían niños", explicó este vecino.

El ministro del Interior también tuvo palabras de afecto para los agentes policiales, en especial para el inspector jefe Ignacio José Moreno, que estaba a punto de salir para El Ejido (Almería) cuando acudió a atender el aviso en el que perdió la vida. "No quiso dejar Valencia sin atender [antes] la intervención [de El Cabanyal]", dijo Mayor Oreja.

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Moreno -natural de Madrid y de 41 años- era el jefe de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Comunidad Valenciana, Baleares y Murcia. Se encargó de establecer el dispositivo de seguridad del Rey durante sus vacaciones en Palma de Mallorca, del Papa durante sus visitas, del juicio del caso Alcàsser y de los partidos del Valencia en Mestalla. Había sido premiado con la Cruz Blanca al Mérito Policial. Se graduó como teniente de la antigua Policía Nacional en Zaragoza en 1984. Tres años después fue destinado a Valencia, donde perteneció a la XX Compañía de Reserva General, los antiguos antidisturbios, hasta que en 1990 se creó la UIP y asumió la jefatura regional. Vivía con su esposa y sus dos hijos, de 14 y 11 años, en el barrio valenciano de Benimaclet. Para sus compañeros era una persona "muy humana, todo corazón".

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