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La globalización no es sólo economía

Bill Clinton plantea la necesidad de tener en cuenta a los que quedan al margen del progreso

ENVIADO ESPECIALEl presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, que pronunció un discurso ante más de 1.000 responsables de grandes empresas multinacionales reunidos en el Foro Económico de Davos, se apartó del guión que muchos esperaban. Tras varios días de prepotencia norteamericana, con lecciones sobre nueva economía, crecimiento de la productividad y boom bursátil incluidas, el discurso de Clinton parecía destinado a poner el broche de oro al desembarco del tío Sam en Europa, vía Davos.

"No podemos pretender que la globalización es simplemente un asunto económico", afirmó en un intento de destacar la existencia de otras necesidades sociales. Para ello, Clinton defendió incluso la necesidad de que existan Gobiernos fuertes.

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Protesta contra las multinacionales

Sin embargo, descartó regodearse en los logros económicos de su Administración y optó por poner el acento sobre los problemas que la globalización no ha resuelto o incluso ha agravado, como la desigualdad entre naciones desarrolladas y atrasadas y los pobres y los ricos en los países más ricos. Ayer, Clinton mostró una preocupación por estos temas superior en apariencia a la del primer ministro británico, Tony Blair, que intervino el día anterior. Quizá por ese motivo, este último cosechó una más calurosa ovación que el primero al final de su discurso. También hubo, sin embargo, quien recordó la afición retórica de Clinton hacia los discursos emocionales.

Liberalizar el comercio

A pesar de estas manifestaciones, la mayor parte de la intervención del presidente de Estados Unidos estuvo dirigida a apoyar la necesidad de continuar avanzando en el proceso de liberalización del comercio internacional. Pensando tal vez en los manifestantes que estaban llegando a Davos para protestar contra la integración económica mundial, Clinton señaló que "quienes desean una vuelta atrás de la globalización, porque temen sus consecuencias dañinas, están totalmente equivocados. Cincuenta años de experiencia demuestran que una mayor integración económica y una mayor cooperación política son las fuerzas positivas".

En línea con esa idea, Clinton se comprometió a poner en marcha de inmediato una nueva ronda de negociaciones sobre liberalización comercial, algo que quedó frustrado el mes pasado tras la reunión de Seattle. Clinton, sin embargo, dejó claro que la realización de esta nueva ronda está sujeta a conversaciones preliminares entre los 135 países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC). En abierta contradicción con lo expresado por algunos de los participantes en el foro, como el presidente mexicano, Ernesto Zedillo, o representantes de algunas multinacionales norteamericanas, Clinton apoyó la idea de que en esas conversaciones sobre liberalización comercial deben incluirse aspectos como los derechos de los trabajadores y el respeto al medio ambiente, e incluso defendió la imposición de sanciones a los países que no sean capaces de mejorar la protección a sus trabajadores.

En respuesta a las críticas de algunos países en desarrollo que consideran estas propuestas una especie de barreras comerciales encubiertas, Clinton afirmó que "no se puede esperar que, por la simple liberalización de las transacciones comerciales, los países más atrasados puedan superar su pobreza".

En clave de política interna norteamericana, Clinton aseguró que luchará a fondo para conseguir que el Congreso de su país apruebe la normalización de las relaciones comerciales con China tras el acuerdo alcanzado en Pekín para la entrada del gigante asiático en la OMC. Respecto a la Unión Europea, no dejó de reiterar la exigencia de que ésta reduzca sustancialmente sus subvenciones a la agricultura, algo que resultaría muy beneficioso para las exportaciones de los países en desarrollo. Ésta es una reivindicación que los presidentes de varios países, especialmente latinoamericanos, como Argentina y Colombia, han planteado estos días en Davos.

Desigualdades en EE UU

Otros destacados representantes oficiales norteamericanos, como si de una consigna se tratase, abundaron ayer en la cautela de Clinton. Su secretario del Tesoro, Larry Summers, recordó las desigualdades que aún están presentes en la sociedad norteamericana. Así, puso como ejemplo que la esperanza de vida de un habitante de Washington es igual a la de algunos países atrasados. También recordó que, en algunas zonas del país, el paro triplica la media nacional. Summers también mostró preocupación por el bajo ahorro de los hogares norteamericanos, algo que los expertos reunidos aquí llaman elevado endeudamiento, y que en caso de lentificación económica colocaría en dificultades a muchas familias.

El director adjunto del Fondo Monetario Internacional, Stanley Fischer, verdadero hombre fuerte de la institución tras el anuncio de su marcha del actual director gerente, el francés Michel Camdessus, también aseguró estar inquieto por la desbocada marcha de la economía norteamericana, que podría verse abocada a una caída drástica en el caso de que los actuales ritmos de crecimiento no puedan ser controlados. Fischer realizó estas declaraciones tras dar a conocer los detalles del acuerdo entre el FMI y Argentina, y que implican la concesión de una línea de crédito a tres años de 7.000 millones de dólares a este país.

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, que también asistió ayer al Foro de Davos, subrayó como claves para el futuro de Europa la apuesta decidida por las nuevas tecnologías, la modernización de los sistemas de protección social y la apertura económica.

Antes de la intervención de Clinton, en un seminario sobre la nueva economía, el ministro francés de Economía, Christian Sautter, recibió fuertes críticas de grandes empresarios, tanto por la política de las 35 horas de trabajo impulsada por el Gobierno de su país como por el bajo ritmo de crecimiento de la economía europea.

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