Wainwright defiende que 'Stigmata' es un filme respetuoso con los católicos
El británico Rupert Wainwright (1962), director de Stigmata, defiende con pasión su película, un thriller religioso protagonizado por Patricia Arquette y Gabriel Byrne, ante el miedo de que no sea comprendida su trama, donde una peluquera empieza a sufrir estigmas en su cuerpo."He sido muy respetuoso con los católicos. Intenté hacer una película que fuera ficción pero que se basara en hechos reales y que provocara la discusión, la investigación, que mostrara que yo soy escéptico pero no cínico. Estuve más de tres años investigando los estigmas para no caer en el sensacionalismo. Pero reconozco que me interesó por lo espinoso del asunto", declara el cineasta.
Las investigaciones de un sacerdote enviado por el Vaticano para reconocer a una peluquera estadounidense que sufre estigmas se mezclan en Stigmata con hechos reales como la aparición en 1945, en el desierto egipcio, de un evangelio formado por 114 sentencias de Jesús y escrito en arameo, o los estigmas que aparecen en personas muy religiosas desde san Francisco de Asís.
"En este siglo ha habido varios casos. Intenté hablar con estigmatizados, pero no lo logré, porque estas personas odian la publicidad. Aun así, existe mucha documentación sobre casos como el del padre Pío, un monje capuchino italiano beatificado por el Papa la pasada primavera, que tuvo estigmas desde 1910 hasta su muerte, en 1968. Y leí textos de santos estigmatizados, como santa Teresa de Jesús. Las mujeres son las que más las sufren, de ahí que mi protagonista sea femenina".
Wainwright, un protestante que no se considera muy creyente, no cree que su película ataque directamente a la Iglesia católica, ni le asustan posibles problemas con los católicos. "En Estados Unidos les ha gustado la película, salvo a la Liga Católica, que no es muy representativa. Yo he hecho una película pro Jesús. Los distribuidores italianos, el país que es más sensible a estas historias, sólo me pidieron un cambio en la película. Y resultó ser una frase que le dedican unas prostitutas romanas a Gabriel Byrne".
Babelia
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