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El conflicto de la UNAM irrumpe en la campaña de las presidenciales

Juan Jesús Aznárez

Francisco Labastida, candidato del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia en las elecciones del próximo 2 de julio, admitía ahora hace un año que la huelga de la UNAM había superado los límites académicos. "Se ha convertido en un conflicto político". Labastida era entonces ministro del Interior y escrutaba el desarrollo de la protesta desencadenada el 20 de abril de 1999 contra el incremento de las cuotas de inscripción: de un simbólico medio dólar anual (unas 80 pesetas) a aproximadamente cien (unas 16.000 pesetas). "Nuestros grupos de inteligencia tienen detectada a bastante gente ajena al conflicto", advertía Labastida.El cruce de acusaciones, las denuncias sobre aprovechamiento electoral del paro estudiantil, fueron constantes entre el PRI y los opositores Partido de la Revolución Democrática (PRD, centro izquierda) y el Partido de Acción Nacional (PAN, conservador).

Labastida llegó a pedir a Cuauhtémoc Cárdenas, alcalde de Ciudad de México hasta su reciente designación como candidato presidencial del PRD, que sacara las manos de la universidad, que dejara de utilizarla como ariete contra el PRI. "El responsable de crear el Frankenstein es Labastida", respondió Amalia García, que sustituyó a Cárdenas en la alcaldía. "Con los energúmenos que la dirigen, la huelga perjudica más a la izquierda que al PRI", comentaron fuentes oficiales.

Confuso el epicentro de la protesta, el curso de los acontecimientos, su radicalismo, parecen demostrar que la jefatura de la huelga ha sobrepasado desde el principio, y por la izquierda, a los tres partidos en disputa. El cierre de escuelas, facultades, laboratorios y centros de investigación, que se alzó en los campus de la capital mexicana con la igualdad de oportunidades para ricos y pobres como bandera, obligó a la suspensión del Reglamento General de Pagos. Conseguido este primer triunfo, los manifestantes comprobaron que otros más importantes eran también posibles, y reclamaron entonces el oro y el moro: la gratuidad de la enseñanza como fundamento de cualquier negociación y que los estudiantes lideraran la edificación de los nuevos cimientos de la UNAM.

Contra la oligarquía

La institución, antes de nada, debe ser popular, alejada de cualquier ensayo privatizador y susceptible de poder movilizarse cuando el Gobierno de turno aplique políticas "favorables a la oligarquía, a esa bola de ladrones que nos ha gobernado, y contrarias a los intereses populares".

Las voces a favor de las clases fueron apagadas siempre en cualquier asamblea por los dicterios, o empujones, de los ultras. El rector Juan Ramón de la Fuente se decidió entonces por la consulta. Votaron el pasado 20 de enero 180.000 estudiantes y empleados de la UNAM, y cerca del 90% se pronunció por levantar la huelga. De la Fuente dividió al CGH, pero los más radicales se adueñaron de su dirección y en ella siguen a sangre y fuego.

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