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Entrevista:JUAN LUIS CEBRIÁN | ESCRITOR

"La transición ha sido poco novelada"

Miguel Ángel Villena

Tenía ganas Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) de escribir una novela de largo aliento tras una década de silencio como narrador. La agonía del dragón (Alfaguara), que será presentada el martes en Madrid y el miércoles en Barcelona, le rondaba la cabeza desde hace años porque el periodista, escritor y académico deseaba contar, en clave de ficción, ese periodo fundamental en la historia de España que arranca con las revueltas del 68 y culmina con el atentado al almirante Luis Carrero Blanco, en 1973. Planteada como la primera parte de una trilogía, La agonía del dragón es una novela coral a partir del relato en paralelo de las peripecias de una célula comunista y de una tertulia de franquistas en el Madrid de aquella época.Pregunta. Dedica usted la novela a las nuevas generaciones. ¿Cree que los jóvenes están interesados en la transición?

Respuesta. Creo que no les interesa. Por ello he escrito una novela, y no un ensayo o un libro de historia. Cuento las andanzas de unos personajes de ficción que espero que atraigan la atención de cualquier tipo de lector.

P. La transición es uno de los periodos más apasionantes del siglo XX español, pero ha servido poco como material de ficciones literarias. ¿Por qué?

R. Efectivamente la transición ha sido poco novelada por un cierto pudor hacia la narración de hechos tan recientes. La mayoría de protagonistas de la transición están vivitos y coleando. Se trata de un pudor que no existe en los países anglosajones, por ejemplo. Debo reconocer que yo lo he sentido al escribirla, al contar las historias de unos personajes que son literarios, pero encierran mucha verdad. En cualquier caso, he evitado cualquier tentación de impartir doctrina.

P. Unos protagonistas forman parte de una célula comunista y otros, de un grupo de cargos franquistas. ¿Suena a las dos Españas?

R. He querido hacer una novela coral donde no aparecen protagonistas claros. En realidad, el protagonista es toda una generación y, si bien se mira, aparece un tercer coro que incluye a policías y militares. He dibujado historias en paralelo porque la España de la época estaba fracturada en dos y padecía un conflicto generacional abierto. La transición sirve para la reconciliación entre los vencedores y los vencidos de la guerra civil; cabe recordar que todas las familias contaban con víctimas de un lado o de otro.

P. A pesar de su carácter de novela coral, en La agonía del dragón sobresalen dos personajes que miran las cosas con una media distancia: Marta, una comunista italiana, y don Epifanio, un jerarca franquista que ve inevitable la apertura.

R. Marta posee, entre otros, el encanto de su frivolidad. Es una extranjera de clase alta que contrapone su modernidad con aquella ortodoxia revolucionaria que impedía que la gente fuera feliz individualmente. Si la izquierda prohibía esa felicidad en aras de ideales colectivos, en el lado franquista pasárselo bien sin conciencia de pecado o de culpa era sencillamente imposible. El personaje de don Epifanio representa el cinismo y la lucidez. Desde su lealtad al Régimen percibe que las cosas no podrán seguir igual tras la muerte de Franco.

P. Da la impresión de que las mujeres de la novela son más resolutivas que los hombres.

R. Las mujeres son más resolutivas que los hombres casi siempre y en casi todo. En mis novelas me ha gustado más recrear personajes femeninos que masculinos y las mujeres me salen así.

P. La vida cotidiana de aquellos años finales del franquismo tiene un gran peso en la novela.

R. El Madrid de entonces no tiene nada que ver con la gran ciudad de hoy. A mediados de los sesenta los serenos o las vaquerías no habían desaparecido todavía del paisaje urbano. Muchas novelas en nuestra mejor tradición literaria han sido ambientadas en Madrid, pero en fechas recientes la capital ha aparecido poco en obras de ficción, si exceptuamos algunas incursiones de ficción al hilo de la movida de los años ochenta. He intentado situar a mis personajes en aquella atmósfera impregnada de la guerra del Vietnam, de las revueltas en Berkeley o en la Sorbona, de los Beatles, de la minifalda que inventó Mary Quant, de los cine-clubs y los grupos de teatro independiente... La novela pretende contar la historia de la generación que trajo la democracia a España.

P. Una espesa niebla de miedo planea sobre el relato.

R. Todo el mundo tenía miedo en aquellos años. La oposición temía la represión de la dictadura y los franquistas estaban aterrorizados por los avatares del porvenir, por el día de después. Incluso tipos tan canallas como el comisario Centeno de mi novela estaban invadidos por el miedo, aunque ese sentimiento no les impidiera después torturar a los detenidos.

P. Ahora bien, ese miedo a veces deriva en su obra hacia situaciones de auténtico esperpento.

R. El esperpento en La agonía del dragón es un puro espejo de la realidad. Sin ir más lejos, las reacciones que rodearon el asesinato de Carrero por parte de ETA y la forma en que se informó del acontecimiento reflejan la simplicidad tragicómica de la sociedad española. En este país un cineasta como Berlanga no ha tenido que inventar nada.

P. A propósito de ETA, resulta curioso que uno de los problemas más graves de este país apenas haya sido reflejado en novelas o en películas. ¿A qué atribuye esta ausencia?

R. Es cierto que la literatura y el cine se han ocupado muy poco del fenómeno de ETA, que marca la vida española desde hace décadas. La única película sobre el atentado a Carrero fue dirigida por un director italiano, como Gillo Pontecorvo. Hay que subrayar que el asesinato del almirante, al que muchos llamaban "el cejas", fue celebrado con entusiasmo por amplias capas de la población, incluso por gentes de orden. Ahora bien, ETA sigue ahí y creo que existe un temor muy extendido a interpretar en clave actual hechos del pasado reciente. Por otra parte, la transición fue dirigida por personas muy jóvenes que hoy apenas tienen 50 o 60 años.

P. La agonía del dragón arranca con la frase "quien a los veinte años no es comunista es que no tiene corazón, y el que lo sigue siendo a los cuarenta es que no tiene cerebro". ¿Ha pensado ya el arranque de su próxima novela, de la segunda parte de la trilogía?

R. Le estoy dando vueltas porque la primera frase de una novela me parece un elemento importante. Quiero escribir, en efecto, una trilogía pero sin agobiarme, con reposo y con distancia, porque, cuando concibes una novela, el relato te acompaña allá donde vayas. Los tres volúmenes podrán leerse de modo independiente. La segunda parte abarcará desde el atentado a Carrero hasta la llegada del PSOE al Gobierno en 1982. Pero, por encima de todo, quiero escribir una historia que entretenga y que refleje el recorrido vital de la generación que trajo la democracia a España.

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