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Queda tanto por hacer MANUEL CRUZ

Manuel Cruz

Cuando uno anda con un problema en la cabeza, a menudo tiene la sensación de que el asunto que le preocupa se ha convertido en un auténtico clamor, de tantos como son los indicios coincidentes con los que no hace más que tropezarse por doquier. Aunque es prudente recelar de las coincidencias exageradas, en casos como el que quiero mencionar queda poco margen de duda. La enseñanza se ha ido colocando, poco a poco, en el centro de un debate que quizá mereciera llamarse social, por lo menos para diferenciarlo de ciertas discusiones inducidas desde las superestructuras políticas, que aparecen y desaparecen, como por arte de magia, en función de los cambiantes intereses del corto plazo.En las últimas semanas estas mismas páginas han ido dando cabida a artículos que destacaban diversas dimensiones de un mismo asunto: la urgente necesidad de volver a plantear la cuestión educativa. También me atrevería a afirmar que todos ellos (tanto el de Xavier Antich como el de Josep M. Muñoz, el de Josep Ramoneda o el último hasta el momento de escribir estas líneas, el de Joan Subirats Tenemos un problema) coincidían en defender no sólo la dignidad de la tarea docente, sino también la insoslayable responsabilidad de todos los sectores sociales con la educación. Pero el asunto tiene muchos frentes, y según cuál sea el que nos sirva de punto de partida la reflexión adoptará uno u otro rumbo porque, como con tanta frecuencia sucede en nuestra sociedad, las apelaciones a la responsabilidad acostumbran a caer en saco roto por incomparecencia de los interpelados.

La Administración se ha especializado en hacerse invisible y, de ahí para abajo, las afirmaciones del tipo todos somos responsables difícilmente encuentran destinatario. Pero lo hay. Después de la Administración, al resto de instituciones les corresponde asumir una importante cuota en las reclamaciones. Y tal vez, de entre las instituciones, en un lugar muy destacado habría que colocar a la Universidad. En un artículo algo anterior a los que he citado (El sistema universitario catalán, de Miquel Caminal y Ramon Plandiura) los autores ofrecían un diagnóstico de la situación de la Universidad pública catalana que, sin duda, debiera ponerse en relación con la cuestión que estamos planteando. Los excesos que en él se señalaban ("demasiado corporativismo, demasiado asignaturismo, demasiados profesores que saltan de un cargo académico a otro, y que constituyen una auténtica clase política universitaria...") han dado lugar a unos efectos con los que no queda más remedio que enfrentarse.

En términos generales, puede afirmarse sin riesgo de error que, desde hace mucho, la Universidad se ha desentendido de la suerte de eso que antaño se llamaban las (enseñanzas) medias. Si hubiera que poner un ejemplo bien sangrante de esta actitud, difícilmente encontraríamos otro mejor que el de la pasividad con la que en facultades afectadas de manera directa se reaccionó ante los planes de reforma del bachillerato, especialmente en lo tocante a asignaturas de humanidades. Por escandaloso que pueda parecer desde fuera, tanto la institución como sus inquilinos (que no propietarios) prefirieron despreocuparse del asunto, como si la cosa no fuera con ellos. Pero el ejemplo no es más que el episodio final -que no debiera distraernos en su exceso- de una larga y permanente serie de olvidos y desencuentros que el profesorado de enseñanza media vive como un auténtico desaire.

Hasta hace relativamente poco, el tópico mayor con el que en todas partes se tendía a caracterizar el presente era el desencantado no hay nada que hacer, tópico que se doblaba en el terreno de la teoría con un autocomplaciente han caducado todos nuestros esquemas. Por fortuna, ya no estamos ahí. Poco a poco, pero de forma persistente, nos hemos ido alejando de ese lugar. Ya no está todo por pensar o, en cualquier caso, parece haber coincidencia en las perplejidades y estupores que queremos abandonar. Paralelamente, se ha ido haciendo visible la tarea posible. Posible, pero pendiente. Lo cual, yendo a lo nuestro, significa: la enseñanza media es el pasado y el futuro de la Universidad. En institutos y colegios están quienes antes fueron universitarios (y no se resignan a perder esa condición) y quienes albergan la ilusión de serlo en poco tiempo. También ante todos ellos -y no sólo ante nuestros actuales alumnos- hemos de responder.

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