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Divinas palabras

A. R. ALMODÓVAR

Feliz coincidencia. Al tiempo que el PP nos deleitaba un nuevo fin de semana con otro correctivo a las ínfulas de Chaves -esta vez presentando recurso al Tribunal Constitucional contra la ley de Cajas de Ahorro andaluza-, una nueva remesa de la ya afamada Nota del obispo Martínez, sobre el mismo particular, llegaba a las iglesias. No se sabe que este Martínez tenga nada que ver, en lo consanguíneo, con la candidata del PP, pues ya la coincidencia empezaría a ser sospechosa. Dejémoslo, por tanto, en feliz coincidencia.

Francamente, nos veníamos resistiendo a hacer la glosa de tan pródigo panfletillo, por su obviedad, un tanto grosera. Pero ya que insisten, no habrá más remedio. Desnudo de toda filigrana escolástica -lo que es de agradecer- viene el obispo de Córdoba a instruirnos en lo siguiente: que "la misión de la Iglesia es estrictamente religiosa" (bien); que "no es de orden político o social" (estupendo); "pero precisamente de esta misión religiosa fluyen tareas -no me dirán que no es bello el tropo- que pueden servir para constituir y fortalecer la comunidad de los hombres según la ley divina" (¡caramba!). No nos dice de qué arcana lógica fluye esta mundanidad. Pese a ello, fluye rotunda la conclusión: "Ella misma -la Iglesia- puede, e incluso debe, suscitar obras al servicio de todos, especialmente de los necesitados, como las de misericordia u otras semejantes". (Anótenlo bien. La última semejante de Cajasur fue el patrocinio, a todo trapo, de la ópera Lohengrín, en el teatro Maestranza de Sevilla. Claro que quizá la música de Wagner no ande muy lejos de ese cuerpo místico que conforman la metafísica, las finanzas y la caridad cristiana). Una vez asentado el aparente silogismo, lo que sigue ya es bastante menos sutil. Incluso llega a ponerse imperdonablemente descarado: "La Iglesia no está ligada a ninguna forma particular de cultura humana o sistema político". Lo del nacionalcatolicismo y llevar a Franco bajo palio debió de ser espejismo de la historia, o también coincidencia. Eso, por no irnos muy atrás.

Tan peligroso despeñadero acaba, como era previsible, en una burda descalificación de la democracia, al tildar la ley de Cajas, aprobada por el Parlamento andaluz, de "injerencia del Estado en la sociedad civil", entre otras lindezas. ¿Pero no habíamos quedado en que la misión de la Iglesia no es de orden político ni social?En fin, así todo. Buena la ha hecho el obispo Martínez. Pero todavía falta el retruécano: la identificación de sus inconfesables intereses materiales con los altos destinos de los cordobeses. Ahí ya no se atrevió a dejarlo por escrito, pero sí que envió a sus canónigos al frente de aquella inolvidable manifestación, que hubiera hecho las delicias de Valle.

Siempre se dijo que los curas franceses eran franceses antes que curas. Otro tanto cabe decir de los catalanes y, sobre todo, de los vascos, la boina bien enroscada para que no se escape la idea única: pueblo presuntamente oprimido necesita salvador, el que sea. Pero, hombre, la Iglesia andaluza había sido siempre más fina; si acaso, más proclive al humano jolgorio, romerías incluidas. ¡Pero sacar en procesión a seis canónigos!

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