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El 'caso Mendiluce' agrava las discrepancias en el seno de Greenpeace La organización admite que "se precipitó" al proponer al eurodiputado como presidente

La guerra de Kosovo hizo saltar la chispa en Greenpeace, la organización ecologista más influyente del planeta. Xavier Pastor, director de Greenpeace España, reconoce: "No fuimos capaces de adoptar una postura, y eso nos preocupó". Se encendió el debate sobre el compromiso humanitario, surgieron dos corrientes y se pensó en un eurodiputado español famoso por sus declaraciones en torno a los derechos humanos, José María Mendiluce, para ser presidente internacional y catalizar este cambio radical de imagen. Le nombraron en diciembre. Pero el lunes pasado dieron marcha atrás.

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"Muchos socios y medios de comunicación nos pidieron una posición respecto al bombardeo de la OTAN en Serbia. Balbuceamos y no llegamos a nada. Nos quedamos preocupados, insatisfechos". Así cuenta Xavier Pastor la crisis que surgió el año pasado en Greenpeace. El debate de ideas y corrientes ya había tenido su preámbulo en 1995, a raíz de su fuerte campaña contra las pruebas nucleares en Mururoa y un aluvión de críticas respecto al rígido carácter jerárquico de la asociación. Quisieron sacarse la espinita de la despreocupación humanitaria; decidieron apostar por un "hombre mediático" (con carisma en los medios de comunicación), como lo definen quienes le conocen: el eurodiputado y escritor José María Mendiluce. La junta directiva internacional, con sede en Amsterdam, le nombró presidente en diciembre. Esta semana Pastor reconocía: "Nos precipitamos". El pasado lunes, víspera de asumir el cargo, se le retiró el nombramiento. "No calibramos lo suficiente su implicación política con el Grupo Socialista; algunas oficinas nacionales y socios protestaron. Él no quiso desmarcarse de la política y el Parlamento Europeo. Finalmente, creímos mejor rectificar", explica. "En Mendiluce vi que, igual que nosotros, sabe hacer uso de los medios de comunicación para transmitir sus inquietudes", dice Pastor. Joaquín Fernández, autor de El ecologismo español, da una pista: "De repente se juntaban dos ambiciones mediáticas que no se sabía adónde podían llevar". Pastor reconoce que, tras el primer presidente de Greenpeace, el carismático David McTaggart, los tres siguientes han tenido un perfil más discreto, más gris. Y que hay interés por encontrar a alguien con un liderazgo claro. "Pensamos que Mendiluce podía cumplir ese objetivo". Pero el reverso de la moneda era el miedo a que el nuevo presidente nublara al resto de la organización. De hecho, la presentación a bombo y platillo en diciembre, según subrayan en Greenpeace, fue organizada por Mendiluce y la agencia de relaciones públicas con la que trabaja. A partir de ahí Greenpeace insistió mucho en que midiera sus apariciones públicas, porque pasaba a representar a tres millones de socios.

Mendiluce lo entendió como censura. "No podía aceptar dejar de expresarme como José María Mendiluce y como eurodiputado", recalca. "No podía dejar de escribir mis artículos, mis libros, dar mis conferencias, porque, entonces, ¿de qué vivo?".

La presidencia de Greenpeace no va acompañada de un salario. Como eurodiputado, Mendiluce cobra unas 515.000 pesetas brutas al mes, más otras 541.000 mensuales para gastos generales, más las dietas de desplazamiento (126 pesetas por kilómetro para los primeros 400 kilómetros, y 63 para el resto), más otras 500.000 pesetas anuales por otros gastos de viaje, más 38.000 por cada día de asistencia a las reuniones del Parlamento, más una cantidad de hasta 1,5 millones de pesetas mensuales para contratar asistentes.

La junta internacional recibió bien la propuesta de Xavier Pastor, al frente de una organización con 71.000 socios en España. "Mendiluce fue idea mía, lo asumo. Prácticamente no le conocía personalmente, pero me gustaba lo que decía, cómo lo decía y su capacidad de atraer a la gente". Eran tres finalistas: un ex ministro de Medio Ambiente holandés, una ex diputada verde austriaca y Mendiluce, que cautivó al fin.

Fotografías, ruedas de prensa, proyectos. Todo esto de cara al público, porque en la trastienda comenzó a abrirse una brecha. La asesoría jurídica alertó de que elegir a un eurodiputado vulneraba los estatutos que exigen en su artículo 7 "la independencia económica y política de la asociación". En España, 130 socios se dieron de baja aludiendo al efecto Mendiluce. Austria, Alemania e Italia advirtieron de la tormenta que podía avecinarse. Para salvar la apuesta se le pidió indirectamente al diputado que abandonara el Parlamento Europeo -así lo han admitido Pastor y el propio Mendiluce-, o que por lo menos "se comprometiera a incrementar su independencia política, haciéndola pública y distanciándose de cualquier partido". No lo hizo. Aunque "marginado" en el PSOE -según sus palabras- por apoyar a Josep Borrell, el PSOE le presentó por segunda vez a la Cámara de la UE y le quedan cuatro años como eurodiputado. Visto lo visto, Greenpeace optó por el refranero: "Más vale colorado una vez, que ciento amarillo".

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