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Tribuna
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Espejismos

El vacío de poder del teatro de la Zarzuela se ha solventado con el nombramiento de un gestor, Javier Casal, como máximo responsable del centro, con la intención de crear posteriormente una comisión artística para cuestiones de programación. La fórmula es problemática, pero habrá que dar tiempo al tiempo. En el proceso de búsqueda del perfil idóneo para cubrir el puesto ha quedado en evidencia la falta de un criterio claro desde el Ministerio de Cultura a la hora de enfrentarse al tema, y por el camino han quedado varios cadáveres exquisitos que, mirando hacia atrás sin ira, son privilegiados espejismos de un más que evidente estado de confusión.Poco o nada, en efecto, tienen que ver entre sí el nacionalpopulismo de Plácido Domingo con la lucidez vanguardista de Ariel Goldenberg o con la sólida experiencia operística de Alberto Zedda. Y poco o nada tienen que ver los modelos por ellos desarrollados en Washington, Bobigny o la Scala de Milán, respectivamente. Ello sin contar con los también candidatos en su día José Carlos Plaza o Isabel Penagos, dos puntos de vista presumiblemente poco coincidentes. Da la sensación de que lo fundamental era buscar como fuese un nombre, al margen de sus propuestas artísticas y organizativas. En la recta final de esta rocambolesca historia se han cometido, además, con el maestro Zedda un atropello y una grosería incalificables. Después de ofrecerle el cargo y ser insistentemente requerido por el director general del INAEM para un encuentro con el secretario de Estado de Cultura, éste no le recibió. Las decisiones ya estaban encauzadas por otros derroteros, y ni siquiera se tuvo la mínima delicadeza de avisar al musicólogo y director artístico del festival de Pesaro para que no se desplazase a Madrid y suspendiese la preparación de su proyecto. La perplejidad de Alberto Zedda era absoluta. Está visto que imperan últimamente las malas formas en la lírica. E incluso algunas posturas hacen escuela. Valgan como ejemplos las declaraciones del futbolista Raúl y del vicepresidente del Real Madrid, Onieva, culpando de la mala recepción del público a su equipo a una campaña dirigida desde la prensa, en el más puro estilo de Plácido Domingo y Juan Cambreleng. En fin.

No da el tema lírico para una línea más. Los espejismos vienen de otros frentes, y, en ese sentido, fue reconfortante, divertida y hasta explosiva la fiesta de disolución de la revista hablada y escrita Senderos para el 2000 el pasado martes en el Círculo de Bellas Artes. La publicación, con una estética cercana al fanzine o a un producto de fotocopiadora, ha implicado en nueve entregas desde mayo de 1995 a medio centenar de compositores de las tendencias más variadas. En el concierto de clausura se estrenaron 28 obras, y se escucharon ocho más, todas ellas de una duración en torno al minuto. La experiencia reunió a varias generaciones y maneras de sentir la música. González Acilu, Barce, Marco, Turina, Palacios, Garrido, Villarrojo, Manchado, Liñán, Iges, Lanchares y un largo etcétera asistieron a la despedida llena de sentido del humor de una iniciativa que ha tenido en Llorenc Barber y Carlos Galán unos animadores incombustibles. El propio Galán tocó al piano todas las piezas del recital y escenificó aquellas que tenían elementos teatrales, en un recorrido verdaderamente recalcitrante que saltaba de Josep Soler a Guinjoan, de Sardá a García Román, de Aracil a Mestres Quadreny o de Sánchez Verdú a Jep Nuix.

El último número de Senderos para el 2000 incluye además una encuesta a compositores sobre lo que entienden ellos por música, sobre el grado de incidencia que tiene el público en su forma de componer, sobre la influencia de la música en el entorno social y sobre las grandes corrientes del siglo XX a las que se sienten vinculados. Hay, por supuesto, opiniones para todos los gustos, pero el documento es especialmente ilustrativo para comprender las razones y sinrazones de un colectivo no siempre suficientemente conocido, y, en cualquier caso, se convierte en una recopilación imprescindible para sociólogos, historiadores y estudiosos del arte de los sonidos.

En el acto del Círculo se presentó también Senderos de un minuto. Último piano del siglo XX, edición de 30 de las partituras tocadas durante la noche. Es de esperar que aventuras de este tipo no sean un espejismo más, y que Barber y Galán encuentren otras fórmulas, otros senderos desde el 2000 o para el 2222, en los que la reflexión, la provocación, la lucidez, la música, la tolerancia y la vida se vuelvan a dar la mano con la misma naturalidad.

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